Actrices: Después de Almodóvar
Victoria Abril y Carmen Maura iluminaron el IV Festival de Cine La Orquídea en Cuenca. Con ellas solo hay grandes experiencias y nunca hay tabúes.
Hablar de la edad con estas famosas madrileñas es casi una ridiculez. Ambas atravesaron la barrera del sonido con sus múltiples e inspiradoras creaciones cinematográficas donde el reconocimiento ha llegado no solo en España y Europa, sino también a EE.UU., especialmente cuando eran dirigidas por Pedro Almodóvar, nombre imposible de evitar cuando uno se encuentra con ellas en las veredas cuencanas, en confortables busetas compartidas con invitados del festival de cine o en congestionadas ruedas de prensa.
Tener la oportunidad de conocerlas casi a dúo durante el festival era como volar a un momento irrepetible del nunca jamás... o caer en el agujero de Alicia en el país de las maravillas. Ambas estuvieron en el ambiente informal del evento con una sencillez natural que a veces las hacía pasar anónimas entre algunos cuencanos, lo que permitía un abordaje inmediato donde su dosis de humor y jovialidad podían ser contagiosos. Aquí van dos vibraciones, rescatadas después de algunos encuentros.
Victoria Abril
Ella se llama Victoria Mérida, pero lo de abril vino solamente cuando hizo su primera película a los 14 años. Sentada en el centro de un auditorio de la Casa de la Cultura, su dominio escénico es inagotable, “Victoria Mérida es una sola, una chiquilla normal, bien pequeñita, poquita cosa... pero eso sí, ¡muy fotogénica! Ahora, Victoria Abril es la suma de cien mujeres, todas las que he interpretado, la suma de todos los directores con los que he trabajado, la suma de todo lo que he dicho y hecho”.
Y es bastante, porque esta mujer de 55 años que durante años fue una sex-symbol del cine europeo y que con Almodóvar hizo quizás las escenas más atrevidas que se habían visto en el cine comercial (Átame, Tacones lejanos)... “No, no, no, con Vicente Aranda (director de Amantes) pusimos las camas hasta de pie... Tú sabes muy bien que en los personajes el 80% eres tú y el otro 20% es el poquito que puedas aportar y el resultado es... la misma Victoria Mérida creando un personaje bajo la batuta o tutela de tal director, o sea que la una sin la otra no existiría, pero en el fondo pienso que Victoria Mérida en su vida real no hubiera hecho las cosas que hizo Victoria Abril"
O sea, una difícil y compleja separación. Uno ve a una persona de carácter fuerte y frontal. Y eso mucho tiene que ver con la formación de esta actriz. “Yo no fui a la escuela , ni siquiera escuela de interpretación, no terminé el colegio, porque empecé a hacer cine a los 14 años. Hice cinco películas en un año. Tuve que parar la escuela, las clases de ballet, lo que fue terrible porque yo quería primero ser bailarina de ballet, no quería ser actriz y peor una secretaria"
Como que Victoria se manejaba por impulsos vitales y se agarró del cine como un salvavidas laboral que le permitía hacer la vida que buscaba. “Yo me tiraba sin paracaídas y lo único que me funcionaba bien es el sentido común y por cierto me sigue funcionando”.
¿Método? “No había método y lo único que me interesaba es –haga el papel que haga– hacer dos cosas en mis personajes: vulnerabilidad y credibilidad. La vulnerabilidad la llevo conmigo, la credibilidad la pone mi sentido común así pase lo que pase”.
Ella no habla de su vida personal y de sus hijos. Acompañada de Nicholas, el joven francés con el cual se embarcaría a Galápagos días después, en el fondo esta es una artista de corazón las 24 horas. "Yo no pienso mucho, ni razono. Soy un poquito rara y disléxica y a veces hablo al revés. Te digo: mi instinto es más fuerte que mi cabeza, que mi cerebro, que mi razón. Después de 40 años de carrera los autodidactas acabamos teniendo un método propio, ese que te da la vida, que te va formando".
¿Cual sería la herramienta artística de una artista entonces? ¿El corazón más que el cerebro? “Las tripas, las tripas. Sí, porque las tripas son el cerebro del corazón. Más aquí (tocándose el estómago)... Si te fijas en los intestinos es como un cerebro en grande, sabes dónde te agarra el miedo, o la alegría, todo eso se siente aquí... El corazón es simplemente ese músculo que envía la información y la sangre de la cabeza a las tripas. Yo pienso con las tripas”.
Carmen Maura
La irrupción en la marquesina mundial de Mujeres al borde de un ataque de nervios en 1988 con Carmen de la mano de Almodóvar se convirtió en su momento en la película de culto que identificó a su director como el gran monarca de la movida española pos-Franco. Y para Carmen, una consagración artística que la llenó de laureles y que la convirtió en el sinónimo de “chica Almodóvar” en otras películas más.
“Ser actriz es una profesión en la que cuenta muchísimo tener suerte, de repente te das cuenta de que estás en el sitio oportuno y en el momento también. Yo había hecho muchas cosas, muchísimas situaciones antes porque no encontraba lo ideal, buscaba otra cosa y ahí me tocó ese papel”.
Y hubo angustias también, porque Almodóvar rompía todos los esquemas en películas experimentales que nunca se habían visto en la industria cinematográfica de España. “Muchas actrices le decían que NO a Pedro Almodóvar hasta que llegué yo. Había unas que me decían ‘cómo vas a hacer eso con ese tío, vas a perder tu carrera’, y yo... Bueno, casi todo lo que había hecho antes eran sustituciones de otras actrices para el cine, yo trabajaba en el teatro... Pero Pedro era la persona con la cual más me divertía en mi trabajo, en cambio en el teatro, no sé...”.
“Entonces, especialmente después de La ley del deseo –hacía de transexual– me empezaron a llamar directores como Saura, Camus, gente así.. directores que siempre les preocupaba que yo llegara hecha la salvaje. Y yo no era así, la realidad era que en el grupo de Almodóvar yo no pegaba nada, primero porque era la “más mayor” de todos y luego porque yo nunca anduve con toda esa gente, como Alaska y otros. Estos “modernos” me divertían cantidad y me amoldaba a ellos, pero nada más”.
Para Carmen la suerte jugó un papel crucial. Como una especie de ángel de la guarda que siempre la acompaña. “No sé si es el ángel o la abuelita que murió, pero que sientes que está cerca, o un papá o la mamá, o yo que sé.. Alguien... Yo en muchos momentos de mi vida he estado al borde del desastre no profesionalmente, sino en lo personal”.
Entonces, el cine puede ser la terapia o más confusiones. “Todo el mundo te mira así, como que no les importa nada y al mismo tiempo te dicen ‘a ver, párate ahí, muévete para allá’, todo el mundo pregunta, te enteras de los focos, te enteras de todo. Hay que llegar despabilada y dando buen rollo, porque un equipo de cine es un equipo muy grande y debes tener cuidado de no hincharte el día anterior de una comelona”.
La clave es estar en el momento preciso y en el sitio preciso. “Es lo que yo encuentro con Pedro. Después de 20 años me llama para hacer Volver y no nos habíamos tomado juntos ni un café, sin hablarnos, y entonces me dice ‘quiero que trabajes’. Después de 20 años de no hablarnos, la relación director-actriz seguía funcionando como si hubiera sido ayer”.
“Yo hago lo que me divierte, no sé si es porque no me lo he tomado muy en serio, porque nunca he estado obsesionada con ser famosa, todo lo que me ha venido de eso ha sido... Ha ido por delante de mis expectativas, todavía me sorprende”.