Fantasmas del genocidio
A final de la Segunda Guerra Mundial una mujer, tras una crisis, reconstruye su universo a base del desengaño y la necesidad de superación.
El alemán Christian Petzold, cineasta y nieto de quien fuera parte de la organización policial alemana SS, estrenó en el Festival de San Sebastián 2015 (donde obtuvo el Premio de la Crítica) su obra más personal, Phoenix.
El filme transcurre en los meses inmediatos al final de la Segunda Guerra Mundial, concretamente en junio de 1945, en el Berlín ocupado por los aliados, cuando aún están reapareciendo personas que se creían muertas o desaparecidas. Allí está Nelly, interpretada por la actriz alemana Nina Hoss, una cantante traicionada y enviada a un campo de concentración. Al finalizar su calvario, vuelve con la cara totalmente desfigurada y pide a un eminente cirujano que se la reconstruya para que sea lo más parecida a como era antes. Pero ella quiere saber por qué le pasó lo que pasó. Quiere reencontrar a su marido, a su familia... Quiere volver a ser ella.
Según explicó en una entrevista, Petzold, cineasta germano ganador de un Oso de Oro de Berlín por su película Barbara (2012), en Phoenix, “la reconstrucción de esa cara es una gran metáfora sobre la propia reconstrucción de Alemania”.
“Si Barbara (también con Hoss en el rol protagónico) era una película sobre mis padres, esta trata sobre mis abuelos y sobre la culpabilidad. Mis padres nunca me habían hablado de todo esto, aun cuando ellos no eran culpables, solo tenían cuatro años cuando existieron los nazis, pero ellos no me lo contaron, y si no nos cuentan las historias, es como si no existieras”, reflexiona el director.
Su abuelo trabajó con Hitler y fue asesinado por los soviéticos el 8 de mayo de 1945, “nunca lo conocí”, indicó Petzold.
“En el 68 mis padres empezaron a hablar sobre el año 45 y fue cuando empecé a ver respuestas. Los países tienen leyendas, historias; nosotros tenemos casas, coches, dinero. Ni siquiera tenemos música. Este trabajo tiene que ver con esto”, destacó Petzold.
Además, añadió que la televisión y “las innumerables películas que hicieron los americanos sobre esa parte de la historia alemana –mientras los propios alemanes no lo hacían– cambiaron la iconografía de Berlín, en realidad, una ciudad devastada, destruida”.
“Lo que me llama la atención es las pocas veces que los alemanes hemos pedido perdón por aquello. Si lees el informe que se redactó por Auschwitz donde hay mil declaraciones de alemanes, nunca lees que nadie diga un triste ‘lo siento’”, dice el director.
Christian Petzold logra una nueva mirada del horror del holocausto encarnado en el rostro de su protagonista, quien obtiene una nueva cara tras sobrevivir repleta de quemaduras a un campo de exterminio para luego presentarse reencarnada en sí misma, desconocida e irreconocible a ojos de su marido, que le traicionó y cree muerta, al que nunca desvelará su nombre y con el que a partir de su “otro yo” establecerá una fuerte obsesión
Petzold se ha declarado un cinéfilo empedernido al que el español Carlos Saura abrió los ojos al realismo que a él le interesaba el día que vio Deprisa, deprisa.
Pero antes había visto una cinta de Jesús Franco, El cadáver a caballo, que recuerda porque era de zombis y fascistas alemanes. Y antes, “siempre Hitchcock”. (A.C.J.) (E)