High Rise: Distopía arquitectónica
High-Rise, película que muestra una sociedad apocalíptica, está basada en una de las obras más impactantes del último autor visionario en lengua inglesa. El director es Ben Wheatley.
En 1975, el inglés James G. Ballard (1930-2009) escribió Rascacielos (High-Rise), novela de ciencia ficción cuya historia transcurre en un edificio de cuarenta pisos, veinte ascensores y mil departamentos. Dos plantas –la décima y la trigésima– albergan supermercados, tiendas, servicios, escuelas y las infaltables desoladas piletas de natación. Aunque todos los habitantes son profesionales exitosos, los pisos más altos gozan de un lujo superior al de los pisos inferiores.
Un enorme estacionamiento rodea al edificio, y también un lago artificial a medio construir: un desolador óvalo de doscientos metros de diámetro, hecho de puro concreto, sin agua todavía. El paisaje es suburbano, muy en las afueras de una Londres ya insoportable; el edificio más cercano es idéntico, pero está a cuatrocientos metros de distancia.
Ballard muestra lo psicotizante como un manifiesto: los vecinos van sintiendo un creciente desdén por la realidad exterior. Todos se preocupan por mantener las apariencias hacia fuera, mientras en los pasillos del edificio los conflictos sociales son cada vez más violentos y encarnizados. Las clases enfrentadas son las típicas baja, media y alta, representadas en tres tramos del edificio
En High-Rise, la adaptación cinematográfica, el británico Ben Wheatley encapsula también el colapso de un experimento social. Anthoy Laing (Tom Hiddleston) es un doctor, un inquilino y también será el narrador que guiará por los sucesos acaecidos en el rascacielos donde se instaló hace poco. Otro personaje es Anthony Royal, encarnado por Jeremy Irons, el arquitecto que construyó el edificio, un espacio que propiciara a través de su diseño la forma de convivencia definitiva de la era moderna, pero que se trunca en un caos apocalíptico. Todo sucede en una Gran Bretaña setentera.
Lejos de funcionar como un espacio de convivencia que facilita a sus inquilinos disfrutar de todos los servicios de la vida actual, Torre Elysium, el edificio, empieza a mostrar sus fallos. ¿Lo más marcado? Refuerza la estratificación social entre sus habitantes, convirtiéndose en una muestra representativa de cómo se ensanchan las diferencias sociales según el piso donde viven. Pero, como todo tiene fin, el conflicto estalla en una especie de campo de batalla urbano donde la supervivencia es ahora primordial. La idea de Ballard es plasmada visualmente por Wheatley, otorgando una presencia invasiva y casi hostil a los elementos arquitectónicos que acompañan la vida de los protagonistas.
El cineasta británico Ben Wheatley inició su carrera con títulos de culto como Down Terrace (2009) y Kill List (2011), filmes en los que armoniza la tradición de realismo social tan propia del cine de su país. En High-Rise da una muestra de ciencia-ficción a través de una sociedad ficticia. El reparto lo complmetan Elizabeth Moss y Siena Miller, Luke Evans, este último la gran revelación.
El actor
La filmografía de Tom Hiddleston, quien hace poco se estrenó en Instagram, está marcada por variopintos personajes. Desde el hermano de Thor, Loki, en el mundo Marvel hasta Medianoche en París, su trabajo en los últimos cinco años, lo ha posicionado en un punto de enorme reconocimiento, tanto popular como crítico, gracias a un puñado de papeles tan diversos como interesantes en los que ha sido capaz de demostrar su amplio rango como actor.
En abril de este año, la revista Timeout publicó parte de una entrevista en la queHiddleston habla sobre High-Rise.
Las competencias darán lugar al conflicto, a las riñas y a la expansión bélica entre inquilinos. ¿Consideras que es una película política? “Silenciosamente, sí. Si tienes una sensibilidad política, eso es lo que obtendrás del filme. Algunas personas seguramente lo ven un Señor de las moscas –un tipo de experimento que quita las máscaras de las costumbres civiles para revelar el animal que llevamos dentro– y que solo se traslada a un edificio británico en la década de los setentas con adultos en lugar de tratarse de niños en una isla desierta”.
J. G. Ballard escribió sobre lo que quería lograr con El rascacielos. “Ballard dijo que se vio a sí mismo como un hombre esperando a un lado del camino, leía una señal de ¡Precaución, dobla por delante! Su visión distópica es la advertencia de que si seguimos en esa dirección podríamos terminar de esta manera. Unas vacaciones en España es lo que lo inspiró a hacer El rascacielos. Ballard se hospedó en una zona de departamentos y los turistas tenían esos tremendos argumentos sobre el territorio: ‘¡No puedes tirar las colillas de tu cigarrillo a mi balcón!’, ‘Esta es mi piscina’. Todos tenían una perfecta vista del Mediterráneo, la vida era hermosa y, sin embargo, los visitantes británicos luchaban por esas cosas. Todo el mundo se preocupaba más por los detalles”.
¿Crees que El rascacielos tiene mucho que decir sobre la inequidad actual? “La película y la novela podrían tener una lectura reflexiva de lo que está pasando. El poder cae en las manos de un pequeñísimo porcentaje de la población, en todas las profesiones: políticos, abogados, en los medios de comunicación y, sí, en los artistas también”.
Como ser humano, ¿qué es lo que más incomoda de la sociedad? “Los prejuicios. Si soy testigo de un prejuicio, me convierto en un plátano. Es increíblemente limitante en cualquier nivel: raza, origen, religión. Es decir, mira a Trump, y el tipo de cosas que ha dicho sobre los musulmanes. Estaba furioso al respecto. Ese es el discurso del odio”.
¿Te interesan las máscaras públicas que todos usamos? “Todos presentamos al mundo una versión de nosotros. Lo que ocurre al interior es por mucho impredecible, caótico y vulnerable”. (A.C.J.) (E)