Jackie, a lo chileno
El cineasta latinoamericano Pablo Larraín dirige Jackie, película que retrata parte de la vida de Jacqueline Kennedy, luego de la muerte de su esposo. Natalie Portman en el rol protagónico.
¿Qué tan arriesgado es hacer una película sobre un personaje histórico de la vida real que las audiencias piensan que ya conocen? Los productores cinematográficos lo hacen todo el tiempo, por supuesto, con distintos grados de habilidades y éxito. Es así que el director chileno Pablo Larraín (40 años) propone Jackie.
Trata de cómo reaccionó Jacqueline Kennedy al asesinato de su esposo, el presidente John F. Kennedy, en 1963; cómo se dispuso a escribir el guion que establecería el lugar de su esposo (y el de ella misma) en la historia.
El filme está fuertemente controlado y estructurado por el registro histórico, irradiante de verisimilitud pese a las libertades que se toma. Jackie se preocupa por la crisis de su protagonista intentando escribir su propia historia en medio de eventos más grandes que ella misma. “Los íconos siempre han estado involucrados en la formación de sus propias leyendas, pero a menudo termina yendo a otra parte, donde no pueden controlarla”, dijo Larraín durante un desayuno en un hotel de Manhattan. Larraín vive en Santiago de Chile, y estuvo en Nueva York promocionando Jackie. “Hay una laguna, y esa laguna es el momento incontrolable, y eso es lo que hay que analizar”, afirmó.
Intenso, exigente, tendiente a examinar a sus sujetos a través de perspectivas múltiples, Larraín es considerado uno de los productores cinematográficos más interesantes y atrevidos de Chile. Antes de Jackie, solo había hecho un puñado de películas, todas escenificadas en Chile y a menudo tocando, en varias formas, la divisiva y traumática historia política de su país.
Larraín viene de una familia políticamente conectada, con padres que han estado involucrados en políticas de ala derecha, aunque él se inclina mucho más a la izquierda. “Cómo se sienten al respecto es una pregunta para ellos, pero pienso que están muy orgullosos”, dijo sobre su relación con su familia.
“Hicieron algo que a mí me parecería muy difícil hacer, que fue criar a alguien que piensa tan distinto a uno mismo”, explicó. “Tengo dos hijos, y no sé cómo lo tomaría si en algún punto tuvieran perspectivas ideológicas diferentes. Habría que aceptarlo, y eso fue lo que hicieron”.
Jackie también es política, una intersección entre lo personal y lo político en un momento singular de la historia, pero en muchas formas es una partida: es la primera película de Larraín en inglés, su primera filmación en Estados Unidos, su primera con una mujer en el centro. Sabía sobre Jacqueline Kennedy, por supuesto, pero no como un estadounidense.
“A veces, la perspectiva más interesante viene de afuera”, dijo Darren Aronofsky, productor de la película que se acercó a Larraín para hablar de Jackie luego de que The Club ganara el Premio del Jurado en el Festival de Cine de Berlín 2015.
“Estaba claro que era un autor muy diverso, pero también extremadamente preciso, y es extremadamente inteligente y no teme a tramar muchas muchas capas para pensarse en una película”, indicó Aronofsky por teléfono. “Se acerca mucho a los actores y a los personajes, y es inquebrantable”.
La primera respuesta de Larraín a la oferta, dijo, fue “¿estás loco?”. Pero luego empezó a pensar. “Para mí, Jacqueline Kennedy probablemente era la más desconocida de las mujeres famosas del siglo XX”, apuntó. “Hay tantas biografías sobre ella, pero pese a ello realmente nadie sabe quién fue, y en ello hay un increíble misterio que me resulta muy sensual y atractivo”.
Aceptó hacer la película, con la condición de que Natalie Portman tomara el papel principal. “Por supuesto que se necesita a alguien que se parezca a ella, que tenga su estilo, elegancia, belleza, sofisticación; OK, ella lo tiene, bien”, explicó. Pero con Portman en pantalla: “Cuando la vemos, hay otra cosa que sabemos que está pasando, pero no se sabe qué. Es como si siempre estuviera a punto de explotar, pero lo controla”.
El elemento central de la película es la entrevista que dio Jacqueline Kennedy una semana después del asesinato a la revista Life Magazine (el reportero fue Theodore H. White; aquí simplemente se le menciona como “el periodista”), en la que le metió a la fuerza la metáfora que llegó a definir la presidencia de Kennedy: que fue un Camelot estadounidense, “un breve momento brillante” trágicamente perdido.
Si Jackie fue un reto porque Larraín tuvo que aprender mucho sobre ella, entonces Neruda presentó el problema opuesto, “otro tipo de miedo”, porque Larraín ya sabía demasiado, dijo. “Está en mi sangre; sus palabras describen a mi nación”, indicó.
“Pienso que responsabilidad es una palabra muy delicada para un artista”, precisó. “A veces la gente espera que uno haga un trabajo responsable al manejar hechos históricos. Otra gente espera que uno legitime lo que sea que ellos piensan o lo que sea que piensan que la persona hizo o fue”.
La película marca el debut del cineasta chileno en una producción estadounidense que ya ha tenido una excelente aceptación de la crítica. “Soy responsable en términos de lo que estoy expresando, pero pienso que estoy ocultando el mensaje lo más posible. No quiero dar todas las respuestas. Quiero que la audiencia lo descubra por sí sola”, concluyó.
Sobre el director chileno, Portman se refirió: “El acercamiento de Pablo Larraín es único, ha intentado crear un perfil psicológico del ser humano, no tanto del ícono con el que estamos familiarizados”. (E)