Los temores de Stallone
Un Sylvester Stallone encarna otra vez al famoso boxeador Rocky Balboa en su nueva película, Creed. Él cuenta sobre lo que tuvo que pasar.
Tiene sus desventajas ser un héroe de películas de acción durante mucho tiempo, como ha podido averiguar Sylvester Stallone: lo han operado cuatro veces de la espalda y dos de los hombros; le practicaron una fusión espinal después de fracturarse el cuello filmando The Expendables. Al paso de los años, las expectativas de su supuesta destreza atlética crecieron tanto que ya no quiso jugar golf o basquetbol con nadie.
Cuando las opiniones sobre sus habilidades actorales llegaron a su punto más bajo, más o menos cuando ganó el Razzie al peor actor del siglo en el 2000, estuvo de acuerdo a medias con sus detractores más duros. “Cuando te conviertes en sinónimo de traumatismo, realmente no provocas temblores secundarios en la gente para que piense en tu actuación”, dijo Stallone, de 69 años.
Todo lo cual generó una ventaja inesperada para dedicar una carrera a interpretar a machos especialmente adorables. La nominación de Stallone al Óscar al mejor actor de reparto en Creed –la séptima película de la franquicia Rocky, por la cual lo nominaron hace cuatro décadas– provocó que, según todas las manifestaciones externas, se sintiera enormemente agradecido y rebosante de orgullo, aunque algo aturdido. “Por alguna especie de misántropo al límite, esto es increíble. Es el pináculo de mi vida, profesionalmente. Es tan milagroso”, dijo.
Las reacciones sobre ‘Creed’
En enero había recibido un Globo de Oro por su actuación en Creed, un triunfo que lo dejó tan perplejo que no notó la ovación de pie que le rindió la multitud. Tampoco agradeció, para su consternación duradera, al escritor y director de la película, Ryan Coogler, o a su coestrella Michael B. Jordan, por lo cual Samuel L. Jackson, entre otros, empezaron a enviar una serie de tuits. “Cuando Sam Jackson me llamó la atención por eso, estuve totalmente de acuerdo. ¿Olvidarte de darle las gracias al director? Créeme. Eso habría sido la última cosa que hubiera hecho”, comentó Stallone.
Si a Coogler y Jordan les causó bronca, lo escondieron bien. “¡Me encanta el tipo!”, exclamó Jordan en una fiesta después de la ceremonia esa noche. Luego, Coogler junto su prometida y Jordan se dirigieron al aeropuerto de donde partieron para cruzar el Atlántico como por arte de magia en el avión privado de Stallone para llegar al estreno de Creed en Londres. “Sly nos estuvo matando de risa todo el vuelo, hombre”, recordó Coogler. “Va a pasar a la historia, algo que contarle a mis nietos”.
En esos momentos, las noticias de los premios cambiaron a la homogeneidad de las nominaciones por actuación a los Óscar, las que fueron para actores blancos. Que Stallone recibiera la única candidatura de Creed, una cinta escrita y dirigida por un negro, que trata, en su mayor parte, de personajes negros, solo alimentó la controversia, lo cual provocó que el gozo de Stallone por el reconocimiento fuera agridulce. “Este tipo lo merecía antes que yo; es su creación y yo solo me aferré con todas las fuerzas”, dijo Stallone refiriéndose a Coogler. “Cuando le dio vida a Creed, me dio vida a mí”.
Stallone había conocido a Coogler, a quien describió como “un genio hecho y derecho, un sabio”, hacía tres años y medio, antes de que se estrenara su primer largometraje, Fruitvale Station.
Al director más joven se le ocurrió la idea de Creed cuando su padre, un seguidor devoto de Rocky, se enfermó de gravedad (ya se recuperó desde entonces). Coogler quería contar la historia del hijo ilegítimo del antiguo enemigo en el boxeo y amigo de Rocky Balboa, Apollo Creed. Ubicada en Filadelfia en la época actual, la película exploraría la vibrante cultura negra de la ciudad, a través de los ojos de Adonis Creed, quien busca a un Rocky avejentado y achacoso para que lo entrene.
De nuevo al ‘ruedo’
A pesar de concertar una cita con Stallone, Coogler no pensó, ni por un momento, que el legendario actor estaría de acuerdo en la película. Así es que, de camino a la oficina de aquel, Coogler se detuvo en un Best Buy para comprar una copia de Rocky II en Blu-ray para que se la autografiara. Era la cinta favorita de su papá y pensó que nunca volvería a ver a la estrella.
En efecto, Stallone no estaba para nada convencido, al menos en un principio, ya que quedó contento con la aparentemente última entrega de la serie, Rocky Balboa (2006), la que protagonizó y dirigió, y recibió críticas respetables. “Una receta para un estreno desastroso” era como Stallone percibía a otra película de Rocky. No obstante, había una confianza y un optimismo en Coogler que reconoció intrínsecamente. “No está nada mimado, está libre del éxito material y tiene hambre”, dijo Stallone. “Me recordó a algún otro joven intrépido en 1975”.
Un punto de quiebre en el guion de Creed que le dio una pausa extrema a Stallone, no obstante, fue el diagnóstico de cáncer que le dan a Rocky. A él no le gustó y pensó que tampoco le gustaría a su público, pero Coogler no cedió. Stallone dijo que fue evasivo hasta que lo retó su esposa, Jennifer Flavin. Dijo: Tienes miedo de hacer algo que no has hecho nunca antes. A eso se le llama ser un cobarde”, contó Stallone, recargándose en el respaldo de la silla y riendo. “Tenía razón”.
Para prepararse para el papel, Stallone contrató de tiempo completo a Ivana Chubbuck, una instructora de actuación; sus habilidades, dijo, “se habían atrofiado, básicamente”. Cuando comenzó la producción, todavía estaba paralizado por la devastación de haber perdido a su hijo mayor, Sage, quien tuvo un ataque cardiaco fatal en el verano de 2012, a la edad de 36 años. (Stallone tiene un segundo hijo, también de su primer matrimonio, y tres hijas con Flavin).
Pensó que su pena era zona vedada, pero Chubbuck lo obligó a perforar profundo. “Solo te sientes responsable”, dijo, sobre la muerte de Sage. “Porque no estuviste ahí. Aquí salvas a todas estas personas ficticias y ni siquiera puedes salvar a tu hijo”. Una vez que se abrió esa esclusa, explicó, salieron a borbotones las emociones, cambiando tanto su actuación como su duelo. “Ayudó”, dijo Stallone. “Ahora ya puedo hablar de ello. Hay cierto consuelo en eso”. También ha encontrado consuelo profundo en la aclamación que generó su actuación por parte de la élite de Hollywood.
Irwin Winkler, quien ha estado produciendo películas con Stallone desde la primera Rocky, dijo que haber visto a Tom Hanks y a Steven Spielberg levantarse de un salto de sus asientos para aplaudir que Stallone ganara el Globo de Oro fue especialmente gratificante. “Sería un gran momento para cualquier actor y, desde luego, lo fue para Sly”, comentó Winkler. “No creo que lo hayan respetado en los últimos 40 años”.
En retrospectiva, Stallone dijo que, de todas formas, no está seguro de qué tanto respeto merece. Aparecer en películas de acción se convirtió, en él, casi en una especie de adicción a la adrenalina, comentó, “un concurso de resistencia que para nada reta al alma”.
La gloria que está recibiendo ahora provoca que le hubiese gustado haber buscado papeles que implicaron mostrar vulnerabilidad, lo cual hizo, según críticas brillantes, en Cop Land, en 1997, y, claro, en Creed. “Ahora lo veo bajo la fría luz del día y tienen razón, con bastante honestidad”, dijo de sus críticos de antaño. “Creo que el mundo pudo haber vivido sin The Expendables, sin perder el control. Realmente lo creo”. (E)