¿Virtual e inocuo?: El riesgo de lo virtual
“Quienes con sabiduría aprenden a usar estas nuevas extensiones de sus capacidades lo multiplican. Pero quienes son incapaces de poner límites, muy tristemente lo pierden”.
En la columna anterior compartí el punto de vista de un experto en psiquiatría: el Dr. José Loyola Cherpitel, médico prestigioso mexicano que expuso para La Revista sus fundamentos sobre el manejo de la tecnología en pacientes con patologías mentales severas, basadas en la teoría de Marshall McLuhan y en el psicoanálisis.
Aparte de lo dicho en la columna anterior, Noyola lanzó un tema específico como efecto de lo expuesto anteriormente: el efecto de la videopornografía.
Todas las personas que lo practican dicen que no le hacen daño a nadie porque no es real, explica Noyola. “Y se equivocan totalmente. Es totalmente real. Lo que pasa es que es una distorsión de la realidad. Es decir, no porque sea a través de una pantalla a distancia deja de ser real. ¡Todo lo contrario! Porque es por eso que se estimulan, por eso tienen una respuesta y por eso se aficionan a la videopornografía.
Pero al ser una distorsión de una capacidad, se oprime una tecla –como diría McLuhan– que no tiene regulación. No hay un antecedente, no hay una regla y entonces nadie se sabe regular y todo el mundo hace lo que quiere”.
Esta imposibilidad de regular lo nuevo obliga a los especialistas en psiquiatría a ayudar a sus pacientes a poner límites pues, como dice Noyola, los pacientes (particularmente los enfermos mentales graves) son más vulnerables a esto. “Incluso entre los síntomas de la enfermedad bipolar, en los criterios actuales se dice que un síntoma es hacer llamadas telefónicas en exceso o a horas inusuales. Esto significa que si hablas mucho por teléfono, tienes cierto grado de bipolaridad”.
“Existe un sinfín de personas que en la actualidad usan el celular a cualquier hora del día y de la noche, por tanto tienen un criterio de enfermedad bipolar, sin ser enfermos bipolares. Es decir, el instrumento les permite, como diría McLuhan, extender sus capacidades tanto que los podría enfermar”, explica.
Otra cosa que se ve en la práctica, apunta Noyola, “es algo tan atrasado como la televisión (otra extensión del hombre) y su relación con los problemas de insomnio. La principal causa de los problemas de no dormir es la televisión. Y la gente ilusamente cree que necesita ver televisión para poderse dormir. Eso lo han creído porque así lo hicieron desde siempre. No te duermes porque la TV está prendida y no te duermes porque la debiste haber apagado dos o tres horas antes de pretender dormirte”.
Igual el celular, igual la computadora. Noyola aclara que todos estos instrumentos estimulan el cerebro de tal suerte que el cerebro no se puede calmar, porque a diferencia de los aparatos, el cerebro no tiene botón de apagar, no es una máquina, no se apaga.
Mi conclusión al observar comportamientos, escuchar a un especialista en salud mental y hacer uso de las telecomunicaciones, es que la virtualidad nos ha hecho olvidar algo muy preciado: el tiempo. Quienes con sabiduría aprenden a usar estas nuevas extensiones de sus capacidades lo multiplican.
Pero quienes son incapaces de poner límites, muy tristemente lo pierden. (O)