Michelle Williams: En un papel poco familiar
Michelle Williams, viuda del actor Heath Ledger, protagoniza My Week With Marilyn, en la que da vida a la legendaria actriz estadounidense, un papel que la aleja de sus roles tradicionales.
He aquí 45 minutos de mi vida. Realmente, 58 minutos, 50 segundos, según el contador de mi grabadora cuando terminé mi conversación con la actriz Michelle Williams en el bar del Bull and Bear Steakhouse en el Waldorf-Astoria, y su publicista, una mujer de apariencia hostigadora llamada Cari, se la llevó de repente.
Una botella de vino tinto permanece sin terminar sobre la mesa. Pago la cuenta de mi hamburguesa de $ 30 –ella solo quiso nueces de botana– y la copa de vino que pedí mientras la esperaba, y mis pensamientos saltan un poco, liberándome de la escena.
Cruzó el bar hacia la mesa de la esquina y extendió su mano: “Hola, soy Michelle”. Venía de una habitación en un piso superior, donde ella estaba ofreciendo entrevistas para promover My Week With Marilyn, una producción de Weinstein ambientada en Inglaterra en 1956, cuando Marilyn Monroe estuvo haciendo El Príncipe y la Corista (The Prince and the Showgirl) con Laurence Olivier.
Rol de madre
Williams, con el cabello de nuevo con corte de duendecillo después de los rizos de diosa de Marilyn, no se quitó su abrigo de tweed y lo cerró en el cuello cuando se sentó, lo que le hizo parecer aun más pequeña de lo que es. Sacudió la cabeza cuando un mesero le preguntó si quería algo. “Tomaría una copa de vino, pero me dormiría”, dijo con una risa ligera. “Regularmente sí tomo”.
Había llegado esa mañana procedente de Detroit, donde ha estado filmando Oz: The Great and Powerful y viviendo en los suburbios con su hija de 6 años de edad, Matilda, la niña que tuvo con el actor Heath Ledger. Llegó a casa del set a las tres de la mañana.
“No sé cuándo he estado más ocupada que ahora. Realmente me está tomando por sorpresa”, dijo.
¿Más que la publicidad de Brokeback Mountain?, pregunté. Asintió diciendo: “Siempre he tenido alguien con quien hacerlo. Cuando hicimos Brokeback, casi todo lo que hice fue con Heath”.
Para Blue Valentine estuvo con Ryan Gosling. “Así que no he tenido la experiencia de ser la única persona en la conversación”.
¿Te refieres a ser la estrella?, Michelle hizo una mueca y rió. “No me gusta ponerlo de esa manera”.
Yo tenía dos razones para querer hablar con Williams. La primera, es muy claro en Marilyn que ofrece una actuación estelar. Más que retratar a Monroe, proyecta la esencia emocionante, y tóxica, de la leyenda. A los 31 años de edad, Williams ha interpretado a una serie de personajes en desgracia: Alma en Brokeback, Wendy en la encantadora Wendy and Lucy, Cindy en Blue Valentine. Marilyn rompe ese patrón, quizá de una vez y para siempre.
Segundo, estaba interesada en una declaración que ella alguna vez hizo sobre su decisión a los 15 años de edad de independizarse de sus padres. Dijo: “No quería que nadie me dijera qué hacer”.
Aunque me cuestionaba por qué pensaba que era capaz de tomar buenas decisiones, no me pareció precipitado. Por el contrario, ella parecía saber lo que quería. Y sospecho que ella también lo supo cuando se involucró con Ledger y tuvieron una hija. (Él murió en el 2008) Puede cuidarse sola.
Williams establece su hogar dondequiera que esté trabajando, inscribiendo a su hija en una escuela local y viajando con una niñera. Lo facilita más, dijo, que viajar continuamente a su casa en la parte norte de Nueva York.
“Es un hola y un adiós continuo cuando se vive ese tipo de vida”, dijo, y añadió en un falso contralto: “¡Oh, no, olvidamos al conejito! Y pienso que mi hija sabe ahora que nuestra vida está dividida en dos. La mitad del año la pasamos con mami trabajando y la otra mitad la pasamos sin trabajo a la
vista”.
¿Pueden sentirse parte de la comunidad?, Michelle responde: “Sabes, quien hace que eso suceda es mi hija. Ella es notablemente extrovertida, comprometida, confiada. Gracias a ella terminamos haciendo amigos dondequiera que vamos. Simplemente llevamos un perro. Estábamos en el parque y Matilda terminó con otra familia con un perro y empezó a charlar. El martes pasado cenamos en su casa. Ella es el enlace social”.
Un mesero trajo una botella de vino, regalo para ella del productor Harvey Weinstein. Williams decidió tomar una copa. “Heme aquí bebiendo vino”, dijo. “Sorpresa, sorpresa”.
Le dije que tenía curiosidad sobre la declaración que había hecho sobre su libertad, y si creía que había perdido algo en el intercambio, como una educación adecuada. “Sí, lo creo. Uno de los grandes placeres de mi vida ahora es trabajar con James Franco, quien no se ha perdido de nada.
Es un estudiante perpetuo que ahora se está convirtiendo en maestro. Simplemente lo acoso todo el día diciéndole: ¿Qué significa eso? ¿Cómo diseccionarías ese poema? Cualquier educación que recibí fue de la experiencia y la lectura. Pero también me doy cuenta de que no aprobaría la clase de sexto grado de mi amigo. Qué cosa”.
¿Entonces fue la rebelión de la adolescencia la que te hizo sentir así o eras más sensata de lo que aparentaba tu edad? Ella se encogió de hombros y comentó: “Pudieron haber sido ambas cosas. Escucha, siempre he sido muy testaruda. Encontré mi dirección a edad temprana. Pero se mezcló con... Es decir, ¿cuánta sensatez se puede tener realmente a los 15 años? Se mezcló con algo de descaro e ingenuidad sobre el peligro real. Me considero afortunada de que cualquier cosa contra la que me haya topado no persistiera”.
Preguntas duras
Hace muchos años entrevisté a un actor bien conocido quien, aunque a un año de ganar un premio de la Academia, estaba en esa época en una depresión de papeles de chico malo. Cuando le pregunté por qué no estaba haciendo mejores películas, dijo: “Porque esos son los papeles que me ofrecieron”.
Repetí el comentario a Williams. “Estoy de acuerdo”, dijo. “No hay nada por ahí que yo haya...”. Hizo una pausa. “Era esto o basura. Esto es lo que me llega. Se necesita a una persona que diga: La veo de manera un poco diferente”.
Ciertamente, Simon Curtis, el director de Marilyn, la vio como nadie más lo había hecho. Dijo: “Leo el guion. Pienso que llegó como un regalo; que, Dios mío, es realmente bueno vivir en ese mundo. Inmediatamente supe que quería el papel”.
Dado que es una gran desviación, me pregunto qué pensó sobre su actuación. “Sentí que hice una apuesta conmigo misma y gané”, dijo con una voz suave que sonó como la de Marilyn.
Pero es un papel tan glamoroso... “Es un salto. Y genera el estrellato”.
Dijiste esa fea palabra de nuevo. Entre risas dijo: “Realmente me sorprendí. ¿Ya conoces esa escena en Star Wars? Luke y Solo –no sé siquiera sus nombres– están a punto de ser aplastados en esa cosa. ¿Conoces esa cosa?”.
¿Un compactador de basura?, dije. Ella asintió. “Eso es lo que sentí cada día en el set. Como si estuviera siendo presionada contra el muro de mis propias capacidades”.
Cari, la publicista, estaba cerca. Le dijo a Williams: “Una última pregunta...”. Dije que tenía curiosidad sobre una entrevista con Dateline en la cual invocó una frase de Joan Didion sobre “un año de pensamiento mágico” para describir la muerte de Ledger. Comentó que estaba en cierto modo triste de estar avanzando y alejándose de ello.
¿Es esa edad o carecía de las herramientas en ese entonces para comprender todo? “Pienso que es solo el tiempo transcurrido desde el acontecimiento del hecho”, dijo, corrigiéndose de inmediato. “No, acontecimiento es la palabra errónea; del impacto del hecho. Hay una especie de onda expansiva. Luego, cuando estás muy alejado, empiezas a asustarte realmente”.
Qué, ¿lo olvidarás? Dijo que no, que algunas cosas eran imposibles de olvidar.
No pareces cargar con ese lastre, comenté. “No, no lo hago... o por qué no?”, manifestó entre risas.