Cuando no se responde: ¿Hábito o tendencia?
“Así que si entras a un lugar y nadie te saluda, piensa que estás en el WhatsApp y pon tu mejor emoticón”.
Antes, grandes y pesados. Luego, diminutos y escurridizos. Ahora de pantallas táctiles, amplias y nítidas. Los dispositivos móviles han cambiado con el tiempo, pero los usuarios también. Al principio, orgullosos de nuestros “raspahielos”, los desempacábamos de la cartera al primer sonido y con un “aló” en medio espacio público quedaba claro que teníamos un celular.
Hoy, masificado ya el aparato a nivel mundial, nos percatamos de que perdimos nuestra privacidad y, si suena un mensaje o una llamada, decidimos si contestamos o no. Y es que hay muchas posibilidades, tanto de comunicación a través de un mismo dispositivo como de razones para no responder. Plenamente justificado es si estás durmiendo, en el baño, en reunión, conduciendo, trabajando, atendiendo a los hijos, estudiando, en clase, dando un examen, en el médico, teniendo una conversación personal o atendiendo a un cliente. Lo curioso es que muchas veces igual contestamos en estas situaciones.
Un caso muy especial es el de los mensajes de WhatsApp, donde los malos hábitos son más comunes y llegamos a creer que tan malos no son.
Si un chico le escribe a una chica mensajitos coquetos y ella no le responde, no insista. No quiere nada con él o se está haciendo la difícil. Si el proveedor le escribe todos los días al cliente para concretar un pago y este no contesta, preocúpese. Si la madre envía mensaje a sus hijos y ellos no dicen nada, ¡malcriado! No hay excusa para no responder a la mamá un mensaje corto y tranquilizador.
Pero el chat entre amigos es otra cosa. Esos grupos que se han generado en este medio privado y que congregan a los de escuela, trabajo, universidad, etc., parecen una fiesta continua abierta 24/7. Ahí, las costumbres son otras. Puede no haber saludos ni despedidas, pues la comunicación es tan frecuente que parece que todos vivieran juntos.
No hay un buenas noches, porque algún miembro puede que viva en Europa y mande un meme cuando los de acá duermen. Si Emelec ganó el campeonato o si la Miss Universo no fue Miss Universo, es perdonable que lleguen mensajes, chistes y memes hasta cualquier hora de la madrugada.
Despertar con 1.651 mensajes de todos los grupos de chat en los que uno participa es preocupantemente posible. Los mirones que se dedican a leer callados y no intervenir tienen harto material para ponerse al día. Los más participativos no leen muchas veces lo que otros dicen. No falta el mensaje social, religioso o amoroso que corta e interrumpe una conversación seria que el grupo estaba teniendo.
Pero no pasa nada. Todo es permitido. Ahí no hay reglas y las que se van autogenerando no cuestionan si hay interrupciones, si no hay saludos, si nadie se despide, si alguno escribe con faltas ortográficas o si manda mensajes que a otro pueda molestar. Ahí, en el bolsillo y la cartera de cada quien se gestan hábitos que nada raro sería que empecemos a ver en el espacio real. Así que si entras a un lugar y nadie te saluda, piensa que estás en el WhatsApp y pon tu mejor emoticón. (O)
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