¿Y si leemos? ¿Y si investigamos?
Se ha vuelto común la idea de que los chicos de ahora no leen, que hay que transmitir mensajes en pocos segundos, que el lenguaje audiovisual es el actual y que con una repasada de Twitter ya estamos al tanto de todo lo que ocurre en el mundo. Sin ser falso, esto lo hemos aceptado globalmente sin chistar, al punto de que muchas veces nos unimos a ese comportamiento quizá por comodidad o hasta por hacer empatía con otras generaciones.
Hablar de un tema, o de varios, en una reunión social puede llegar a ser un guión escrito a partir de Twitter, con chistes de Facebook y WhatsApp. Muchas veces sin análisis previo, solo repetimos lo más reposteado. Y no nos preocupa tanto escudriñar un poco para determinar la veracidad de las cosas que decimos. Gracias a ello las noticias falsas o #fakenews funcionan tan bien. Pocos se ponen a investigar si lo que están enviando es real o falso, muchos solo reenvían deliberadamente a sus contactos todo tipo de cosas que con un poquito, solo un poquito, de análisis e investigación, se puede detectar su falsedad.
¿No les ha pasado que reciben por WhatsApp la maravillosa noticia de que están donando medicamentos para una enfermedad mortal y corren a compartirlo a todos, por supuesto por buena voluntad, sin percatarse de que el número de teléfono no pertenece a la ciudad ni al país donde está circulando? Esa noticia, que circula por Latinoamérica desde el año 2012, continúa llegándome al igual que muchas otras. A veces es cuestión de copiar una frase del mensaje, guglearlo y ¡oh, sorpresa! aparecerán decenas de veces como mensaje falso denunciado por alguien que sí leyó y sí investigó.
A pesar de que leemos poco e investigamos menos, lo que se nos da muy bien es opinar. Damos generosamente nuestra opinión sobre temas del que poco sabemos. Opinamos en forma de memes o de gifs, con insultos y emoticones. Pero opinamos. Si antes de opinar alguien investigó el tema, lo analizó y sacó sus conclusiones, no lo sabemos. Seguro hay quienes lo hacen, sin embargo, pienso que muchísimos otros no. De ahí que es vital discernir a quién seguimos en nuestras redes, si no queremos llenarnos de opiniones que no aportan nada.
Me pregunto si es posible opinar sobre la situación económica de un país sin antes haber investigado. Y me cuestiono sobre el sentido de responsabilidad de quien opina sin mayores fundamentos, a veces hasta repitiendo frases aprendidas por sus líderes. Me lamento al leer insultos de los que no están de acuerdo con una opinión. Con sus insultos queda claro que tampoco tienen cómo sostener su opinión.
Bien se puede opinar del peinado de un actor famoso con un meme, pero otra cosa muy diferente es opinar sobre temas trascendentales que requieren que nos tomemos las cosas más en serio. Nuestras palabras son nuestra responsabilidad. Por eso quise aprovechar este espacio para hacer una invitación a pensarlas y sustentarlas antes de hacer uso inconsciente de ellas. (O)
chunterdg@gmail.com, @conniehunterdg