Andrea Palladio: La Vanguardia Primera

12 de Agosto de 2012
  • La villa Emo es una lucha por atrapar el horizonte. La humanidad ve reflejada en esta casa con potreros su lucha constante –muchas veces equívoca– de conquista y sometimiento de la naturaleza.
  • Villa Foscari es el canto de un coro de columnas, ventanas y escalinatas.
  • El Teatro Olímpico de Vicenza fue diseñado en 1580 por Palladio.
  • “Es imposible no sentir un aura musical en sus construcciones”. La Villa Pojana es un ejemplo de esto
  • La fachada de la villa Rotonda reconcilia sus espacios interiores en el abrazo infinito de cuatro fachadas armónicas y similares.
Arq. John Dunn Insua, especial para La Revista

Por su brevedad y la efervescencia de ideas, el Renacimiento es –sin duda alguna– una de las épocas más intensas de nuestra historia. En ella resurgieron los principios humanistas desarrollados en Grecia y Roma, con un empuje que catapultó a la humanidad a la modernidad. Es precisamente en el Renacimiento que se da un giro a la forma en que las artes y el conocimiento eran desarrollados. Poco a poco, la tradición va dejando su relevancia para cedérsela gradualmente a la vanguardia. Poco a poco, los artistas comenzaron a depender más de sus exploraciones conceptuales para la creación de sus obras. Lo enseñado por los maestros dejaba de ser una ley escrita en piedra y se transformaba en un punto de partida.

Los estudiosos del arte logran diferenciar dos etapas dentro del Renacimiento: el Renacimiento en sí, que abarca todo lo realizado durante el Quattrocento; y el Renacimiento tardío, o manierismo, en el cual se hace referencia a las grandes obras del Cinquecento. Las diferencias entre ambas tendencias son muy sutiles. Mientras el Renacimiento apela al orden como expresión de la belleza de la creación divina, el manierismo encuentra en la imperfección los rasgos estéticos que vuelven a la creación única, bella e irrepetible. Es precisamente en el entorno manierista que hallamos y encasillamos al arquitecto veneciano Andrea Palladio (1508- 1580) y su genial obra arquitectónica.

Palladio

Decir que la obra de Andrea Palladio encaja perfectamente dentro de los cánones manieristas sería ignorar la relevancia que este arquitecto veneciano jugó dentro de su época. Más justo sería recalcar que el manierismo no hubiera sido lo que fue de no haber sido por Palladio, sus obras y sus ideas. Es que la repercusión de este arquitecto veneciano no puede ser contenida dentro de un estilo o una época.

Palladio fue un hombre hecho acorde con el tiempo y el lugar donde le tocó vivir. Tuvo las circunstancias a su favor. Sus estudios comienzan en la ciudad veneciana de Vicenza, cercana a su natal Padua; y los continuará posteriormente en Tívoli, Palestrina y Albano. Ello le permitió absorber el conocimiento de las obras de los renacentistas de Roma y Florencia, para trasladar aquella sabiduría a la república de Venecia, que se presentaba en ese entonces como un entorno de grandes oportunidades y recursos, y con una menor cantidad de competidores. Palladio obtiene así el escenario perfecto para dejar plasmado su testimonio arquitectónico.

Sus letras

Andrea Palladio sobresalió de entre sus semejantes no solo por sus obras, sino por el acto de “repensar” la arquitectura. Fue Vitruvio quien definió la esencia de la arquitectura en tres palabras: Firmitas, Utílitas y Venustas; “estructura, función y belleza”. Palladio agregó una variable excepcional a la ecuación planteada por Vitruvio: el tiempo. “La arquitectura debe ser bella, funcional y duradera”, exclamó alguna vez.

En 1570, Palladio publica su obra Los cuatro libros de la arquitectura. En esta obra, el autor logra plasmar ágilmente su visión de la arquitectura, al tiempo que utiliza como referentes y ejemplos aquellas de sus obras que deseaba dar a conocer. Con el tiempo, Los cuatro libros de la arquitectura se convertirían en un puente entre los antiguos planteamientos arquitectónicos de Vitruvio y las publicaciones de arquitectos que vendrían posteriormente.

Música en piedra

El contexto económico y cultural de las ciudades venecianas le permitió a Palladio innovar con una nueva tipología arquitectónica: la villa. Mientras que en Florencia se desarrollaba la arquitectura requerida por los nuevos burgueses, en Roma se construía la arquitectura emblemática de la Iglesia católica, y en Venecia comenzó a desarrollarse un tipo de vivienda rural que contaba con todas las comodidades de un palacio citadino.

La Serenísima tenía en aquellos tiempos muchos burgueses ansiosos por disfrutar de la tranquilidad del campo, lejos del ruido de la ciudad. De igual manera, muchos agricultores prósperos anhelaban ver su éxito económico reflejado en sus casas. En ambos casos, las “villas palladianas” eran la vivienda ideal.

Al contemplar la obra de este arquitecto veneciano, es imposible no sentir un aura musical en sus construcciones. Las fachadas de sus villas sacan provecho de los rompimientos de composición manierista y se presentan ante el espectador como si fueran un pentagrama. La villa Foscari –también conocida como la Malcontenta– es el canto de un coro de columnas, ventanas y escalinatas. La villa Rotonda recuerda el antiguo ritual romano con el que se tomaba posesión de un territorio y se fundaba una ciudad. Se definía un centro a partir de la intercepción de dos líneas trazadas en el aire. Así, el territorio circundante quedaba dividido en cuatro cuadrantes o templums. Esto se ve reflejado en este círculo, que en planta se ve contenido por cuatro cuadrantes. Su fachada reconcilia sus espacios interiores en el abrazo infinito de cuatro fachadas armónicas y similares. En contraparte, la villa Emo es una lucha por atrapar el horizonte. La humanidad ve reflejada en esta casa con potreros su lucha constante –muchas veces equívoca– de conquista y sometimiento de la naturaleza.

Vanguardista

El legado de Andrea Palladio no se limita a sus escritos y obras solamente. Su trascendencia es tal que generó detrás de sí una estela de iconoclastas sedientos por un nuevo orden; una estética nueva, más ágil y refrescante. Eso lo convierte en el primer vanguardista de nuestra era; en aquel que dejó el sendero marcado para visionarios como Thomas Jefferson, Karl Friedrich Schinkel, Louis Sullivan, Frank Lloyd Wright, Le Corbusier, Mies van der Rohe y Louis Kahn. En las obras de todos ellos hay la misma búsqueda de una forma de mejorar y enriquecer la vida de las personas, a través de mejorar los espacios habitados por la humanidad.

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