Reactivación necesaria
Varias ciudades han empezado a ver sus callejones para reactivarlos en espacios públicos de calidad.
Parecen ser el componente menos atractivo de las ciudades. Son los más oscuros, aburridos, peligrosos o hasta olvidados. Congelados en el tiempo, sin aparente valor social o económico.
Pero históricamente han sido parte del esqueleto urbano de cada metrópoli. Los callejones son elementos que han caracterizado a la arquitectura árabe, luego a los centros urbanos medievales en Europa, que a su vez fueron heredados en América en la era colonial. En esencia, son los espacios entre dos casas o edificios, como calles muy estrechas.
Muchas de las vías más importantes de Guayaquil iniciaron como callejuelas en la denominada ‘nueva ciudad’ (siglo XVII). “La hoy Icaza, antes Olmedo, no existía sino en un callejón corto trecho de la Orilla a la Gallera (hoy Córdova)”, recopiló Modesto Chávez Franco en Crónicas de Guayaquil Antiguo (1930). “Detrás de la Merced era un laberinto de quintas y callejoncitos que no llevaban a ninguna parte e iban a perderse en las curtiembres”.
Función y preocupación
El callejón también se puede definir como el área residual que, a pesar de ser abierto y facilitar la circulación peatonal y disfrute en exteriores, es escasamente utilizado por sus características físicas o un bajo nivel de equipamiento (iluminación pública, mobiliario urbano). Así lo señala la Diputación de Barcelona en un documento que busca promover la reactivación transitoria de activos urbanos en desuso, desde casi cualquier política local.
“Con la promoción de arquitecturas, y otras intervenciones ligeras, pueden tener un mayor uso ciudadano”, señala esa oficina con el propósito de generar propuestas que inviten a gozar el espacio público; desarrollar encuentros cívicos, deportivos, culturales, de ocio o incluso de emprendimiento.
Liderazgo y planificación
Una de las ciudades pioneras en mirar a sus callejones para inyectarles una segunda vida es Melbourne (Australia), una de las 20 primeras urbes en cuanto a calidad de vida en el mundo, según el último ranking de Forbes.
Melbourne tiene una morfología cuadricular que alberga callejuelas en casi todas sus manzanas. Tiendas, cafés, instalaciones de arte urbano, estudios se han instalado en esos ejes de circulación dentro de un intrincado laberinto para deambular y explorar. En otras latitudes no tendrían un uso definido.
Esa activación fue parte de una estrategia que se planificó a largo plazo hace 25 años. El plan Postcode 3000 buscó promover el crecimiento residencial en el centro de la metrópoli, en especial en el distrito financiero, otorgando incentivos económicos para asentarse allí.
La meta también fue revalorizar los edificios y espacios sin vida, para dinamizar el sector las 24 horas del día y no solo de 9 a 5 (en horario de oficina). El resultado fue más que positivo. Mayor número de departamentos trajo a más habitantes, con lo cual llegaron nuevos negocios (bares, cafeterías, restaurantes) a atenderlos. A la vez, el fenómeno produjo nuevas plazas de trabajo para esas actividades, revitalizando la economía del área.
Con ello, los callejones se convirtieron en los escenarios públicos para soportar la nueva capacidad demográfica.
La iniciativa estuvo complementada por otras políticas, como mitigar el trámite para conseguir licencias para vender alcohol, quitando la obligación de vender comida para ello. Así los costos de abrir bares, peñas, discotecas y cafeterías se redujeron significativamente.
Además, los alquileres de los solares con salida a callejones y con terrazas eran los más bajos. Junto con ordenanzas que permitieron instalar mesas de restaurantes en la vía pública, los callejones se volvieron los sitios más atractivos para socializar y comer al aire libre.
Para continuar con estas labores después del Postecode 3000, el ayuntamiento creó el programa Laneway Commissions para apoyar y acoger nuevas iniciativas en este sentido.
Reflexión y futuro
Inspiradas por los resultados, varias ciudades norteamericanas han empezado a replicar proyectos que dinamicen este tipo de espacio. Por años se habían reservado para la descarga y recolección de basura.
El éxito de los proyectos “demuestra cómo es posible tomar un espacio que antes era un lastre y convertirlo en un recurso”, afirma Daniel Freedman de Los Angeles Sustainability Collaborative, que impulsa estas iniciativas en esa localidad.
Entre ellos, están arte público, actividades físicas, exposiciones y proyecciones culturales, comercios minoristas, proyectos de arquitectura móvil o efímera, parklets (aceras extendidas o ‘parques de bolsillo’), huertos urbanos. Estos usos, o cualquier otro, forman parte de la idiosincrasia de cada ciudad y del alcance de sus competencias municipales, puntualiza el documento de trabajo español.
En ese sentido, Manu Fernández, consultor y analista de políticas urbanas, complementa: “La experiencia de Melbourne es difícil de trasladar a otros contextos”. Por eso, señala, “es más relevante la lógica detrás: aprovechar al máximo las capacidades en la ciudad. En este caso, son recursos físicos que posibilitan la expansión de capacidades sociales, de generación de actividad y espacios públicos”. (G.Q.)
Callejón verde
Chicago es una de las ciudades con mayor número de callejones (13.000). En el 2006 empezaron a cubrirse con superficies permeables para desviar el agua lluvia a la tierra, en lugar de por un alcantarillado caduco y reducir inundaciones. (CityLab).
Definiciones
El tamaño de una vía pública no siempre determina su utilidad. En París, Roma y Barcelona, los callejones son vitales pasadizos peatonales. En EE.UU., fueron concebidos como acceso de servicio y recolección de basura (CityLab).