Antidepresivos
He leído con atención el artículo (‘¿Los antidepresivos funcionan?’, abril 22). Desde hace mucho tiempo he podido observar una distorsión pública y cultural de quienes se oponen a considerar la utilidad del uso de psicofármacos en el tratamiento de las enfermedades mentales, nerviosas y emocionales, lo que en sí resulta una necedad injustificada y peligrosa. Existen centenares de estudios de condición libre y avalados académicamente por universidades que indican los claros beneficios de los mismos al modificar las manifestaciones propias de su sintomatología, así como en el logro de evitar las recaídas clínicas y las recidivas, así como la obtención de la reinserción social y laboral del paciente. Por supuesto, también requieren recibir psicoterapia lo que potencializa el efecto terapéutico, así como una reprogramación de sus actividades y de su dieta fundamental para el espectro depresivo. La medicación psicotrópica humanizó el tratamiento de los pacientes en psiquiatría, permitiendo un cambio objetivo en la vida de los mismos y una limitación a la discapacidad anterior a la existencia de los mismos. Los prejuicios que se formulan no deben perjudicar al buen juicio y al buen criterio de su utilización práctica en la medicina moderna. Los estados depresivos suelen ser incomprendidos por los familiares o amigos del paciente, quienes indican en forma errónea que pongan de su parte. La depresión no es equivalente a lavar la ropa sucia, y requiere de un tratamiento personalizado de múltiples profesionales, así como de la cooperación sociofamiliar.
Dr. Pedro Posligua B.