Artesanía marítima
Unos pocos e ingeniosos artesanos aún elaboran réplicas de balsas y barcos para los turistas que visitan Playas.
La casa de Blas Mite Cruz está en el barrio Las Peñas, de Playas, balneario donde él nació hace 90 años. Toda una vida. Su vida que él gusta contar. Como aquella tarde que mostraba ese barco de dos metros y veinte centímetros de largo que estaba terminando de construir.
Nuestros aborígenes costeños cruzaron el mar en balsa desde la época precolombina. En la actualidad, aún unos pocos pescan y navegan en balsas parecidas Antes, los cholos playeros desde niños aprendían a tallar esas embarcaciones empleando palo de balsa y caña brava. Esos eran sus juguetes y sus primeros contactos con el mar, la navegación y la pesca.
Blas Mite Cruz es el más anciano de esos hábiles artesanos que se niegan a naufragar en el olvido.
Recuerda que su padre, Gregorio Mite, hacía balsas y barcos. Así, él y sus hermanos menores –Félix y Francisco ya fallecidos–, que eran pequeños, fueron aprendiendo.
“En mi época éramos curiosos de lo que hacían nuestros padres”, cuenta, “ellos nos enseñaron a tallar las balsas, pero no las hacíamos porque nadie compraba las artesanías. También en la escuela, los profesores nos llevaban a buscar esta madera en la playa, llevábamos un cuchillo para realizar el trabajo manual. Hacíamos botecitos sin vela y la balandra que era lo más típico junto a la balsa”.
Después su tío Jorge Cruz le enseñó a hacer barcos inmensos como ese crucero que esa tarde trabajaba con empeño pese a sus 90 años.
Aprendiendo en el mar
Su padre no solo le enseñó a hacer réplicas. También a navegar y pescar a bordo de esa balsa solo compuesta por tres palos y una vela. Cuenta que salían a pescar según las mareas. A veces, en el día y en otras ocasiones, en la noche. Su padre y él tiraban tres anzuelos cada uno. La carnada era el chicuelo, un pescadito pequeño. Atrapaban corvinas y robalos.
Años más tarde, en largas jornadas, pescó bacalao en las islas Galápagos. Pero su más recordada experiencia fue cuando como tripulante de barco viajó hasta California, Estados Unidos. “Yo he hecho barcos grandes porque conocí un astillero inmenso en San Diego, California. –afirma Blas Mite–. Estas réplicas de grandes cruceros son de haberlos visto nomás de lejos y también por fotos”.
Pero cuando se cansó del mar, durante largos años se dedicó a ejercer como pintor de brocha gorda. Trepado en andamios suicidas “pintábamos los edificios más altos de Guayaquil y Playas, como esos dos que están por el sector del hotel Humboldt”.
Pero además hacía balsas y barcos. Como la balsa típica de Playas. “Para hacer ese trabajo se utilizan el palo de balsa y la caña guadúa, que en tiempos de los antiguos la llamaban caña brava. También se usan piola de nailon y algodón, hilo y alambre. Y tela victoria para las velas”. Sabe construir tres tipos de barcos: el camaronero; el chinchorrero, para pescar atún y sardinas; y el plumero, una embarcación de altamar en el que se pesca con caña”. Esas réplicas, los fines de semana, su hermano las salía a vender por la playa.
Recuerda cuando empezaron a hacer la balsa llamada Kon Tiki a escala por encargo de la señora Isabel Estrada. Ella tan solo les mostró a él y a su hermano Félix una foto de la balsa. “Y como éramos curiosos, se la hicimos igualita. A la Kon Tiki después de la navegación de Vital Alzar la empezaron a llamar la balsa Pacífica”.
Desde hace algunos años, debido a su edad, Blas no puede trepar andamios y pintar edificios. Es por eso que se dedicó por entero a hacer réplicas de balsas y barcos pesqueros.
Pero más que nada reproducciones de grandes barcos y cruceros como ese de dos metros y veinte centímetros construido con piezas de palo de balsa, plywood y madera de encofrado, todo pegado con resina acrílica. Un crucero de pasajeros pintado de blanco y verde provisto de tres chimeneas y piscina adornada con parasoles. “Este crucero está vendido a 150 dólares, aunque un amigo me dijo que estaba muy barato”, comentó medio lamentándose.
Esa embarcación se la encargó un cliente en Salinas, donde un hotel exhibe tres barcos creados a mano por la creatividad de ese anciano.
Ahora que sé que don Blas Mite Cruz está delicado de salud, espero que aquel crucero inmenso no sea el último de su travesía por esta vida.