Haciendo pan y sueños de progreso
Carlos Ramírez llegó a Guayaquil “con una mano adelante y otra atrás”, pero con trabajo, ayuda familiar y de sus colaboradores hizo de ‘California’ una empresa próspera.
Amasando pan transformó en realidad sus sueños de progreso. Hoy su panadería California cuenta con 38 puntos de venta en tres provincias. Ofrece 600 productos de panadería, pastelería y heladería. Su empresa ha ganado dos premios internacionales y emplea a 500 colaboradores directos.
“Nací con un pan de la mano porque desde los 10 años estoy haciendo pan”, asevera Carlos Ramírez Tamayo, propietario de la panadería California. Él hace 60 años nació en Píllaro, provincia de Tungurahua, localidad cercana a Ambato, ciudad famosa por su delicioso pan. Pero él es más costeño que serrano porque desde los 9 años vive en Guayaquil.
En la planta industrial de la panadería California cuenta que luego del fallecimiento de su madre, su padre se volvió a casar. Ya nada era igual. Fue en 1961 cuando su abuela materna lo trae a vivir a Guayaquil –años después también vendrían sus hermanas– con su tío Amador Tamayo, propietario de la panadería Nacional, ubicada en Luque y Lorenzo de Garaycoa, ahí trabajaba durante el día y estudiaba por la noche.
“Si bien no era la jornada completa como los obreros, pero tenía que hacer la limpieza de la tienda, los baños, el taller y el horno artesanal de leña”, dice con franqueza Ramírez en su oficina donde exhibe los premios internacionales –Alemania e Italia– otorgados a su empresa en el 2003 y el 2004.
Entre las arduas tareas de mantenimiento, el pequeño Carlos fue aprendiendo el oficio de la panadería. “Trabajé con maestros panaderos antiguos, conocí la escuela tradicional que ellos tenían con muchos truquitos en la elaboración del pan”, reconoce.
Esa mañana, un Ramírez nostálgico evoca los tiempos cuando la gente acostumbraba a ir a la panadería, a las 5 de la mañana, a traer el pan calientito, azúcar, mantequilla, café molido que compraban para el desayuno y recibían de yapa unos palillos de pan.
Su vida cambió cuando en 1969 su tío adquirió la panadería Roma –Rocafuerte y Mendiburo–. Carlos Ramírez, un joven lleno de ilusiones, se hizo cargo de esa panadería y de sus hermanas que llegaron a trabajar con él. “Ellas y yo teníamos nuestros sueños de crecer”. La labor era sacrificada. Comenzaba a las 4 de la mañana y terminaba a las 9 de la noche.
“Yo haciendo el pan trabajaba como un obrero más, dice Ramírez, trasladándose a esos tiempos iniciales. Comenzaron elaborando 50 kilos diarios y llegaron a hacer 1.000. Entre otras cosas, cree que logró el éxito porque pagaba y trataba bien a sus colaboradores que eran panificadores experimentados. “El secreto nuestro estuvo en la materia prima, utilizábamos huevos criollos, la gente pensaba que usábamos colorantes, pero eran huevos de gallo y de gallina, además de margarina, mantequilla que daba un toque especial. Por ese camino fui en la Roma marcando la diferencia”, dice orgulloso.
Recuerda que de su panadería eran muy apetecidas las palanquetas de horno, el pan de dulce, la rosquita, la quesadilla. Evoca a destacados y fieles clientes como al doctor Raúl Clemente Huerta, ingeniero León Febres-Cordero, doctor Galo García Feraud, Galo Martínez Merchán, los Baquerizo Nazur, abogado Abdalá Bucaram y otros personajes amantes del buen pan.
De panadería artesanal a la industrial
Con la experiencia y el éxito adquiridos en la Roma, en 1984 compran la principal panadería de Guayaquil: la California, Aguirre y Boyacá, ese nombre es ahora la marca y bandera de su empresa familiar. “Le aplicamos la experiencia que teníamos con la Roma y en 1991, nuestra misma clientela empezó a pedir que abriéramos más puntos de ventas en la ciudad”, explica que por la mayor demanda los talleres artesanales de la Roma y California fueron quedando pequeños.
Lo trasladaron a Luis Urdaneta y Boyacá, fue incursionando en la pastelería y para mejorarla trajeron técnicos holandeses. En 1997 constituyeron la actual compañía y se transformaron en panadería industrial.
Al siguiente año, compran los terrenos donde hoy funciona la planta y después la moderna maquinaria. “Siempre sin descuidar lo artesanal porque tenemos productos hechos solamente artesanalmente y otros solo industrializados como el pan de hot dog, el de hamburguesas, etcétera”, detalla.
Los 600 productos que California ofrece son de sus tres ramas: panadería, pastelería y heladería. Y tiene puntos de venta en las provincias del Guayas, Los Ríos y Tungurahua. Últimamente han incursionado en cafeterías, tipos gourmet, ubicadas en el centro de Guayaquil, City Mall y Plaza Orellana.
Al momento de evaluar su éxito, Carlos Ramírez reconoce como sus primeros pilares fundamentales a sus cuatro hermanas. Pero en la panadería él quedó solo porque ellas se casaron, formaron sus hogares y sus esposos trabajan en otras líneas. Por su parte, él se casó con Carlota Castillo, oriunda nada menos que de Ambato, cuna del mejor pan del país. Ellos son padres de María José y Evelyn, de 28 y 26 años, quienes trabajan en la empresa, y de Jean Carlos como Carlos Alfredo, de 16 y 8 años.
Le pregunto si ha logrado las metas que se planteó cuando empezó en la pequeña panadería Roma. “Sí, porque venir de mi tierra con una mano adelante y la otra atrás, fue un comienzo bastante duro. Creo que el 99% de mi sueño está cumplido. Le debo mucho a Guayaquil que es parte de mi vida y de mi historia”, evalúa Ramírez.
Esa mañana, en la planta de la ciudadela Alborada, donde hombres y mujeres laboran, reina un leve e inconfundible olor a pan, es cuando Carlos Ramírez Tamayo se define: “Soy un panadero de California que orgullosamente amasa el pan de cada día y amasarlo, fabricarlo es una satisfacción maravillosa”.