Negocio con marca y olor a mujer
Historia de José Portes Y., un luchador que nunca se dejó vencer y en los últimos años ha triunfado en un negocio de cosméticos para mujer.
La vida de José Portes cambió por un asalto. Ocurrió la noche que le robaron su carro, mercadería y dinero de su empresa que confeccionaba ropa femenina y vendía al por mayor. Esa noche desde el suelo –gravemente golpeado– vio cómo los delincuentes huían con el producto de su trabajo.
Su pequeña empresa quebró y él quedó endeudado en miles de dólares cuando nuestra moneda era el sucre. Estaba desesperado. Pero meses después, lo invitaron a que se integrara como vendedor en Oriflame, empresa europea de cosméticos que iba a abrir sus oficinas en Guayaquil. Cuenta que le dijeron que vendiendo esos productos ganaría una buena cantidad de dinero y lograría más ingresos aún, si formaba equipos de trabajo, redes comerciales. Portes que estaba ahogándose se agarró a esa cuerda y no se arrepiente.
Su suerte cambió en 1996. Esa historia la cuenta con facilidad de palabra de vendedor, pero también con autenticidad. Su historia la desgrana antes de una reunión con sus ejecutivas de ventas. En la mesa hay algunos de los 950 cosméticos que ahora ofrece esa empresa, cuya gran mayoría de consumidores y el noventa por ciento de su rol laboral son mujeres. Por esas características tan femeninas, le digo que en nuestro medio es un poco usual que un hombre esté en este negocio con marca y olor a mujer.
“Como yo antes confeccionaba y vendía ropa de mujer, realmente no vi ningún problema. ¿Sabe por qué?: Porque es un negocio. Por ejemplo, si vendo ropa interior de mujer, eso no significa que me la voy a poner. –Argumenta mientras van llegando sus compañeras–. Esto es un negocio rentable. Usted tiene que administrarlo y lograr que haya más y más vendedoras”.
Muy endeudado
Comenta que 15 años atrás, cuando comenzó, no sabía absolutamente nada de cosméticos. Pero asistió a unos cursos básicos de cosmetología y maquillaje para poder utilizar ciertos tics. El resto lo fue aprendiendo en el camino, además asegura que la principal herramienta de trabajo es el catálogo que vende solo. Aunque él, casi desde un inicio, se dedicó a formar su red comercial para ganar más.
José Portes recuerda que estaba endeudado con casi veinte mil dólares. “Al comienzo le dije al gerente: Si me gano al mes 20 millones de sucres, me quedo porque así puedo ir pagando mi deuda. Él me dijo: Si tú aplicas lo que te hemos enseñado, esa cantidad va a ser muy poco. Mi primer cheque fue de 56 millones. Y es que ahí viene lo que se llama el poder multiplicador: yo lo invito a usted, usted invita a otro y ese otro invita a otro y así hacemos una red comercial”. Calcula que su red personal es de unas 500 personas.
En 1996 empezó en cero, pero ha ido escalando en la denominada “Escalera del éxito” y ahora su rango es de empresario diamante. Refiere que el que logra la cima, gana un bono de un millón de dólares. Cantidad que ganó una vendedora en Rusia. Él hasta ahora ha ganado un bono de 20 mil dólares. Solo tres personas lo han logrado en Ecuador.
Orgulloso cuenta que en estos años ha viajado a 30 países. Los viajes son dos veces al año, duran 10 días, con los gastos pagados y es cuando se reúnen e intercambian experiencias los más exitosos empresarios originarios de los 60 países donde opera la empresa. En julio el encuentro será en Suecia en homenaje a los 45 años de aniversario de la empresa y asistirán 6.000 empresarios. Uno de ellos será el exitoso José Portes.
Vuelta de tuerca
Una vuelta de tuerca en la vida de José Portes Yépez nos reporta que nació hace 59 años en Guayaquil. Su abuelo paterno fue un comerciante francés que trabajó en la empresa de ferrocarril. Su padre era de una familia adinerada. Tiene dos hermanos paternos. “Era hijo de otro compromiso y me crié solamente con mi mamá. Éramos muy humildes, teníamos problemas económicos. Recuerdo que cuando yo era chiquito mi mamá sufría porque no había para la comida”, –confiesa Portes.
El joven Portes no culminó sus estudios secundarios. Su juventud fue de sacrificios. Trabajó de fierrero en obras de construcción, como oficial en una mecánica automotriz, de conserje en una empresa de electrodomésticos y cuando fue ascendido a vendedor de cocinas y refrigeradoras José renunció a los dos meses. “Porque yo no quería ser vendedor –asevera al actual empresario de ventas–. Yo quería seguir Ingeniería Electrónica, pero no tuve las posibilidades económicas”.
A sus 24 años empezó a revender ropa que compraba en la Bahía. Después de un par de años, instaló un taller que confeccionaba ropa casual de mujer. Realmente eran réplicas de ropa de marca que estaban de moda. Así vendían al por mayor y las ganancias eran mayores. “Era un trabajo duro y había que invertir dinero. Pero ahí sí me gustó vender porque era mi negocio, sabía que iba a crecer y tendría la posibilidad de darle algo mejor a mis hijos”, manifiesta y cuenta que vendía en Guayaquil y también viajaba a los pueblos. Fue cuando empezó a tratar a las mujeres, dicha experiencia le ha sido útil. “Ahora que tengo un gran equipo y casi todas son mujeres. Trabajar con mujeres es bonito. Yo me siento como si estuviera en el cielo”, afirma y ríe con sus compañeras que han llegado a la reunión de trabajo.
La vida de José Portes cambió por un asalto. Ese asalto que complicó su vida y literalmente lo hizo morder el suelo. Pero de una u otra manera lo llevó donde ahora está.
“Si Dios quiso que eso pasara, me abrió otra puerta –expresa convencido–. Esas cosas te enseñan, por eso yo les digo a las que están en mi grupo: que se enamoren de lo que hacen, que aprovechen la oportunidad”. La vida puede cambiar por asalto.
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