Rolando Cerda: Gestor cultural en Salinas

17 de Marzo de 2013
Texto y fotos: Jorge Martillo Monserrate

Rolando Cerda y un puñado de personas están empeñados en transformar a la península de Santa Elena en destino cultural.

Este Quijote no lucha contra los molinos de viento. Su misión es que Salinas y la península de Santa Elena, a partir de este año, no solo sean un destino playero sino también cultural.

Este Quijote hace 64 años nació en Chile con los nombres de Rolando Cerda Castillo. En Santiago, con terno y corbata, era gerente de una importante empresa importadora. Su vida cambió en agosto del 2003, cuando por trabajo vino a visitar a proveedores de Ambato, Quito y Baeza. Sus tres hijos le pidieron venir a pasar con él sus vacaciones. “Y resulta que ellos fueron los que primero se enamoraron de Ecuador”, cuenta con una sonrisa mientras acaricia su barba canosa. Se hospedaron en Guayaquil.

Afirma que unas de las fascinaciones de su hijo fue comprando racimos de guineo por tan solo dos dólares, en Chile es carísimo. O cuando llovía, él se bañaba en plena acera con su hija menor bajo los chorros de agua que caían de los edificios, algo que por el frío era imposible hacer en su país. Además, Rolando después de desayunar en La Palma acudía todos los días al parque Seminario a observar por horas la rutina de las iguanas. Ya seducidos por Ecuador, en el 2004 se estableció en Salinas donde le pagaron una deuda con un tradicional café bar, ubicado en pleno malecón al que bautizó Rapa Nui.

En el 2008, conocí a Cerna, a quien todos en Salinas conocen como el Chileno, recuerdo refiriéndose a Chile, exclamó: “!Para qué voy a regresar a ese frío!”. Y es que en camisa playera, bermudas y zapatillas atendía su negocio frente al mar azul de Salinas. Para entonces iba a nacer su primera nieta ecuatoriana.

En Chile había soportado años de dictadura y era un escritor casi secreto. Rapa Nui abría todos los días de 07:00 a 04:00. Ofrecía desayunos, almuerzos, sándwiches, tortas y postres.

Era al final de la tarde que comenzaba su vida de bar con cocteles, licores y piqueos. Entonces desde su terraza se disfrutaba del malecón y la vista al mar. Al son de olas, en audio y video, se gozaba de buena música: blues, jazz y rock clásico. Los viernes y sábados la música era en vivo, y los domingos eran familiares porque la clientela, después de misa, llegaba tras conciertos de música clásica, ópera y jazz. Era un punto de encuentro de propios y extraños.

¿Qué les parece si conversamos sobre cultura y realizamos cambios en Santa Elena?... Me impuse en un plan bien ambicioso, un concepto de cultura itinerante y formativa para toda la Península”.
Rolando Cerda

“Los amigos músicos llegaban después de tocar en otros eventos y hacían música en Rapa Nui”, dice el Chileno evocando esas noches de bohemia. Como cuando Héctor Napolitano después de discutir con su mujer, él se quedó triste. “Agarró su guitarra y tocó y tocó de una forma tan maravillosa, fue como que se metió en la música misma”.

Tampoco olvida el viernes, cuando después de estar clausurado por el SRI, abrió recién a las nueve de la noche, justo pasaba el músico quiteño Cristian Hidrobo que solidario se puso a tocar el saxo y enseguida el bar se llenó y Cristian, en son de broma, puso a su lado un letrero que decía: “Este concierto es auspiciado por el SRI” y mucha gente se lo creyó. Recuerda entre su clientela a un español que todos los domingos acudía con sus hijos a los conciertos de música clásica. El primer domingo, el señor canceló su consumo más otra cantidad, explicándole: “Es lo mínimo, considérelo una propina porque le estoy enseñando a mis hijos que el arte hay que pagarlo”. Cerda confiesa que todos los personajes de su libro de cuentos Esto no es el paraíso visitaron su bar. Pero el año pasado, después de casi una década, Rapa Nui cerró ante nuevos horarios y otras medidas impuestas por las autoridades. Así era difícil continuar y además Cerda ya deseaba ser parte activa de una transformación cultural de Salinas.

Pro arte agita sus alas

En noviembre del 2012 después de diez años, Rolando Cerda regresó a Chile. En el trayecto se topó con unos argentinos y chilenos que habían visitado la Ruta del Spondylus y en malos términos se quejaban de que Montañita olía mal, que en Salinas no había bohemia y solo restaba irse a dormir. “Me dolió en el alma. Por primera vez sentí un dolor tan intenso como si yo fuera ecuatoriano”, cuenta el chileno.

En Chile decidió regresar pero para dedicarse por entero a la gestión cultural. A la semana de su retorno planteó en su Facebook: “¿Qué les parece si conversamos sobre cultura y realizamos cambios en Santa Elena? A los 30 segundos llegaron 20 repuestas positivas”.

Actualmente son 25 personas que tienen contactos y deseos de trabajar sin fines de lucro. Se reúnen todos los martes a las 19:00, siendo la sede el Centro de Eventos Spondylus –contiguo a la hostería El Descanso del Guerrero– y se han constituido como Fundación Pro Arte, se comunican por Facebook y el periódico electrónico Nuestra Colectividad.

“Me impuse en un plan bien ambicioso, un concepto de cultura itinerante y formativa para toda la Península”, manifiesta y refiere que han realizado el concierto del cantautor Segovita, mantienen una muestra permanente de artes plásticas, hay talleres de guitarra y poesía y el 31 de marzo presentarán el disco Ocarina, del músico Heber de Santis. Entre los eventos planificados están ferias de libro, gastronomía y turismo, festivales. Los interesados pueden encontrar más información en su blog ‘Bailando con mi sombra’.

Ese mediodía, al final de la conversación, Rolando Cerda emocionado confiesa: “Quiero que mis nietas, que son pinchaguas, estén orgullosas de su abuelo; que la gente diga: ese dirige una fundación a la que todo el año voy a ver gratis: cine, ópera, música y eventos culturales; quiero que la Península sea conocida no tan solo por su arena, playa y mar sino también por su cultura. Creo que ese será mi pago a todos los ecuatorianos”. Este Quijote llegó de Chile y cabalga por la cultura entre nosotros.

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