Un guayaco pura sangre del arte marginal
Travesía por el mundo artístico y subterráneo del pintor Jorge Jaén.
Como Negro Jaén es conocido en las altas y subterráneas esferas. Su nombre completo es Jorge Jaén Herrera, guayaquileño de 54 años. Artista marginal por opción y cuna de nacimiento. Ese mediodía acudimos al bar Mil Amores del barrio de la 18. Jaén, con lienzo, pinceles y pintura bajo el brazo. Allí, hace cinco años, realizó su exposición Platos a la carta. Colgó sus cuadros, pintó mesas, paredes y el cuarto de una trabajadora sexual. Pero esas huellas ya no existen. Pedimos un par de cervezas y después del primer sorbo, esta historia comienza.
“A mí siempre me gustó el dibujo”, cuenta y me lo imagino dibujando en su escuela. Ahora es el pintor de personajes y escenas marginales, algunas de un alto contenido erótico que le han valido censuras en galerías, museos y salones de arte.
“Jaén ocupa desde hace años uno de los sitiales más difíciles de obtener en cualquier escena: el de ser outsider (no de pose, sino acreditado por el trajín urbano), un original y perseverante hacedor de imágenes cuya temática y estilo desafían todo decoro, todo gusto relamido, toda sofisticación y todo rebuscamiento o abstracción intelectual (…). El corpus de su obra ha representado indistintamente en alegorías la patraña de la escena política, los malestares sociales, el fichero de personajes postergados, subordinados y marginales que configuran la identidad local, y las conductas soterradas que se esconden bajo la ficción de civilidad que vivimos”, reflexiona el crítico Rodolfo Klonfle Chambers en su blog Río Revuelto.
No siempre fue así. Jaén comenzó como publicista de exteriores. Su padre quería que fuera mecánico. Su vida empieza a cambiar a los 24 años cuando integra el taller del artista Manuel Ugarte, que organizó el Museo Municipal, y ya sin auspicio, los artistas terminaron pintando en la calle. Después fue parte del taller de artes gráficas Galo Galecio, de la Casa de la Cultura. En 1992, Gamba de arte fue su primera exposición colectiva y tres años después con Expresionismo criollo expone individualmente. Ahí ya aparecen como personajes sus característicos seres deformes moviéndose por escenarios populares de Guayaquil. Hacia el 2007, Jaén focaliza su obra en lo erótico y contestatario. Propuesta que gana fuerza en Chino-mono-longo, muestra que, junto con Wilson Paccha y Jorge Chang, iba a exhibirse en la galería El Mirador de la Universidad Católica, pero fue censurada y la colgaron en la galería dpm como Pequeñas anécdotas de la censura.
Santo o maldito
“Yo nací en los suburbios de Guayaquil, rodeado de estos personajes, entre mendigos, drogadictos y putas. Entonces voy enriqueciendo mi trabajo y va naciendo todo esto. La plena es que es mi mundo. Al caminar por Guayaquil nocturno te encuentras con escenas increíbles que todo el mundo ve, pero se hacen los locos y no quieren hablar del tema porque es la realidad que los políticos han creado”, explica Jaén entre humo de cigarrillo.
En dos oportunidades, Jaén participó en la Bienal Internacional de Pintura de Cuenca. En el 2004 con el tríptico Nocturno del celaje deslumbrante, en el que graficó la corrupción en Latinoamérica pintando a políticos desnudos con sus miembros erectos. “El alcalde de Cuenca quería sacar mi cuadro porque iban a ir las candidatas a Miss Universo y no quería que se encontraran con esta obra, pero las misses terminaron tomándose la foto con mi cuadro y no pasó nada”, sonríe y cuenta que en el 2008, los curadores de la Bienal, después de apreciar sus cuadros, visitaron un bar que él había pintado con escenas amatorias, le propusieron que hiciera lo mismo en Cuenca. Fue cuando transformó un bar clausurado y subterráneo en su obra Guayaerótica. Ese antro de paredes tatuadas con sus cuadros eróticos durante tres meses ofrecía Guayaerótica, trago preparado con guayusa y puntas, bandas de rock, recitales de poesía y todo lo demás. “Se convirtió en el bar de la Bienal, era Guayaquil trasladado a Cuenca, pero por su ubicación –al lado de una iglesia, frente al Municipio y rodeado de colegios– la cosa se puso tensa, aunque de eso se trata. La obra tiene que hablar por sí sola, porque una obra que no te hace estremecer no lo es”, sentencia.
Su siguiente propuesta fue en agosto del 2010. Desde la cafetería Barricaña, como un tour turístico, partía una chiva al son de banda de pueblo con todos los que deseaban degustar esos platos a la carta en un bar del barrio de tolerancia. ¿Por qué exhibir en la 18?, indago: “Para mí es uno de los lugares más emblemáticos de Guayaquil y porque creo que ninguna de las galerías ni los museos cumplían los requisitos que tiene este lugar: santo para las putas o maldito para la gente más formal, digámoslo así”, dice sin pelos en la lengua.
Meses más tarde lo invitan a Los caballos de colores, muestra que consistía en intervenir un caballo de acrílico que sería expuesto en sitios turísticos de Guayaquil. Pero los organizadores se arrepienten. Según Jaén, porque se enteraron de su exposición en la 18 y temieron el tono de su expresión. “Entonces yo, cabreado, cuenta, me viene la idea de Los burros de colores”. Elaboró una plantilla con la silueta del burro que debía ser rellenada sobre cualquier tipo de soporte. La primera muestra de burros fue en las paredes exteriores del MAAC.
Regreso a Guayaquil
“Los robaburros –policías metropolitanos– se me robaron 20 burros porque creían que era contra ellos”, comenta entre risas. Ese incidente con fotos se publicó en diarios y redes sociales. Durante un año, los burros se apoderaron de las paredes de diversas ciudades. “Los burros se convirtieron en una plataforma de denuncia, por ejemplo, afuera de una clínica donde un médico había hecho una mala práctica, amigos y familiares de la víctima pintaron un burro con la frase ‘La mataste”.
Jaén, el pintor irreverente, después de residir un puñado de años en Quito, está de regreso en Guayaquil, su Guayaerótica. En los últimos años dirigió talleres de artes plásticas con hombres y mujeres recluidos en penitenciarías y realizó con ellos exposiciones como Arte libre y sin barrotes y Herramientas de libertad. “Para conocer al ser humano se necesita estar en los manicomios y en las cárceles, porque ahí está realmente el dolor humano”. Cuenta que también tuvo la misión con talleres de encontrar talentos entre los niños que habitan en pueblos olvidados y fronterizos de Esmeraldas, Sucumbíos y Carchi. A partir de esa travesía, en la que conoció ese mundo oscuro donde hay todo tipo de tráficos, es que prepara, sin señalar a nadie, su exposición Tráfico y otros demonios, que con pinturas, esculturas e instalaciones desea dar cuenta de ese infiernillo. En estos días interviene artísticamente la Casa de las Comunidades, un edificio que será inaugurado el próximo mes como un proyecto del abogado Efraín Robelly. A Jaén le atraen los espacios alternativos. “Porque tienes un contacto con la ciudad, ahí están los personajes y las historias. Lo más bacán es que la gente que nunca va a un museo o una galería llega y es parte de la obra”, manifiesta.
Ese final de tarde en Mil Amores, doña María, dueña del bar, cuenta que meses después de la muestra, Marina, la mujer que alquilaba su cuerpo en el cuarto que pintó Jaén, fue asesinada por su chulo con cuatro puñaladas, porque ella quería retirarse del oficio más antiguo del mundo. Para cubrir esa tragedia, la habitación fue pintada.
Cuando suena Lavoe: “Hoy te dedico, mis mejores pregones/ Son mejor que los de ayer, compárenme criticones!/ Hoy te dedico, mis mejores pregones!/ Si no me quieren en vida, cuando muera no me lloren”. No nos queda más que pedir otro par de cervezas y punto final.
Porque tienes un contacto con la ciudad, ahí están los personajes y las historias. Lo más bacán es que la gente que nunca va a un museo o una galería llega y es parte de la obra”.
Jorge Jaén