Bienalsur: un antes y un después
La I Bienal Internacional de Arte Contemporáneo de América del Sur conecta a 32 ciudades en 16 países a través del arte y la tecnología.
Con el entretenimiento desparramado por todas partes, la ligereza como rasgo principal y la indiferencia dominándonos, la Bienalsur se ha propuesto abrir un paréntesis en medio de la vulgaridad para pronunciarse como reformulando un viejo refrán: si las calles no van al arte, el arte va a las calles. Esta megamuestra se viene tomando, desde septiembre, las calles de Buenos Aires, Santiago, Río de Janeiro, Guayaquil en noviembre y otras tantas hasta sumar 32 ciudades. Es que, aunque no se las ha excluido, en las cuatro paredes de los museos y galerías no cabe la biodiversidad que reúne esta bienal.
El 8 de septiembre pasado, en Buenos Aires se inauguró Bienalsur. O dicho de otra forma, un proyecto que en sus inicios se propuso convertir a América del Sur en una gran zona intervenida por las artes plásticas contemporáneas, lo que finalmente fue superado porque esa zona cubrirá una geografía aún mayor.
Esta es una bienal que va más allá de las fronteras conocidas porque, entre otras características, se desarrolla durante dos años, no solo cada dos. Desde sus cuarteles de la Universidad Tres de Febrero, con el aval del Ministerio de Cultura de la Argentina y la Unasur, Aníbal Jozami y Diana Wechsler, los mentalizadores, han establecido el kilómetro cero en Buenos Aires, el punto de partida de esta aventura que recorrerá 18.370 km hasta llegar a Tokio, atravesando 15 países.
Según Diana Wechsler, directora artístico-académica de la bienal, “Bienalsur es una plataforma dinámica de pensamiento y trabajo en red que busca establecer lazos de horizontalidad, por eso es multipolar y hace de cada sede un centro en relación con los demás”.
Para Ernesto Sábato, “la escisión del átomo de uranio en 1938 fue un hecho histórico que determinó que la física iba a dominar el mundo y que la tecnología iba a arrasar con el hombre. Este conquistó el mundo de las cosas con un gran riesgo para su alma, porque terminó cosificándose, él mismo se transformó en cosa, pagó un precio paradójico y trágico.
El arte, según sus reflexiones filosóficas, es la vía que permite la expresión de esta crisis total de la humanidad y quizá abre una posibilidad de salvación, porque en el arte está el ser humano en su totalidad”. Ahora que la amenaza de una guerra nuclear se balancea sobre nuestras cabezas, impulsada irracionalmente por dos ególatras que tienen en la punta de los dedos los botones de la más sofisticada tecnología de destrucción, las reflexiones de Sábato retumban por su incuestionable actualidad y, ojalá que no, por su carácter premonitorio.
Como dándole la razón a su abuelo intelectual Sábato, un pensador lúcido de altos quilates filosóficos, los argentinos, liderados por Aníbal Jozami y Diana Wechsler, se han tomado en serio el poder del maridaje entre las artes plásticas y la tecnología para acortar distancias y reconocer la diversidad como fuente interminable de creatividad.
La Bienalsur reúne en su primera edición a más de 350 artistas y curadores que vienen de 16 países con sus respectivas riquezas culturales a cuestas. La única directriz que se estableció desde un principio es que no hay directrices.
Según Diana Wechsler, “esta idea partió de un ejercicio de indisciplina, de una voluntad de transgredir todo lo que define a una bienal o trienal, identificar las normas establecidas para desplazarlas, atravesarlas o jugar con ellas de otra forma. Así fue como comenzamos, lo hicimos desactivando las normas. Si por costumbre estos eventos tienen un curador general, que elige un tema y a partir de él los artistas, siguiendo el circuito de la visibilidad y en consecuencia de lo comercial, nosotros hicimos lo contrario: abrimos el juego, aceptamos a quien quisiera enviar su propuesta, sin parámetros, sin límites, sin un tema convocante”.
Aunque la tecnología ocupa un papel importante, es solo un recurso, una caja de herramientas que facilita y hace posible la red que conecta y articula a los artistas, sus obras, sus orígenes, sus culturas y sus visiones del mundo. Lo de fondo son las ideas convertidas en obras de arte (instalaciones, videos, fotografías y demás expresiones) que hablan sobre la memoria, las migraciones, los problemas ambientales, las relaciones políticas, los desaparecidos, las dictaduras.
Sábato, en sus reflexiones filosóficas, afirma que “la novela tiene ideas –eso pertenece al mundo racional tal y como en la ciencia y la filosofía–, en el otro extremo tiene símbolos, mitos, pasiones, y ahí el hombre es la totalidad. Es la que permite la expresión de la crisis de la humanidad y una de las tentativas de su salvación”.
Él hace énfasis en la novela como medio fundamental para este propósito. Sin embargo, esta visión resulta limitante, puesto que las obras de los artistas que participan en esta primera edición llevan dentro el mismo contenido que enumera Sábato, convertido en expresiones plásticas que cumplen la función de un libro abierto que se comunica con la mente lógica, pero sobre todo con el misterioso mundo del inconsciente.
Al parecer, hay una paradoja que va cristalizándose en los tiempos que corren: mientras más información disponible y accesible, más desinformados estamos. Mucha información, poco contenido. Mucho de todo, pocas ideas. Si esto tiene que ver con la distancia que separa a las grandes mayorías del arte, la Bienalsur tiene como norte acortar esa distancia. ¿Cómo entra en juego la tecnología para alcanzar este propósito? Primero como un medio y no como un fin, esta permitirá al público asistir de forma simultánea a todas las zonas ocupadas por la Bienalsur.
Alrededor de las salas de exposición se han colocado pantallas que cumplen el papel de ventanas abiertas a lo que sucede en otras ciudades. Aplicaciones de realidad aumentada les permitirá a los asistentes conectarse con el resto de continentes, países y ciudades que se han ido sumando.
Entre los artistas que participan de esta primera edición: Anish Kapoor, Gran Bretaña; Leandro Erlich y Adriana Bustos, Argentina; Iván Grilo y Shirley Paes Leme, Brasil; Christian Boltansky y Tatian Trouvé, Francia.
Ecuador se suma en noviembre, con su sede en Guayaquil, con obras de Paúl Rosero y Adrián Balseca.