Glorias del museo Savitsky
En la ciudad de Nukus, República de Karakalpakstán, el descubrimiento de una muestra invalorable del arte ruso solo comparable a la del Hermitage en San Petersburgo... y la tragedia ecológica del Mar de Aral.
Karakalpakstán es una república autónoma de Uzbekistán, cuyo territorio cubre áreas del antiguo Jorezm, un poderoso estado que alcanzó su apogeo en el siglo X aC. Nukus, su capital, una moderna ciudad de estilo soviético perdida en el desierto, alberga uno de los mejores museos artísticos y culturales del mundo: el Museo Estatal de Arte Igor Savitsky.
Fundado en 1966, reúne alrededor de 90.000 piezas. Hay muestras arqueológicas halladas en el subsuelo local, tradicionales manufacturas uzbekas, esculturas antiguas de Persia y Egipto, e incluso una talla medieval francesa. Sin embargo, lo que realmente impresiona son los dibujos y pinturas de las vanguardias artísticas de los años treinta, cuarenta y cincuenta, que trataron de sobrevivir durante la época soviética.
Una arriesgada actividad
El artista plástico ruso, arqueólogo y coleccionista Igor Vitalevich Savitsky nació en Kiev en 1915. Viajó por primera vez a Karakalpakstán en 1950 como miembro de una expedición arqueológica y etnográfica. Decidió mudarse a Nukus y comenzó a reunir joyas, alfombras, trajes y otros objetos valiosos de esa región. Convenció a las autoridades locales de la necesidad de crear un sitio donde exhibirlas. En 1966 se inauguró el Museo Estatal de Arte y se lo nombró responsable.
Savitsky siguió buscando objetos para acrecentar el fondo del museo. Inicialmente se limitó a los descubrimientos arqueológicos y las piezas de etnografía local, pero poco a poco se fue interesando en el arte moderno. He aquí los inicios de una arriesgada actividad: coleccionar el arte prohibido de la Unión Soviética.
Desde 1932, el régimen estalinista había prohibido toda obra que no estuviera al servicio del «realismo socialista» soviético. Sobre los artistas fieles a sus ideales pesaban amenazas de tortura, cárcel y muerte. Savitsky, sin dinero ni ninguna otra ayuda, salvó 40.000 obras que ilustran el ocaso de la vanguardia rusa y las principales tendencias –el constructivismo y el cubofuturismo– que los artistas jóvenes cultivaban. Se trata de una extraordinaria colección de arte ruso del siglo XX, superada solo por la del museo de San Petersburgo.
Enemigo del pueblo
Pese a correr el peligro de ser declarado enemigo del pueblo, Savitsky contactó a muchos artistas que viajaban a Asia Central en búsqueda de la inspiración que el burdo «arte para el pueblo» les negaba. Visitó a los herederos de pintores proscritos y los persuadió de que le confiaran los lienzos. Llevó enormes rollos hasta Nukus: su desértico refugio en el noroeste de Uzbekistán, protegido de los comisarios por cuanto a nadie le preocupaba lo que allí pasara.
La enorme importancia de esta colección, así como la intrepidez de su hazaña lograron reconocimiento meses después de su muerte, cuando se puso en marcha la Perestroika (abril de 1985). Nukus, una ciudad que había estado cerrada a los visitantes durante el poder soviético, se abrió al mundo en 1991, con el acceso de Uzbekistán a la independencia. Hasta 1998, año que The New York Times publicó un artículo sobre el museo, nadie, fuera de los círculos especializados, conocía de su existencia.
Tras la publicación llegaron turistas, pero también personas inescrupulosas que, dinero en mano, pretendían apropiarse de alguna que otra obra. Se toparon con Marinika Babanazarova, sucesora de Igor Savitsky y actual directora del museo, quien ha dedicado más de 25 años de su vida a mantener la colección intacta: «Karakalpakstán es un país muy pobre, y este museo, su único tesoro».
Paisajes de un difunto
Paseando por las climatizadas y amplias salas, nos llama la atención un grupo de cuadros que tienen como tema central el mar de Aral, los pescadores faenando en sus barcos y la inmensidad de su azul. Estas escenas resultan conmovedoras porque el cuarto mar interior de nuestro planeta está en vías de desaparición.
Su área aproximada en 1960 era de 68.000 km² y su volumen de 1.100 km³. El proceso de desecación lo ha convertido en quizás el peor desastre ecológico de la historia. Entre 1954 y 1960, el gobierno de la antigua URSS ordenó la construcción de un canal de 500 km de longitud que tomaría un tercio del agua del río Amu Daria para irrigar una enorme extensión de tierra donde se cultivaría algodón.
La necesidad cada vez mayor de agua, debido a la mala gestión de su transporte y a la falta de previsión y eficiencia del riego, supuso tomar agua de otros ríos que desembocaban en este mar.
El proceso de desecación ha dejado al descubierto cerca de 30.000 km² de arenas salinas, que el viento lleva en millones de toneladas hasta distancias superiores a los 200 km. También produjo que el nivel de las aguas descendiera de 53 a 36 m. La pesca comercial desapareció y el uso indiscriminado de fertilizantes y pesticidas ha acarreado muchos problemas de salud sobre la población.
El toro, de Lysenko
Nos detenemos largo rato a admirar un azulado toro sobre un fondo en las mismas tonalidades. De su autor, V. Lyssenko, poco se sabe, salvo que fue arrestado en la década del treinta y seguramente murió en alguna sórdida isla del Gulag, lugar de encarcelamiento de los prisioneros políticos. El Premio Nobel de Literatura 1970, Alexander Solzhenitsyn, en su famosa obra Archipiélago Gulag (1973) compara los dispersos campos de trabajo forzado con una serie de islas y lagos.
¿El crimen de Lyssenko? Haber fomentado la contrarrevolución pintando cuadros como los del toro, hoy emblema del museo.
El desierto del arte prohibido
El Cinema Village de Nueva York y el Laemmle Music Hall de Los Ángeles proyectaron los pasados 11 y 18 de marzo El desierto del arte prohibido (The desert of forbiddent art), de Amanda Pope, y Tchavdar Georgiev, un documental estadounidense que narra la extraordinaria aventura de Igor Savitsky. Desde entonces el documental está presente en algunos festivales internacionales.