‘La creación’: De la delicadeza del lienzo a la rudeza de la pared
La obra del artista cuencano, radicado en la capital, forma parte de la Galería de Arte Urbano de Quito. El mural de Ricardo Dávila refleja su conexión con la naturaleza.
“Crear siempre es estimulante” aunque en esta ocasión la experiencia “maravillosa” podría no repetirse, expresó de manera infidente Ricardo Dávila, pintor cuencano que participó en el proyecto Galería de Arte Urbano, organizado por el Municipio de Quito.
Aquello de cambiar el lienzo por la pared y el pincel por la brocha no resultó tarea fácil, y no porque trabajar en la calle sea la dificultad sino porque no pudo lidiar con la contaminación capitalina.
La creación de Dávila luce en uno de los cerramientos del colegio militar Eloy Alfaro, ubicado en la av. Amazonas y av. Orellana, una de las más transitadas de Quito, un ambiente que contrasta enormemente con la tranquilidad de su hogar.
Dávila vive en Amaguaña, uno de los valles quiteños ubicado al sur oriente. Su hogar lo edificó en una casa antigua de adobe y madera, restaurada y asentada dentro de una finca de 5.000 metros cuadrados. Ahí disfruta casi a diario de un baño de agua de vertiente a 8 grados de temperatura y del sonido del agua corriendo en el río, el trinar de las aves y el ruido de las ramas de los árboles golpeándose entre sí.
Fue ese hábitat, precisamente, el que quiso plasmar en la ajetreada avenida: el cuidado a la naturaleza y la inclusión del ser humano en ella para protegerla no para destruirla.
Es así que siguiendo el rumbo del tránsito, en sentido norte-sur, el mensaje indica el nacimiento de la vida. Las gotas de agua representan el núcleo de la vida; esa fuente, a su vez, da origen a las plantas, a los frutos, a la fauna.
Luego viene la metamorfosis que experimenta el ciclo de la vida, el nacimiento de las mariposas y las aves y en un segundo tramo aparecen unas manos que la protegen; una manos que cuidan de la especie más inocente: la flora y la fauna.
Hacia el final de su mensaje, plasmado en 241 metros cuadrados de acrílico sobre pared, surgen una rosas y en el corazón de éstas empiezan a formarse aves que vuelan libremente.
Por esa relación innata que debería tener el ser humano con la naturaleza, cambiar el sonido de la madre tierra por el ruido de los carros y la contaminación, es que pintar el mural le resultó incómodo.
Como anécdota cuenta que para soportar el olor de la combustión utilizó casi a diario una mascarilla que le ayudó a respirar, y para no retrasar el trabajo hundió hasta el fondo el acelerador artístico. Así, solo tomaba 20 minutos de descanso para “comer algo” y seguir la jornada.
Demoró ocho días en pintar el mural de 300 metros cuadrados en la avenida Amazonas, trabajando desde las 08:00 hasta casi terminada la luz del día. Gracias a esa dedicación ahora el muro luce colorido y con figuras que invocan al cuidado del medio, a la cultura y al patrimonio. Trabajar en medio “del tráfico insoportable” con “humaredas” constantes fue una nueva experiencia en medio de su apacible trayectoria. Utilizar la pintura de pared, las brochas, el soplete y los aerosol de grafiti le permitió amar con mayor fuerza la suavidad del lienzo, el pincel y el óleo.
El pintor cuencano, radicado en Quito desde hace cuatro décadas, fue uno de los nueve pintores nacionales de renombre que estuvieron convocados para impregnar su arte en muros, túneles, puentes y otros espacios públicos de la ciudad.
La ruta artística en la ciudad se enriquece con la exposición de réplicas de consagrados y fallecidos autores, pasando por pintores modernos y contemporáneos.
Dávila es un artista contemporáneo consagrado. Su primera pintura la plasmó sobre un plato de barro con un tema navideño que aún conserva en su taller.
Y aunque para este año no tiene intención de presentar su obra en Quito, sí lo hará en Cuenca, su ciudad natal, de donde salió a los 13 años para consolidarse como el artista reconocido que es. El próximo año, sin embargo, expondrá en Quito “en una gran presentación” más de su obra. Su intención es transmitir, compartir y tornar vivencial el arte de pintar. Busca que la gente reconozca la importancia de pintar y aunque está consciente de que puede ser un hueso duro de roer no retrocederá en el intento.
Ricardo Dávila ha llevado pintura a distintos lugares del planeta, entre ellos Lima, Caracas, Valparaíso, Washington, Miami, Seúl, Ginebra, a diferentes ciudades de Europa y Asia.