La Isla de los Museos
La capital alemana alberga monumentales estructuras museísticas...y también su incomparable Bienal de arte contemporáneo.
Viajé a Berlín por primera vez en noviembre de 1990, al año siguiente de la caída del muro. Mi vecino, un chileno que cumplía años justamente el 9 de noviembre, me pidió como obsequio un pedazo de muro. No fue difícil conseguírselo: cientos de improvisados comerciantes vendían pedazos de muro en la Puerta de Brandeburgo y a lo largo de los 45 kilómetros que dividían Berlín en dos.
Se cuenta que ante la creciente demanda los vendedores se veían obligados a fabricarlos en casa. Adquirían toneladas de cemento, y asimismo pintura en aerosol a fin de cubrir la superficie de los recién elaborados fragmentos con grafitos y mensajes políticos. Mi amigo regresó a Chile, llevando en su maleta el regalo que le había ofrecido en un lejano noviembre. Siempre me ha quedado la duda de si le compré una copia o un original.
Este año decidí volver a la capital alemana, tenía cuatro días de vacaciones y muchos deseos de ver la que hoy se considera una ciudad en plena efervescencia cultural.
En la isla Spree, en el centro de Berlín, se encuentra uno de los mejores complejos museísticos de Europa: la Isla de los Museos (Museumsinsel), declarada Patrimonio de la Humanidad por la Unesco en 1999.
La idea de crear un barrio dedicado al arte y a las ciencias surgió del rey Federico Guillermo IV de Prusia en 1841; y, en el lapso de un siglo, se construyeron 5 museos de estilo arquitectónico diferente: el Museo Antiguo, el Museo Nuevo, la Galería Nacional Antigua, el Museo Kaiser-Friedrich o Museo Bode y el Museo de Pérgamo.
El Museo Kaiser-Friedrich o Museo Bode
El edificio coronado por una cúpula de marrón cobrizo parece emerger de lo profundo de las aguas del río Spree en la punta norte de la isla.
Más de un siglo de historia se esconde tras los muros de este museo que abrió sus puertas en 1904. Inicialmente recibió el nombre de Kaiser-Friedrich Museum, en honor del emperador alemán Federico III; y en 1956 se lo rebautizó con el nombre del director que mayormente había aportado al enriquecimiento de las colecciones, Wilhelm von Bode.
Una estatua ecuestre del emperador recibe al visitante en el vestíbulo. Las 64 salas, distribuidas en tres plantas, albergan unas 750.000 esculturas, pinturas y otros valiosos objetos de las épocas romana, romántica, medieval, renacentista y barroca.
La colección numismática del museo cuenta con 102.000 monedas griegas, 50.000 romanas, 160.000 europeas de la Edad Media y tiempos modernos, y 35.000 del oriente islámico.
El Museo Antiguo
Como su nombre lo indica, es el museo más antiguo de Berlín y el primer edificio a nivel mundial diseñado para cumplir esa función. Tiene 87 m de longitud y 57 m de alto; las 18 columnas de su vestíbulo, similares a las de un templo griego, le confieren un aspecto impresionante. Se construyó entre 1825 y 1828, y en un principio albergaba cuadros procedentes de castillos berlineses y de dos colecciones privadas. En 1904 se convirtió en el museo de las antigüedades del mundo clásico.
En sus salas recién renovadas se exponen esculturas griegas, romanas y etruscas, estatuas de piedra, figuras de arcilla y bronce, jarrones, frisos, adornos de oro y tesoros de plata. En el centro del museo se yergue una magnífica rotonda inspirada en el panteón romano.
El Museo Nuevo
Durante la Segunda Guerra Mundial, los bombardeos de las tropas aliadas destruyeron en parte el edificio que había sido creado a mediados del siglo XIX como una extensión del Museo Antiguo para las colecciones egipcias.
Las ruinas pasaron décadas a la intemperie. El renacimiento del museo comenzó en 1997, cuando el arquitecto británico David Chipperfield ganó el concurso internacional convocado para su reconstrucción. Los trabajos se pusieron en marcha en el 2003. A su término, en el 2009, se habían invertido 292 millones de euros.
Chipperfield recobró el volumen original de 20.000 m², restaurando las partes dañadas y construyendo áreas completamente nuevas que se fusionaban a la perfección con las primigenias.
El Museo Nuevo ofrece una visión global de los reinos del Nilo: Egipto y Sudán, en sus aspectos culturales –muerte, culto a los dioses, realeza y vida cotidiana– e históricos.
En una sala especial está expuesto el busto de Nefertiti, una pieza esculpida hace unos 3.500 años en yeso y caliza policromados. La inigualable belleza del rostro de la reina egipcia se debe al delicado tallado de sus rasgos y a los suaves tonos rojizos de su piel. ¡Hasta los tendones de su grácil cuello están fielmente representados!
La Galería Nacional Antigua
Se fundó en 1861 y el edificio semeja un templo romano. Las primeras piezas de su colección provenían de una donación hecha por el banquero Joachim Heinrich Wagener al rey Guillermo I.
El legado incluía obras de artistas alemanes, pero también de pintores y escultores franceses, belgas y de los Países Bajos. Ese fondo patrimonial siguió creciendo y actualmente las corrientes artísticas del siglo XIX –romanticismo, realismo e impresionismo– están muy bien representadas.
El Museo de Pérgamo
El primer Museo de Pérgamo se inauguró en 1901. Errores de ingeniería llevaron a que se lo demoliera años después. Se emprendió una segunda edificación en 1910, que solo pudo ser terminada en 1930, a causa de conflictos bélicos, políticos y económicos.
Cabe resaltar la originalidad del concepto que guió su reedificación: no se lo levantó para que acogiera obras de arte, sino que estas llegaron primero, transportadas en piezas desde los sitios de excavación. Reconstruidas posteriormente, esas maravillas arquitectónicas se convirtieron en las estructuras del edificio.
Entre los monumentos que le han dado reconocimiento planetario (un millón de visitantes al año), destacan el Altar de Zeus de Pérgamo, la puerta del mercado de Mileto, la fachada de Mshatta y la puerta de Ishtar.
¡MONUMENTALES!
El Altar de Zeus de Pérgamo
Se trata de una monumental estructura del siglo II a.C. dispuesta en forma de U, con una amplia escalinata que da acceso a una plataforma sobre la que se apoya una columnata de estilo jónico.
Un friso de 120 m de longitud ricamente esculpido ornamenta el zócalo. Uno no puede dejar de extasiarse ante la representación en altorrelieve de la Gigantomaquia, es decir, la lucha de los dioses griegos contra los gigantes.
Las 100 figuras de 2,28 m de altura gozan de gran expresividad y dinamismo. Se cree que unos 40 escultores participaron en su realización. Esta edificación religiosa se hallaba al sur de la acrópolis de Pérgamo, antigua colonia griega en el hoy territorio turco.
La puerta del mercado de Mileto
Mileto era una ciudad griega situada en la costa occidental de Anatolia (actual provincia de Aydin en Turquía). Cuando el emperador Justiniano en el año VI fortificó la ciudad, integró la puerta de entrada del mercado en la muralla.
Sus 28,92 metros de ancho por 17 metros de altura constan de tres entradas del mismo tamaño, protegidas por un saliente que se asienta sobre una serie de ocho columnas dispuestas en parejas.
En la parte superior también hay tres puertas, pero estas son ciegas y de dimensiones más reducidas. Las ocho columnas que sustentan el saliente del segundo nivel son igualmente de menor tamaño.
Magníficas esculturas, como la del emperador Trajano con su brazo distendido o el busto de Adriano, engalanan la sala de exposición.
La fachada de Mshatta
Esta fachada perteneció al palacio del mismo nombre localizado en pleno desierto, a unos 30 km al sur de Amán, hoy capital de Jordania. Es una construcción que data de los albores del arte islámico (siglo VIII).
La sección de la parte inferior del muro sur del palacio que se exhibe mide 33 m de largo por 5 m de alto y luce sendas torres en los extremos. Un friso con molduras de exquisito tallado recorre la fachada creando espacios triangulares decorados con rosetas, zarcillos de uvas y animales reales e imaginarios.
La puerta de Ishtar
Era una de las ocho puertas monumentales y la entrada principal a las calles y templos interiores de Babilonia. Sus dimensiones (14 m de altura por 10 m de ancho) y la técnica utilizada en su decoración la hicieron famosa. Sobre un fondo de ladrillos esmaltados de color azul, tintados con polvo de lapislázuli, una comitiva de leones, dragones y toros se dirige hacia la abertura de entrada.
La Puerta de Ishtar formaba parte de una majestuosa vía sacra (la Vía Procesional) de una longitud de 250 m, que ostentaba un friso de 120 leones con las fauces abiertas.
No me cabe ninguna duda sobre el regalo que me ofrecí. Regresé a París con un original: el recuerdo de una inmersión deliciosa en el mundo del arte y la cultura que la isla Spree ofrece a sus visitantes.