La Primera Guerra Mundial: ¿Adiós a las armas?
A los cien años de su inicio, la conflagración mundial y sus pavorosas dimensiones fueron motivos de extraordinarias visiones novelísticas.
Las novelas atesoran las memorias de los grandes acontecimientos históricos que marcan el derrotero de la humanidad. Los escritores también resaltaron el dolor y el heroísmo de aquella guerra de consecuencias mundiales que empezó el 28 de junio de 1914 cuando el archiduque Francisco Fernando fue asesinado en Sarajevo.
Con una sola frase, el novelista norteamericano David Markson (La soledad del lector, 1996) hace notorio el absurdo de la guerra con sus heridas irreparables: “Ya sonaban las campanas de la iglesia, anunciando el armisticio de noviembre de 1918, cuando la familia de Wilfred Owen se enteró de que lo habían matado en el frente una semana antes”. Esta situación incomprensible, condensada en la familia Owen, a cualquiera le haría padecer de desesperación. ¡Cómo es posible morir cuando ya la guerra se está acabando!
En Occidente, la guerra de Troya da nacimiento a la literatura: La Ilíada y La Odisea son un intento por tomar conciencia de la zozobra a la que los pueblos son llevados por tanta mortandad. En el acto primitivo del soldado que elimina al prójimo, los novelistas han buscado comprender la profundidad de la excitación que anima toda batalla. Pero lo han hecho con la risa y con el llanto, tratando de darle un lugar al sinsentido que enfrenta, hasta la muerte, a unos humanos con otros.
A reírse de la guerra
Los hechos guerreros están plagados de sucesos horrorosos. Pero el escritor checo Jaroslav Hašek (1883-1923) publicó en 1921 y 1922, Las aventuras del buen soldado Švejk, una novela satírica que no pudo terminar porque murió repentinamente de tuberculosis, pero que ha sido considerada una de las grandes obras de las letras universales.
El protagonista es Švejk, “declarado idiota por la comisión médica militar”, que vive de la venta de perros a quienes les inventa falsos pedigrís. Su aventura/desventura comienza al día siguiente del asesinato del archiduque Francisco Fernando, cuando es arrestado como sospechoso por burlarse de las circunstancias de aquel acontecimiento: “¿Para qué sirve la policía si no para que nos castigue por no haber tenido pelos en la lengua?”.
La lógica de Švejk le hace creer que, cuando hay que disparar, “es más fácil acertar en un gordo que en uno flaco”. Alistado en el ejército austrohúngaro, Hašek estuvo en la guerra, aunque después abrazó la causa bolchevique. La novela pone en el centro “a un hombre desaliñado que no se da cuenta de la importancia que tiene para la historia de la magna época moderna”. Es curioso que una de las primeras manifestaciones literarias antibelicistas haya sido un texto para matarse de risa.
La felicidad en la guerra
¿Es posible, aunque sea ilusoriamente, creer que una guerra traiga algo de felicidad? El novelista francés Raymond Radiguet (1903-1923) publicó El diablo en el cuerpo en 1923. Los protagonistas son dos jóvenes, él cumple 16 años y Marthe 19 en pleno desarrollo de las acciones bélicas; ella está casada y su marido está peleando. Ambos experimentan un romance como “una aventura en la que hasta un adulto se hubiera encontrado en apuros”. En esta perspectiva, para muchos jóvenes y niños la guerra fue “cuatro años de grandes vacaciones”.
Pensando en el marido que ha ido a la guerra, el amante afirma: “Le debía a la guerra mi naciente felicidad”. He aquí una paradoja: el final del conflicto sería el final del amor, cuando los combatientes regresaran al hogar. Esa felicidad es una forma del egoísmo, pues la alegría de los otros causa pena en uno: la paz supondría el término de la aventura amorosa.
Pero el protagonista es tan joven que no distingue entre amor y deseo: “Deseaba llegar a ser pronto lo bastante fuerte para prescindir del amor y no tener que sacrificar así ninguno de mis deseos”. Al inicio, el joven dice: “Voy a exponerme a grandes reproches. Pero, ¿qué le voy a hacer?”. Esta novela supone la búsqueda de una madurez imposible, en la que la muerte que ronda a todos es el destino de un amor prohibido.
PRIMERA Guerra Mundial, literatura y artistas
• Albert Camus era un bebé cuando su padre murió en la Batalla del Marne.
• Ludwig Wittgenstein fue distinguido por su valor tres veces durante la guerra.
Peleó contra los Aliados.
• Paul Wittgenstein, pianista y hermano del filósofo Ludwig, perdió el brazo derecho en la guerra. Después les encargó a Prokofiev, a Ravel y a Richard Strauss que compusieran para él obras para una sola mano.
• Gillaume Apollinaire casi quedó paralizado por una herida en la cabeza.
• Alain Fournier murió en acción a menos de dos meses de iniciada la guerra.
• La epidemia mundial de influenza de 1918-1919 mató a cuarenta millones de personas; entre ellos a Apollinaire y a Egon Schiele.
En medio del combate
El escritor norteamericano Ernest Hemingway (1899-1961) publicó la novela Adiós a las armas en 1929, en la que retrata otro tipo de experiencia amorosa ligada con la guerra. Hemingway fue herido en 1918 en el frente de batalla italiano, pues era chofer de ambulancia, y conoció en Milán a Agnes, una enfermera norteamericana de quien se enamoró perdidamente; por eso hay rasgos autobiográficos, ya que una de sus máximas era escribir solamente de aquello que conociera bien.
Los protagonistas de la pasión, el joven soldado Frederick Henry que sueña con casarse con la enfermera Catherine Barkley, son emblemas del impedimento amoroso por la carnicería desastrosa que trae la guerra. ¿Cómo se puede amar en momentos en que el odio se ha vuelto una motivación para el día siguiente? ¿Qué afectos pueden desarrollarse cuando los seres humanos se aniquilan masivamente?
En la introducción de 1948, Hemingway desnuda el horror: “Todos aquellos que buscan beneficios en la guerra y que ayudan a provocarla deberían ser fusilados, en el primer día de la guerra, por representantes acreditados de los ciudadanos leales del país contra el que van a pelear”. La novela expone las esperanzas de todo soldado por sobrevivir y, por tanto, de hallar la felicidad cuando la conflagración termine: “Yo sabía que no iba a morir. No en esta guerra. No tenía nada que ver conmigo. No me parecía más peligrosa que la guerra de las películas”.
¿Sin novedad en el frente?
Sin novedad en el frente es la novela del escritor alemán Erich Maria Remarque (1898-1970), publicada en 1929 como folletín, a partir de las experiencias del escritor que a los 18 años ya estaba en el frente alemán. La guerra acabó cuando él contaba con 20 años, y se consideraba miembro de una generación que “había sido destruida por la guerra, no obstante haber escapado de la metralla”. La visión de Remarque es la del desengaño, que se queda sin palabras para describir la miseria en que quedaron los que fueron sepultados en los campos.
Remarque terminó siendo muy crítico del nacionalismo alemán que veía en la guerra un modo de concretar los afanes imperiales de su país. El joven soldado Paul Bäumer revela cómo la guerra lo va convirtiendo en bestia salvaje dispuesta a matar. Una queja generacional recorre el libro; al referirse a los instructores militares, dice: “Habrían debido ser para nosotros, jóvenes de 18 años, los mediadores, los guías, que nos condujeran al mundo de la madurez, al mundo del trabajo, del deber, de la cultura y del progreso, hacia el porvenir… La noción de la autoridad, que representaban, les otorgaba a nuestros ojos mucha más perspicacia y sentido común. Pero el primero de nosotros que murió echó por los suelos esta convicción”.
Un suicidio europeo
El novelista francés Jean Echenoz (1947) publicó 14 en 2012, una novela en la que cinco hombres parten, con sus miedos y esperanzas a cuestas, hacia el frente de combate. El drama que experimentan se intensifica porque hay familias enteras que esperan su regreso, y nadie sabe si van a volver. Incluso se preguntan en qué estado físico y mental retornarán. La novela entra en los sentimientos de quienes están en la vanguardia y la angustia de los que quedan en casa.
Anthime es un soldado que tiene la suerte de volver. Blanche lo atiende y, sin darse cuenta, le reprocha que haya vuelto tan bajo de peso. Este reclamo produce escalofríos porque ella no ha reparado en “descontar los tres kilos y medio menos que viene a representar la pérdida de un brazo”. Anthime ha vuelto manco.
Con esta novela, ha dicho Echenoz, “no trataba de hacer un volumen proporcional a las dimensiones de ese ‘suicidio europeo’, que fue una contienda plenamente industrial, en donde se produjo un armamento gigantesco; solo he querido ser alusivo de la magnitud del fenómeno”.
Maréchal de Saxe, un estratega militar francés, en el tratado Ensueños sobre el arte de la guerra, de 1732, escribe: “El corazón humano es el punto de partida de todas las cosas que atañen a la guerra”. Los novelistas han tratado de observar la guerra en las dimensiones del corazón, porque los hombres, en su locura de poder, no han podido decirle un adiós definitivo a las armas.