Lo llaman el Basquiat colombiano
Óscar Murillo irrumpió en el circuito de los grandes artistas contemporáneos. De la pobreza surgió este joven cuyas obras cuestan cientos de miles de dólares. Se lo compara con Jean-Michel Basquiat.
En junio del 2013, los círculos del arte en Londres se sorprendieron cuando la obra Sin título fue subastada en la casa Christie’s, por un valor de más de 390 mil dólares. La curiosidad ante semejante cantidad los puso atentos por saber quién era el autor de esa obra vendida, si se compara, al precio de un Botero. Se enteraron de que se trataba de un artista emergente, latinoamericano, precisamente de Colombia: Óscar Murillo, calificado como la reencarnación artística y física del fallecido graffitero estadounidense Jean-Michel Basquiat, quien murió a los 28 años y dejó como legado su revolución en los 70: una mezcla de grafito, collage, serigrafía y lenguaje publicitario.
Ante esto, el crítico colombiano Miguel González definió la obra de Murillo como “una figuración fuerte y contestataria, inspirada en la transvanguardia italiana y el neoexpresionismo de los años 80. Se le relaciona con Jean-Michel Basquiat y eso juega en su contra, porque nadie puede ser el nuevo Basquiat”, (elpaís.com.co).
Moreno, de pelo crespísimo, Óscar nació en La Paila (Valle del Cauca) en 1986. Su familia se mudó a Londres cuando él tenía diez años, por lo que experimentó un choque cultural considerable que le provocó gran curiosidad por los desplazamientos, espaciales y temporales. Esa inquietud se ve reflejada en su pintura y performance, que aparecen articulados entre sí.
“Mi relación con Colombia era, hasta ayer, solamente personal. En este país apenas se está conociendo mi trabajo. Nací en Colombia y mi familia es colombiana, pero yo no soy un artista colombiano”, enfatiza Óscar en un periódico de su país.
Junto con sus padres trabajó en una empresa de limpieza. Durante su juventud dedicó bastante tiempo al fútbol e incluso pensó en convertirse en un jugador profesional, sin embargo, el arte pudo más que la pelota. En la escuela, el arte se convirtió en una especie de terapia psicológica ante la dificultad de comunicarse en una nueva lengua. Consiguió una beca en la Facultad de Artes Plásticas de la Universidad de Westmister y al graduarse consiguió una plaza en el Royal College of Art donde hizo un masterado en pintura. Aparte de encargarse de la limpieza en un estudio de yoga, Murillo trabajó también como ayudante de una galería, donde conoció a un famoso escultor austriaco, quien le compró una de sus pinturas.
“Conocer a Franz West en el 2009 todavía es uno de los momentos más importantes de mi vida. Aunque ya murió sigue siendo uno de los artistas que más admiro. Yo trabajaba como técnico en una galería y un día llevé una de mis obras. Él la vio y le gustó. Se la quise regalar, pero me dio mil dólares por ella”, destaca Murillo, quien vive en Londres.
En el 2012, Murillo fue el primer artista en hacer una residencia en el Rubell Family Collection de Miami. Donald y Mera Rubell, dueños de una de las mayores colecciones privadas de arte contemporáneo del mundo, le abrieron las puertas al artista para que viviera durante varios días en su galería. En su corta carrera, el hijo de recolectores de caña en su país natal, ya tiene a su haber más de 23 exposiciones en importantes galerías y museos de Los Ángeles, Berlín, Nueva York, Milán y Londres, entre ellas, la que lo representa, la Saatchi Gallery de la capital inglesa.
Más conocido, más dinero
Su popularidad creció tanto que sus obras han formado parte de la publicidad de Comme des Garçons, la marca de ropa de la diseñadora de modas japonesa Rei Kawakubo, que apoya a artistas jóvenes. En Sotheby’s vendió otro de sus trabajos por $ 177.456 y Phillips por $ 224.145; solo la galería que lo representa le compró ocho de sus pinturas. Entre sus obras hubo una que cautivó a Leonardo DiCaprio, quien gastó más de $ 400 mil, pagando más de diez veces el valor original.
“Al principio no tenía relación con galerías, pero me invitaron a una exposición colectiva en Los Ángeles en el 2010 y ahí empezó el reconocimiento de mi trabajo”, recuerda el artista. En ese contacto con las mejores galerías podría estar una respuesta a su tumultuoso ascenso.
El colombiano también ha fichado por David Zwirner de Nueva York, una de las galerías más pujantes del mundo, que representa, entre otros creadores, a maestros del arte de posguerra como Dan Flavin o Donald Judd. Para la obra Una novela mercantil, en la mencionada galería (cuya muestra terminó el reciente 14 de junio), Murillo optó por una instalación, en vez de exponer lienzos y papeles nuevos. Una propuesta que puede tener sentido como estrategia de marketing ya que infinidad de coleccionistas (muchos, por cierto, asiáticos) están deseosos de adquirir sus telas.
En los últimos años sus performances han incluido cocteles, residencias, cenas con coleccionistas, exposiciones, entrevistas con influyentes curadores y fiestas, baile, cocina y yoga, y el resultado de algunas de estas acciones son lienzos del artista que, como tapetes de papel carbón, recogen los gestos y sudores de todas esas experiencias.
Lucrecia Piedrahíta, curadora de arte colombiana, señala que estaba en el lugar correcto, en el momento indicado y tenía las citas con las personas que era. “Empieza a ser reconocido porque alrededor de su trabajo se hacen especulaciones desde el mundo del arte. El gran público lo conoció por esas cifras de dinero altísimas, pero no precisamente porque su obra haya entrado con una fuerza contundente y haya propuesto un lenguaje nuevo. Cuando uno
reconoce quién es él y a mirar su proceso, nos encontramos con un artista común y corriente, de tantos otros que tenemos en Colombia, que se la buscan y se la luchan todo el día”.
Para Piedrahíta, quien ha empezado a revisar su trabajo, a analizarlo, le parece que no está haciendo una obra opuesta a la corriente de lo que la mayoría de artistas contemporáneos está haciendo: el tema de lo urbano, del grafiti, del lienzo sucio, al estilo de Jackson Pollock, la mezcla de técnicas. “Considero que es un artista en formación. Su obra no tiene una individualidad, con un sello particular que diga esa obra la hizo Óscar Murillo. Creo que está en la búsqueda y el coleccionista europeo está encontrando un cierto desparpajo, el abordar la obra sin ningún tabú, el lienzo pasado por sus miles de manos y esa carga emocional tan importante. No podemos pensar que solo unos pocos artistas colombianos acceden a un circuito internacional y eso es lo que tenemos que valorar”. (A.C.J.)
Fuentes: agencias, www.semana.com
(Colombia), www.saatchigallery.com