Toty vuelve al escenario
‘El hijo de la novia’ llega al Teatro Sánchez Aguilar con Toty Rodríguez en el rol de la galardonada Norma Aleandro.
Norma padece de alzhéimer, Toty tiene una muy buena memoria. Las fuerzas de Norma decaen a consecuencia de su enfermedad. Toty tiene su energía al máximo. El regreso de Toty Rodríguez al teatro guayaquileño se da con un papel opuesto a ella, según afirma la actriz, pero al mismo tiempo es un rol que ama y que la conmueve.
Ese personaje es Norma, la esposa de Nino y madre de Rafael. Es probable que al leer esos tres nombres juntos, un recuerdo salte en su memoria gracias al filme El hijo de la novia, estrenado en 2001, bajo la dirección de Juan José Campanella. Entonces, los roles principales fueron los actores Ricardo Darín, Norma Aleandro y Héctor Alterio.
En la cinta, se narra la transformación de Rafael, quien a sus 40 años es heredero del restaurante de su padre, pero que ha dejado que sus problemas personales y el estrés por mantener el negocio lo alejen de su familia, incluida su madre, quien padece alzhéimer. Sin embargo, un giro en su vida hará que la forma de administrar su tiempo cambie por completo. Su nueva meta será cumplir el sueño de toda la vida de su madre, antes de morir: casarse por la iglesia con el compañero de toda su vida, Nino.
Esa conmovedora historia llega, desde el 7 de septiembre, a la sala principal del Teatro Sánchez Aguilar bajo la dirección de la española Lucía Miranda, con guion de Garbi Losada y José Antonio Vitoria, quienes presentaron esta pieza, en 2014, en El Teatro Campos Elíseos de Bilbao (norte de España).
Junto a Toty estarán otros reconocidos actores locales: Carlos Piechenstein (Nino), Xavier Pimentel (Rafael), Rocío Maruri, Manolo Larrea y Pepe Sánchez.
“Estoy feliz de poder trabajar con ellos, los conozco de lejos, he escuchado sus nombres. Me he encontrado una gran calidad, no solo profesional, sino una calidad humana. Nos llevamos muy bien”, dice Toty sobre sus compañeros de escenario.
Vida entre ciudades
Sentada entre las butacas rojas, Toty sonríe agradecida al pensar que esta vez se quedará en Guayaquil por más tiempo de lo acostumbrado, gracias a este proyecto teatral.
Ella reside desde hace varios años en Quito, desde su regreso de Europa. La decisión de vivir en la capital se debió, afirma, a que décadas atrás Guayaquil no tenía el movimiento cultural de ahora. El entusiasmo actual de los artistas guayaquileños hoy la deleita.
“Cuando ya te quedas en una ciudad, ya haces tu vida allá”, dice. “Pero estoy feliz de ver ese adelanto y entusiasmo porque Guayaquil siempre ha sido una ciudad de empuje que ahora se enfoca al área artística. Y venir al Teatro Sánchez Aguilar para mí ha sido un verdadero placer, me siento muy honrada porque sé que es un referente importante”.
Otra ciudad que vive en ella es París, donde vivió por 7 años y que significó su realización personal y profesional. Para saber más sobre este periodo de su vida, me invita a ver el documental Mi tía Toty, producido por su sobrino León Felipe Troya.
“Yo me enamoré de París”, resume. “Iba por un mes y me quedé siete años... Eso te da una idea del amor que tuve por esa ciudad. Y en el documental se puede ver esta linda experiencia que tuve de volver sobre mis pasos, como se dice, de lo que fue mi estadía en Francia”.
Allí entendemos que Toty es una artista que necesita ese ecosistema creativo para vivir a plenitud. Los guayaquileños ya empezamos a construirlo.
“Hay que hacer el esfuerzo de venir. Creo que el público de Guayaquil no debe perderse ninguna obra, no solo esta. Es verdad que una sala llena es el aliciente del actor, pero también al público debe gustarle entrar a una sala llena cada noche”.
Funciones: Se presenta del 7 al 24 de septiembre. Entradas: $ 15, $ 20 y $ 25.
‘Aviso que lleven pañuelos’
“Yo no soy Campanella”, advierte la directora teatral Lucía Miranda (quien estuvo al frente, en 2013 de Las burladas por Don Juan, la primera producción del Teatro Sánchez Aguilar).
Por eso, tampoco ha pedido a sus actores que sean como los de la película; al contrario, los ha despegado de esa idea . “Ha habido mucho trabajo. He intentado dotar mi puesta en escena de teatralidad, porque para ver cine, ya vas al cine, entonces, dejemos que el teatro nos dé otra cosa”, afirma. “Todo el trabajo actoral es un intermedio entre el texto, el director y el actor. Lo mejor es encontrar el camino para llegar juntos”.
Y en esta obra, ese camino empieza desde la escenografía, diseñada por Allan Jeffs. Al llegar el público verá un gran fondo de fotografías impresas que servirán de marco para esta historia; también verán una gran cocina (Rafael, el personaje de Xavier Pimentel es dueño de un restaurante) llena de micrófonos de donde saldrán sonidos realizados por elementos propios de un restaurante (platos, cucharas, huevos, comida que se corta, todo muy bien planificado). El resto del especio donde se desenvolverán los personajes es un poco más sencillo: una mesa y cuatro sillas. Nada más. “Yo no trabajo desde el realismo en el teatro porque no me gusta, pero quería generar un espacio que evocara. Es una obra que al hablar del alzhéimer, habla de la memoria, de los recuerdos y para la generación de Norma y Nino, esa memoria es una foto impresa”, detalla Lucía. “A mí me gustaría que la gente saliera con ganas de querer, de cuidar al otro, de llamar a alguien. Aviso que es muy bonita y que traigan pañuelos porque a nosotros mismos ya se nos han caído las lágrimas en algunos ensayos”.
Esta magia entre sus actores fluye, según dice, de su marco intergeneracional, igual que si fueran una familia. “Hay muchas generaciones trabajando juntas. Yo tengo una dirección bastante joven también. Pero creo que la riqueza de este trabajo es que nos tenemos que entender como se entienden las familias, es decir, querernos desde las diferencias”. La música de la obra está a cargo de Manuel Larrea, quien estará en el piano.
Hay que hacer el esfuerzo de venir. Creo que el público de Guayaquil no debe perderse ninguna obra, no solo esta. Es verdad que una sala llena es el aliciente del actor, pero al mismo público debería gustarle entrar a una sala llena cada noche”.
Toty Rodríguez
Yo no trabajo desde el realismo en el teatro, pero quería generar un espacio que evocara. Es una obra que al hablar del alzhéimer, habla de la memoria y para la generación de Norma y Nino, esa memoria es una foto impresa”.
Lucía Miranda