Tras las huellas de Picasso
Sin proponérselo, Bernardo Laniado-Romero ha seguido la vida errante del pintor español. Participó en la creación del Museo Picasso de Málaga y ahora es el director del Museo Picasso de Barcelona. Su ruta, sin embargo, empezó en Guayaquil, otro motivo de esta entrevista por el escritor guayaquileño Leonardo Valencia.
Bernardo se marchó muy joven de Guayaquil, en 1979, apenas terminado el tercer curso del colegio Cristóbal Colón. No tendría una carrera universitaria convencional. Estudió Historia en el Moravian College en Pennsylvania, donde toma un curso sobre arte y se despierta su interés por este campo. Se muda a Nueva York, donde pasa el verano y el otoño de 1984 en el Manhattan College estudiando Filosofía, Lenguas, Historia y Literatura. Pero esto todavía no era lo que deseaba.
Así que decide cambiar y tiene en la mira estudiar Historia del Arte en la Universidad de Nueva York. No fue fácil. Su familia desconfiaba de tantos cambios y no estaba dispuesta a financiar esta universidad mucho más cara. ¿Qué hizo?
“Soy ateo” –dice Laniado– “pero creo en el destino. En el acto de generosidad más grande que he tenido en mi vida, la hermana de un gran amigo mío muerto en un accidente, viendo mi situación, abrió su bolso, sacó la chequera y me preguntó cuánto me faltaba para cumplir mi sueño. Fue como si las estrellas estuviesen alineadas”.
¿Hay una resistencia en Guayaquil a la dedicación a la cultura? “En mi caso, total y absolutamente. Hubo un rechazo. ¿Qué iba a hacer yo con esto?”.
¿Se produjo luego una reconciliación? “Probablemente cuando me nombraron director del Museo Picasso en Málaga”, comenta.
Pero todavía faltaría mucho para llegar a ese cargo. Laniado estudia en Nueva York con Robert Rosenblum, destacado historiador del arte del siglo XX, así como con Edward Sullivan, uno de los mayores especialistas en arte hispanoamericano. A Laniado le apasionaba el arte japonés del periodo Heian y el barroco español, pero optó por este último. Se especializa en Velázquez y Goya, entra a trabajar en el Metropolitan de Nueva York y tiempo después, en 1997, lo invitan a participar en la creación del nuevo museo Picasso en Málaga, la ciudad natal del pintor, y se radica allí casi diez años.
No fue tanto el interés por Picasso sino por el reto de crear un museo como una institución vinculada estrechamente a la sociedad.
–Luego de vivir la experiencia en Málaga, ¿qué diferencias hay frente a la vida cultural en Nueva York? “Nueva York es un planeta diferente y durísimo pero fantástico. Allí la cultura es parte de la rutina. En Málaga, no. El gran reto del museo fue hacer que el arte no solo formara parte de un grupo reducido de personas, sino algo más amplio. Eso se hace a través de un potente trabajo de integración de la cultura a la vida cotidiana”.
Picasso, Goya, Velázquez
Laniado fue entendiendo la obra de Picasso poco a poco, luego de observar durante años sus obras. Conversamos sobre el proceso creativo de Las Meninas, de Picasso, inspirado en el cuadro de Velázquez, uno de los proyectos en curso dentro del museo de Barcelona. Cuando le planteo que luego de tantos homenajes que hizo Picasso no solo a Velázquez, sino a Manet, Delacroix, entre otros, no consta explícitamente Goya, Laniado frunce los labios, piensa unos segundos, se levanta, toma un grueso libro de arte de una estantería y pasa las páginas señalando las inspiraciones que para su obra gráfica Picasso tomó de Goya y, añade, de Rembrandt.
–Preparando la exposición para el otoño del 2013 con el cuadro La vida, de Picasso, en colaboración con el Cleveland Museum, hay un dibujo y una pintura expuestos en este momento, y otra serie de pinturas relacionadas con La vida, que salen de una obra importante de Goya que tiene que ver con la Constitución y que está en Estocolmo. “Para mí, sin lugar a dudas, Picasso vio esa obra en París y la absorbió como una esponja”.
La gestión de Barcelona
La designación como director del museo barcelonés pasó por un comité integrado por figuras destacadas de la gestión de museos como Vicent Todolí, exdirector del Tate Modern de Londres. Cauto y riguroso, Laniado ha preparado unas líneas de actuación que dan continuidad a proyectos en marcha, pero que también se abren a dinamizar el conocimiento de la obra de Picasso. Un proyecto destacado de su gestión será la creación de una web que se convierta en referencia sobre la obra de Picasso, para lo que está contactando a los principales especialistas mundiales del artista.
Su idea es hacer de la colección un espacio fluido en el que se pueda rotar trimestralmente el enorme fondo disponible, de manera que el museo siempre se renueve. “Se cambia cada trimestre. Así la persona de fuera que repite y el visitante local siempre encontrarán algo nuevo. Nuestra colección es rica en obras sobre papel”.
El reto no se da solo con los visitantes al museo, sino con los interesados en su obra en el ámbito mundial, porque como pocos artistas, Picasso también cuenta con otros museos monográficos en París, Antibes, Münster y Lucerna. “Todos están ligados a cómo se crearon. El de Barcelona surge originalmente del deseo del secretario de Picasso, Jaume Sabartés, alentado por el propio pintor, quien donó gran parte de las obras”, destaca Laniado.
Pintores y museos en Ecuador
Al preguntarle sobre la influencia de Picasso en artistas ecuatorianos, Laniado destaca a Guayasamín. Al hablar de otro pintor ecuatoriano, Enrique Tábara, su discurso se vuelca a la gestión de los museos en Ecuador. “Hay unas obras fantásticas de Tábara de los años cincuenta que tiene la Casa de la Cultura de Guayaquil, pero lamentablemente la colección no se expone hace mucho tiempo. Hay una carencia enorme, nefasta, casi criminal de la exposición de las colecciones de arte del siglo XX del Ecuador. Tanto la Casa de la Cultura como el Museo Municipal y el antiguo MAAC tienen obras de primer orden. Por suerte, las bodegas del MAAC están bien. Pero la bodega municipal está como para poner los pelos de punta”.
¿Sería necesario crear un nuevo museo? “Habría que mejorar lo que se tiene. Vas al Museo Municipal y está en un estado desastroso. Las salas de piezas arqueológicas huelen a excremento de gato, porque hay una invasión de gatos que viven con las piezas. Luego está la parte seudohistórica, que es una especie de invención disneylandesca, en lugar de exponer las grandes obras ecuatorianas del siglo XX que tienen guardadas en estado penoso. Es importante que se expongan siempre las obras. Eso muestra un patrimonio para saber qué hemos sido capaces de hacer. También evitaría la circulación de obras falsificadas que están proliferando y que caen en manos de coleccionistas incautos que no cuentan con referencias de los artistas”.
Laniado ha querido colaborar con Ecuador, pero parece ser cierto, una vez más, que nadie es profeta en su tierra. “El año pasado” –dice– “cuando nombraron a Rosa Amelia Alvarado presidenta de la Casa de la Cultura, me quise poner a disposición para hacer una pequeña selección de los fondos y sacar a la luz los tesoros que tienen. La llamé diez veces y hasta el día de hoy estoy esperando su llamada”.
Al preguntarle sobre Manuel Rendón y el rescate de uno de sus murales, Laniado señala: “Con bombos y platillos el Ministerio de Cultura y el MAAC presentaron el proceso de restauración del mural. Cuál es mi horror cuando descubro que en el proceso de restauración el señor Swett y su hijo deciden rellenar lo que falta en la obra, interpretando lo que Rendón hizo en su momento. Hacen unas terminaciones inexistentes que ellos deducen de las piezas perdidas. Eso es una falta de ética absoluta. Lo presentaron como parte del proceso y algo loable. Yo lo encuentro escandaloso”.
Es un gran admirador de Rendón en su etapa abstracta. Recuerda una visita en los años setenta al estudio del pintor en San Pablo. “Tuve que acompañar a mi padre y a un amigo suyo a recoger una obra. Veo esa casa de caña como si fuese ayer, con esa luz arrolladora del sol ecuatorial por fuera y adentro la luz natural muy tamizada, con todo tipo de trastos lleno de pinceles y ese olor a trementina. Rendón es un artista maravilloso del que no se conoce lo suficiente”.
A solas con Picasso
Con apenas unos meses en Barcelona, y sin parar en las exigencias de su nueva gestión, no deja de tener momentos a solas contemplando los cuadros del pintor. “Siempre veo algo nuevo. No pienso tanto en él como pintor, sino en las obras”.
–Has señalado que hay muchas intromisiones en la vida íntima de Picasso. “Así es. Cuando bajo a salas lo que más oigo de los visitantes es la novela de su vida: sus amantes, el dinero, las casas que tuvo. Esto se ha explotado tanto que está cegando a la gente en la contemplación de su trabajo”.
En una de las conversaciones con Brassaï, Picasso decía que no era suficiente conocer la obra del artista, sino su vida y que se necesitaría una “ciencia del hombre” para entenderlo. Picasso es un creador eje de la modernidad y esta implica que el artista entre como problema dentro de sus temas. ¿Es posible escapar de la consideración de su persona? “Todo en su debida medida. Por ejemplo, Picasso no escribía un diario. Su diario son sus obras. Cuando Jaume Sabartés lo visita en Antibes luego de la Segunda Guerra Mundial y le pregunta por qué en su obra de ese momento había tantos erizos. ¿Qué significa? Picasso le responde que es porque los come todos los días. Ese es su diario. Su obra es su vida”.
La obra de Laniado, a su vez, es la dedicación de una década a Picasso. Tanto así que sin quererlo sigue la diáspora del pintor. Habrá que estar atentos a su paso por los museos del mundo.