Alfaro y su tiempo
Fuera de toda discusión ideológica estéril y de deseos incoherentes de querer apropiarse de la figura del Viejo Luchador, cuando estamos en una época en que muchos acontecimientos pretéritos están siendo sometidos a revisión, es menester decir con toda objetividad histórica que Alfaro es un hombre de su tiempo, un puente de transición entre los siglos XIX y XX, alimentada con toda su carga de enfrentamiento entre tradicionalismo y modernidad.
“La gloria política tiene por base la exacerbación de los adversarios, ¡qué triste sería un gobierno sin oposición en el Ecuador!”. Eloy Alfaro
Nació en Manabí el 25 de junio de 1842, hijo de Manuel Alfaro, de origen español, y de Natividad Delgado.
El Eloy Alfaro revolucionario era un liberal en todo el sentido estricto de la militancia política y de lo que ideológicamente representa esa doctrina política. Durante toda su vida revolucionaria, desde su primer levantamiento armado en su natal Manabí en 1864 contra el gobierno del conservador Gabriel García Moreno, pasando por las luchas insurreccionales contra la dictadura de Ignacio de Veintemilla 1882-1883, la insurrección de Esmeraldas en 1884 contra el gobierno de José Plácido Caamaño, hasta la victoria en Gatazo en 1895 contra los conservadores después del pronunciamiento popular del 5 de Junio en la ciudad de Guayaquil, estuvo marcado por esa tendencia.
Tendencia que propugnaba la instauración de un proyecto modernizador en el campo económico, producto del empuje de una burguesía comercial y agrícola asentada en la exportación de cacao y un sector financiero que buscaban convertirse en el eje del desarrollo del país y sobre todo el manejo del poder político.
Esa dinámica económica estaba dada en el aumento de la capacidad exportadora de la agricultura costeña, demostrada en el aumento de su producción. En 1896 ya se producía un total de 377.000 quintales de cacao para exportar, cifra que tuvo su máximo despegue en 1911 produciendo 853.679 quintales, y tomando una mano de obra estimada en 25.000 trabajadores destinados a este fin, la integración económica regional que daría paso a un Estado nacional unificado se vería concretada con la construcción del ferrocarril Guayaquil-Quito, obra visionada por el reformador García Moreno y concretada por el revolucionario Alfaro.
Bajo ese proyecto modernizador buscaba en lo cultural derribar los anquilosados moldes o patrones culturales revestidos de un clericalismo inmovilizador, al acabar con él se logró la incorporación de una naciente clase media que se convertiría en una intelectualidad comprometida con deseos de cambio y transformación social, y sobre todo da paso a un Estado moderno.
Son esos afanes modernizadores del liberalismo los que logran la incorporación plena de la mujer en la vida social y política del país, pues es válido mencionar que toda América Latina en el siglo XIX vivía momentos de cambios importantes en sus estructuras sociales, los movimientos liberales campeaban en nuestros lares, caso de Colombia, Venezuela, los países centroamericanos, pues esa era la corriente ideológica que recogía las tendencias de modernidad.
El alfarismo es el que permite la visibilización plena de grupos étnicos como son los negros, los montubios, los cholos y los indígenas, pues son ellos los que sostienen y empujan la concreción de la revolución al ser la columna vertebral de las temibles montoneras (guerrillas liberales) y que esperaban con el triunfo la redención social.
Asimismo, con el avance de las relaciones burguesas en la ciudad aparece un proletariado incipiente que no es ajeno al radicalismo alfarista, lo que lo lleva a formar los primeros sindicatos urbanos en el país. Uno de los fervientes seguidores de Alfaro, el sastre exiliado cubano Miguel Albuquerque, funda en Guayaquil en 1896 la Sociedad de Hijos del Trabajo.
El liberalismo triunfante del 5 de Junio de 1895 no se revela como una fuerza monolítica, es más bien una confluencia de diversos sectores políticos y económicos que van a comenzar a eclosionar durante los debates legislativos de la Asamblea Constituyente reunida en Guayaquil en octubre de 1896. Esta ruptura se trasluce en dos formas de viabilizar las reformas revolucionarias: el ala alfarista o machetera, de tendencia más radical y asentada su fuerza en las viejas montoneras y en los emergentes sectores populares, junto con cierta minoría intelectual conformada con Abelardo Moncayo que quieren los cambios de manera acelerada, y el sector llamado placista (por Leonidas Plaza Gutiérrez), que es una tendencia más moderada, formada por sectores de la alta burguesía, intelectuales de clase media y sectores del ala conservadora moderada, que prefiere los cambios de manera paulatina.
La ruptura definitiva se da cuando el propio Plaza llega al poder (1901-1905) y en su gabinete entran a colaborar miembros antialfaristas y conservadores, pero paradójicamente es en este periodo que se establecen leyes importantes para la consolidación de la revolución, como son la Ley de Matrimonio Civil (1902) y la Ley de Cultos (1904).
Todas las reformas liberales, como el laicismo con la obligatoriedad de la enseñanza, la separación de la Iglesia del Estado, uno de sus principales postulados, la formación de un Estado vigoroso, centralizado y de unidad nacional con una economía integrada, se verían plasmadas en la Constitución de 1906, la carta magna liberal por excelencia.
Para 1912, el proyecto alfarista radical es un programa agotado, y ese agotamiento tiene varias causas:
• El desgaste del poder y las constantes luchas intestinas.
• Las fuerzas económicas modernizantes necesitaron de la revolución para llegar al poder, pero una vez en él, un proyecto radical como el alfarismo ya no es viable, es incluso peligroso por representar fuerzas que no pueden ser controladas, por eso el placismo es la garantía de orden y paz.
• El propio alfarismo ha perdido parte de su apoyo popular: los sectores campesinos, indígenas se desencantaron por la demora o incumplimiento de promesas en el sector agrario.
Es verdad que Alfaro jamás prometió una reforma agraria y que en algo se trató de mitigar la explotación del campesino, pero hubo otros problemas de tipo feudal que imperaban en el campo y que, lamentablemente, no se eliminaron durante sus dos administraciones, el caso más patético fue el concertaje, institución oprobiosa que se daba en el sector rural y que consistía en que las deudas del campesino al no ser pagadas al patrono eran heredadas por sus deudos, y si estos no cancelaban, eran reducidos a prisión. Esto solo fue abolido en 1916 en el gobierno de Alfredo Baquerizo Moreno, es decir, cuatro años después de la muerte de Alfaro. Lamentablemente, el poder terrateniente permaneció prácticamente intocado.
• La revolución no logró democratizar el sistema electoral. Las administraciones liberales hicieron del fraude algo común para mantenerse en el poder, todo justificado con la máxima “No se puede perder con papeles lo que se ha conquistado a balazos”.
“No solo los liberales, sino sus más duros adversarios reconocieron siempre el patriotismo, la honradez y la vida privada ‘modelo’ de Don Eloy. De ser uno de los pocos puntos en que la opinión histórica nacional es virtualmente unánime”. Enrique Ayala Mora.
La muerte de Alfaro
El 28 de enero de 1912, en horas de la tarde, a la altura de El Ejido, en la ciudad de Quito, una columna de humo despedía un fuerte olor a carne quemada. En la calle ardían los restos del general Eloy Alfaro y sus principales lugartenientes: Medardo Alfaro, Flavio Alfaro, Ulpiano Páez, Manuel Serrano y el periodista Luciano Coral.
El crimen es narrado de manera descarnada por el cónsul británico Griffith al secretario de Asuntos Exteriores, sir Edward Grey: “... en la mañana del domingo llegaron ellos a la capital (se refiere a Alfaro y los demás prisioneros), y fueron llevados a la penitenciaría en automóviles por vías marginales. Pronto se extendió por la ciudad la noticia de su llegada, y la multitud, que había tratado de sacarlos de los automóviles en el trayecto del ferrocarril a la penitenciaría, sin éxito, gradualmente fue tomando proporciones gigantescas y, finalmente, derribó las puertas del edificio, ingresó en él y masacró a los prisioneros en sus celdas.
Despojaron los cuerpos de sus vestidos, dineros y joyas y luego marcharon en procesión, en número de unos 10.000, a través de las calles, portando banderas y estandartes, y arrastrando los cuerpos por los pies con sogas. Pasaron por esta legación a eso de la 1 p.m. en su camino a la Plaza de Armas, donde prendieron fuego a sus cuerpos. En esta demostración las mujeres tomaron parte prominente y se gozaban en el honor de pagar los funerales de los restos de Flavio Alfaro.
“Yo he presenciado muchas revoluciones e insurrecciones en muchos países, pero jamás he presenciado un procedimiento tan abominable y sediento de sangre como el que se llevó a cabo en esta ocasión, con el silencio y consentimiento de las autoridades (era presidente encargado del poder el Dr. Carlos Freile Zaldumbide; ministro del Interior, Octavio Díaz, y ministro de la Guerra, Juan Francisco Navarro, que tenían que brindar las garantías debidas a los prisioneros). El Gobierno ha exhibido un tipo de criminal negligencia al no haber tomado medidas adecuadas para proteger la vida de estos hombres, que fueron traídos acá para ser juzgados, pero que virtualmente fueron entregados al pueblo que estaba sediento de sangre, como los primeros cristianos que eran lanzados a los leones en el anfiteatro romano; y esto merece, como es seguro que se reciba, la justa condenación de todo hombre bien pensante y de todo país civilizado...”.
La muerte del caudillo liberal cerró un capítulo de 17 años de lucha y transformación revolucionaria, permitiendo la consolidación de un modelo estatal y de desarrollo modernizador.
Papel de la prensa nacional en el triunfo alfarista
La venta del buque Esmeraldas y el uso de la Bandera nacional para tapar el turbio negocio en el que estuvo vinculado el gobernador del Guayas, José María Plácido Caamaño (administración del presidente Luis Cordero), solo pudo ser descubierto por la denuncia de la prensa.
El periodista guayaquileño Juan Murillo Miró -exiliado en Chile- recabó la información y la remitió a los medios periodísticos nacionales, que lograron revelar los entresijos de este acto de corrupción.
El historiador guayaquileño Elías Muñoz Vicuña menciona que en 1894 la prensa nacional comprendía 90 periódicos, la mayoría de tiraje diario. Según la investigación de Vicuña, “Guayaquil tenía 40 periódicos, Quito 15, Cuenca 8, Babahoyo 6, Loja 4, Bahía 4, Portoviejo 4, Machala 4, Ambato 3, Latacunga 2”.
Es decir, la prensa tenía una fuerte presencia en casi todo el territorio nacional, de ahí se explica el impacto que tuvieron las revelaciones del negociado del Esmeraldas y que sirvió de catalizador para el levantamiento popular de Junio de 1895.
De igual manera, su acción de denuncia fue duramente respondida por un régimen que buscaba acallar la protesta social que se estaba germinando.
“Caudillo por antonomasia fue Alfaro, cosecharía el fruto de la sorda lucha librada por los Chapulos –los verdaderos héroes que pasaron a ser tan solo notas al pie de página en el libro de la historia– que aglutinó la voluntad popular”. Julio Estrada Ycaza
Hitos importantes de la transformación del liberalismo
1895
Se decreta la exoneración para los indígenas del pago de la contribución territorial y de trabajo subsidiario.
1897
Ley que garantiza la libertad de pensamiento.
29 de mayo de 1897
Ley de Instrucción Pública, que declara a la enseñanza de carácter laico, obligatoria y gratuita.
25 de octubre de 1900
Promulgación de la ley de Registro Civil.
3 de octubre de 1902
Se expide la Ley de Matrimonio Civil.
12 de octubre de 1904
El Congreso Nacional expide la llamada Ley de Cultos que norma las relaciones entre la Iglesia y el Estado.
1906
Se expide la primera ley de Protección Industrial
25 de junio de 1908
El ferrocarril llega exitosamente a Quito. Se logra la unificación regional del país con este medio de comunicación, una de las obras más ambiciosas puesta en marcha por Alfaro.
6 de noviembre de 1908
Se expide la Ley de manos muertas, en donde se nacionalizan todos los bienes de la Iglesia.
La prensa nacional antes del triunfo liberal
8 de noviembre de 1894
El periodista Juan Murillo Miró se entera del negociado de la Bandera y lo denuncia.
15 de noviembre de 1894
El agente apostólico de Guayaquil denuncia a los medios Diario de Avisos y El Tiempo por los artículos (‘Tajos y Mandobles’) del periodista Manuel J. Calle, “por atacar a la religión católica”.
10 de diciembre de 1894
Los diarios El Tiempo, La Nación, El Globo, Diario de Avisos, El Imparcial, El Iris, Guayaquil, Gaceta Municipal e Ilustración Ecuatoriana solicitan explicaciones al Gobierno sobre el negociado del Esmeraldas.
15 de diciembre de 1894
La prensa nacional protesta ante las intenciones de un sector del clero de impedir la aparición del V tomo de la Historia del Ecuador, de Federico González Suárez.
4 de enero de 1895
Ante la crisis política, diario El Tiempo pide la dimisión del presidente Luis Cordero.
31 de enero de 1895
El diario guayaquileño El Grito del Pueblo publica un extenso análisis sobre los negociados del Gobierno conservador.
5 de febrero de 1895
En la prensa y otros medios se publica la proclama de Eloy Alfaro en la que manifiesta que “solamente a balazos dejarán nuestros opresores el poder, que tienen únicamente por la violencia”.
14 de febrero de 1895
El Gobierno decreta el confinamiento de los periodistas Manuel J. Calle y Manuel Calderón.
1 de marzo de 1895
Los diarios de Guayaquil son censurados por la Policía.
10 de marzo de 1895
José de Lapierre, director de El Grito del Pueblo, es desterrado del país. Y el Gobierno censura los diarios El Globo, Diario de Avisos, Grito del Pueblo, El Tiempo, El Iris, y otros.
11 de marzo de 1895
Son detenidos los periodistas Luciano Coral y Aurelio Noboa.
19 de marzo de 1895
Varios diarios a nivel nacional son clausurados. Y son detenidos los periodistas Manuel Castillo, Emilio Carrero, Miguel Vélez, Félix Morales.
23 de abril de 1895
Son enjuiciados y clausurados los periódicos El Grito del Pueblo, El Tiempo, Diario de Avisos y El Cáustico.
28 de abril de 1895
Tropas gobiernistas allanan el diario El Grito del Pueblo.
5 de junio de 1895
Pronunciamiento de Guayaquil, se proclama Jefe Supremo al General Eloy Alfaro
Bibliografía: Historia del Ecuador, ediciones Juan Salvat, Historia de la Revolución Liberal, Enrique Ayala Mora. Corporación Editora Nacional. Narraciones Históricas, Eloy Alfaro, estudio introductorio de Malcolm Deas, Corporación Editora Nacional. La Guerra civil ecuatoriana de 1895, Elías Muñoz Vicuña. Ediciones de la Universidad de Guayaquil. Historia del Ecuador, Alfredo Pareja (edit. El Conejo). Ensayos sobre Historia del Ecuador, Corporación Editora Nacional. Manual de Historia del Ecuador, Enrique Ayala Mora, Universidad Andina Simón Bolívar. Nueva Historia del Ecuador, editorial Grijalbo, Corporación Editora Nacional. Revista Procesos, Corporación Editora Nacional.