El lío de la Madonna
Pintura de Rafael que pertenece a Colombia debe completar 90 años en una bóveda de un banco en Nueva York para regresar a Bogotá.
La pintura probablemente más valiosa que haya pertenecido a Colombia en todos los tiempos, obra del renacentista Rafael Sanzio de Urbino, universalmente conocido a secas como Rafael, llegó en el siglo XVI a costas caribeñas de lo que después sería este país. Viajó a bordo de un navío que cerca a Cuba resistió las acometidas de un huracán y desde hace 74 años reposa en las bóvedas de un banco suizo en Nueva York, donde deberá permanecer dos décadas más antes de regresar a Bogotá, en julio del 2029.
En febrero de 1524 la obra sobrevivió a los estragos de la batalla librada en la ciudad italiana de Pavía, cuando 25 mil soldados españoles al mando de su emperador Carlos V derrotaron a otro tanto de franceses, comandados por el rey Francisco I. Fue el comienzo de una sucesión de acontecimientos a lo largo de más de 400 años en los que el óleo sobre madera se ha visto en peligro de destrucción, entre ellos las diez guerras civiles colombianas del siglo XIX.
El emperador recogió la obra como botín de guerra y se la obsequió a su capitán de guardia Gonzalo Suárez Rendón, aristócrata e hidalgo que entre otras victorias contaba la de haber vencido al pirata Barbarroja cuando se apoderó de Túnez. Algunos años después del triunfo de Pavía, Suárez viajó a América para participar en la conquista del interior andino del Nuevo Reino de Granada, en donde dejó su legado en lo que hoy es Colombia. Su obra principal es la fundación de la histórica ciudad andina de Tunja, en 1539, en la cual murió.
La pintura, última de las 37 madonnas pintadas por Rafael, uno de los tres gigantes del Renacimiento junto con Miguel Ángel y Leonardo Da Vinci, llegó al puerto de Santa Marta entre el equipaje del conquistador y de allí fue transportada hasta las profundidades de los Andes para desaparecer con el paso de los siglos y resurgir en 1938, llena de hollín y rajada por la mitad, colgando de una pared, encima de la chimenea de la sencilla casa de campo de la señora María Mendoza de Martínez, en el Municipio de Madrid, contiguo a Bogotá por el sur.
Ella misma contó en una entrevista de 1938 que había recibido el cuadro como legado de su esposo, Carlos Alberto Martínez, hijo del conocido escritor y político conservador Carlos Martínez Silva.
Carlos Alberto Martínez, a su turno, la había heredado de su antepasado Domingo Ospina Camacho y este del sacerdote agustino fray Salvador Camacho, quien, sin saber quién fuera el autor, la donó para ponerla a salvo del descuido en que se encontraba dentro de una celda conventual desde cuando se cayó al piso y se rajó por la mitad durante el terremoto del “año del ruido”, que sacudió a Bogotá a las diez de la noche del 9 de marzo de 1687.
Descubrimiento
Mendoza de Martínez invitó a su pariente el pintor bogotano Santiago Martínez Delgado para que examinara el maltrecho óleo sobre madera. Al verlo, intuyó que podría tratarse de una obra de gran valor y a lo largo de la odisea que emprendió para averiguarlo, un año después, consultando a expertos en Chicago y Nueva York, desentrañó una historia que, de cierta manera, es la historia misma de los orígenes de Colombia, y, al mismo tiempo, de una expresión inmensamente extendida hoy por el mundo: “El lío de la Madonna”.
Desde la reaparición de la obra, cuya historia está expuesta en un libro reciente del hijo del pintor, Santiago Martínez Concha, la Madonna fue objeto de la persecución de los nazis, que comenzaron por ofrecer $ 100.000 por ella y fracasaron en todos los intentos de incorporarla a sus colecciones de arte universal cuando supieron de su existencia.
Ahora descansa en las bóvedas del banco suizo en Nueva York, en donde fue depositada en 1939 por Santiago Martínez padre por medio de un fideicomiso, con la advertencia de que su hijo, y solamente él, podría retirarla hasta 50 años después de su muerte, ocurrida en 1954. En caso de no hacerlo, la Madonna deberá completar 90 años en poder del banco y cumplido ese plazo ser entregada a la iglesia colonial bogotana de Santo Agustín, a la que perteneció varios siglos atrás por donación del conquistador Suárez Rendón o de sus herederos.
Martínez hijo no pudo retirarla a tiempo. “Llegué tres meses después de los 50 años de la muerte de mi padre”, cuenta, y ahora la pintura debe permanecer en la bóveda hasta el 2029 para ser entregada a la iglesia San Agustín, emblemática de la vieja Bogotá colonial.
El frustrado heredero llegó al banco basado en una serie de cartas lacradas y claves numéricas que había dejado su padre, pero se presentó por fuera de tiempo y solamente consiguió que le permitieran tomarse una foto con la deslumbrante Madonna.
No obstante, escribió la historia desconocida del cuadro posiblemente más valioso del país en una novela parcialmente histórica y de título evidente: El lío de la Madona.
Intrigas, huracanes...
La Madonna de Bogotá, como fue llamada tras su reaparición, pudo ser tomada por Carlos V en el campo de batalla de Pavía debido a que estaba en poder de Margarina Luti, prostituta conocida como Fornarina e hija de un panadero. Fue la amante que acompañó en la tienda de campaña al derrotado rey Francisco I y había obtenido el cuadro de manos del propio Rafael, de quien también fue su concubina y él la pintó en dos óleos titulados La Panadera y La Donna Velata, propiedad de la Galería Nacional de Arte Antiguo de Roma.
En el viaje a América, la Madonna, a la sazón en poder de Suárez Rendón, sobrevivió en el Caribe a un huracán que hundió una fragata de la flota española, en la que venía en medio de esclavos, clérigos, soldados, caballos...”.
En el viaje a América, la Madonna, a la sazón en poder de Suárez Rendón, sobrevivió en el Caribe a un huracán que hundió una fragata de la flota española en la que venía en medio de esclavos, clérigos, soldados, caballos, herramientas, burócratas, barriles de pólvora y de vino, libros, ornamentos litúrgicos, vituallas oficiales, mercaderías comerciales… e hizo escala en Cuba, donde las naves se reabastecieron y se hicieron a la mar para alcanzar el puerto de Santa Marta, hoy Colombia. Allí tocó por primera vez tierra continental americana y en el propio puerto fue desembarcada y liberada de los lienzos encerados con que iba cubierta. A la luz del sol del trópico fue expuesta en el muelle marítimo ante un moribundo al que asistía un sacerdote, quien, al verla, exclamó:
-¡Es la Madre de Dios!
Tiempo más tarde, tras remontar los Andes como carga de mula y cubierta con las telas enceradas, la pintura de la Madonna de Rafael fue la imagen principal durante la misa campal celebrada por los conquistadores sobre los escombros del Templo del Sol de la ciudad indígena de Sogamoso, destruido por ellos para aniquilar sus creencias paganas. En una crónica de lo sucedido, fray Pedro Simón dejó constancia de que a la Madonna expuesta allí se le atribuyó el “milagro” de la pacificación de los salvajes nativos que se opusieron encarnizadamente a los invasores peninsulares.
El emperador recogió la obra como botín de guerra y se la obsequió a su capitán de guardia Gonzalo Suárez Rendón, aristócrata e hidalgo que entre otras victorias contaba la de haber vencido al pirata Barbarroja...”.
Cuando halló la Madonna en casa de su parienta, el pintor Martínez Delgado le dio un dinero para que le permitiera estudiar la obra. Inicialmente comenzó por someterla a rayos X en una clínica de la primitiva Bogotá de 1938, lo que fue considerado una excentricidad. Las placas, sin embargo, mostraron unos círculos concéntricos por debajo de las figuras y rastros de una técnica pictórica típica de Rafael, conocida como “punta de plata”, que también usó Da Vinci.
Para la época, Martínez Delgado era uno de los artistas plásticos más importantes de Colombia. De él es el mural del salón Elíptico del Capitolio Nacional de Colombia, que recrea a los próceres Simón Bolívar y Francisco de Paula Santander en el histórico congreso de Ocaña.
Controversia
En la prensa bogotana se desató una extensa polémica sobre variados aspectos del que pronto comenzó a ser llamado el “lío de la Madonna”, un decir que hoy se emplea a diario alrededor del mundo sin que nadie conozca su origen. En esencia, abundaban expertos que la describían como una simple copia de la Madonna de la Rosa, también de Rafael, propiedad del museo madrileño del Prado, mientras que otros daban fe ciega de su autenticidad.
Martínez llevó el cuadro a Nueva York y Chicago y en una carta enviada a Bogotá reportó que “entre los expertos que vieron y estudiaron el cuadro” estaban “Daniel Catton, Rich A. Sewee, Hubert H. Clarkt [y] Leo A. Marzolo”, este último del Chicago Art Institute, quien la restauró. Todos, de acuerdo con Martínez, concluyeron que se trataba de una obra original.
El principal certificado de autenticidad lo expidió, en junio de 1939, Ruth van Sickle Ford, presidenta y directora de The Chicago Academy of Fine Arts. “Tengo la más absoluta convicción de que él (Martínez Delgado) posee una pintura original de Rafael”, escribió. Otra certificación, expedida en marzo de 1940 por The Brooklyn Museum, se refiere a la pintura en términos parecidos.
Martínez hijo cree que se le esfumó de las manos una fortuna estimada hasta “en 100 millones de dólares” por haber llegado tarde al banco de Nueva York a reclamar la Madonna de Bogotá, cuyo viaje por América todavía no ha terminado.
EL ARTISTA
Raffaello Sanzio (1483–1520), también conocido como Rafael de Urbino o, simplemente, como Rafael, fue un pintor y arquitecto italiano del Alto Renacimiento.
Además de su labor pictórica, que sería admirada e imitada durante siglos, realizó importantes aportes en la arquitectura y, como inspector de antigüedades, se interesó en el estudio y conservación de los vestigios grecorromanos.