Cristianismo y riqueza
Jesús enseñó a sus discípulos que era más fácil que un camello pase por el ojo de una aguja que un rico entre en el Reino del Señor (Mateo: 19:24). En los evangelios, los ricos son llamados, una y otra vez, a desprenderse de sus bienes en favor de los desposeídos. Y, sin embargo, para cuando el Imperio romano ya estaba en franca decadencia, la Iglesia había acumulado una considerable riqueza.
Esta tensión constituye el eje central del impresionante libro que ha escrito Peter Brown (1935), Por el ojo de una aguja (traducción de Agustina Luengo. Editorial Acantilado, 2016). En él, Brown aborda esta tirantez a través de un vasto análisis de la historia social e intelectual de la época. La transición que se dio en la tardía Antigüedad, del mundo grecorromano al de la hegemonía de la Iglesia es de suma complejidad. Uno de los temas centrales de ese proceso fue el papel que tuvo la riqueza. El libro de Brown se enfoca en el impacto que ella tuvo en las iglesias que se comenzaron a establecer en el Occidente latino durante los últimos siglos del Imperio romano, y el primer siglo de la época posimperial.
El historiador irlandés examina las ideas de los pensadores cristianos sobre las enseñanzas de Jesús con respecto a la riqueza, teniendo en cuenta que a la sazón mucha gente rica y de poder comenzaban a convertirse al cristianismo, especialmente hacia la mitad del siglo cuarto de nuestra era, cuando la religión cristiana se había convertido en la fe dominante y había obtenido el apoyo de estado imperial.
El autor comienza analizando el escenario social de dicho siglo, una época en la que lejos de estar en declive la economía romana había muestras de innovación, al punto que se había monetizado. En efecto, el Sólido de oro introducido por Constantino resultó ser una moneda de gran estabilidad y que produjo una robusta economía. Ello facilitó la acumulación en especie de grandes fortunas. A pesar de que la riqueza aún dependía de la propiedad agrícola, los ricos pudieron convertir esa riqueza en oro. Una nueva clase ascendió en la escena
Fue en este contexto, en el que se encontró la Iglesia en el siglo cuarto. Y es lo que constituye el núcleo del fascinante libro de este gran académico, especializado en la tardía Antigüedad, y que afortunadamente ha sido traducido al español.
El libro se lo puede ordenar por correos a librerías en España. (O)