El amor o sus invenciones
Hace dos años, de José Ovejero, periodista y escritor español, leí un libro titulado Escritores delincuentes. En este ensayo narraba cómo autores que tienen una obra considerable, en muchos casos destacada, han transgredido, a veces, no solo normas sociales o morales, sino leyes. Y analizaba de qué modo ellos revelan u ocultan en su literatura esa forma de ser y de estar en la sociedad.
Ahora, de Ovejero, autor nacido en Madrid en 1958, leo La invención del amor, la obra con la que el pasado marzo obtuvo el Premio Alfaguara de Novela 2013. La presentó al concurso con el título Triángulo imperfecto. Usó como seudónimo Doppelgänger.
Es una pieza que a partir de una anécdota, de un error, logra edificar una profundidad que sobrecoge. Samuel, un hombre de 40 años, un solitario a pesar de sus muchos amores del pasado, recibe una llamada. Le comunican que Clara ha muerto y que al siguiente día será el sepelio.
Nunca ha conocido a ninguna Clara. Sin embargo, por curiosidad, por una solidaridad extraña que nace en él, decide asistir. Va para saber quién era en realidad esa Clara. Y sin proponérselo, se ve conectado, desde entonces, a un ser que no existe ya, que no conoció, con el que no lo une ni siquiera un recuerdo. Busca su huella, quiere saber cómo vivió, qué pensaba, a quién amaba. Y en ese recorrido se encuentra con otros seres, como la hermana de Clara. El personaje Samuel es rico en matices.
La obra, desde la sencillez de una confusión, logra crear un solvente entramado. Reflexiona sobre la soledad, sobre la necesidad del otro, sobre el amor, sus difusos límites o sus enmascaramientos. Y sobre el conjunto de emociones y sentimientos de que estamos hechos los seres humanos.
El protagonista es un hombre adulto. Un hombre que está en esa edad que ya no se es joven, ni tampoco viejo. En esa etapa en que se siente que quizá aún hay tiempo para lo que no se hizo. Dentro de su gira latinoamericana, Ovejero llegará pronto a Ecuador.
