La estupidez tiene sus leyes
“La humanidad se encuentra –y sobre esto el acuerdo es unánime– en un estado deplorable”, afirma Carlo Cipolla, el conocido historiador económico italiano. Aunque esta situación no es nueva, y si bien la especie humana no es la única que debe soportar adversidades, frustraciones y penas, los seres humanos tenemos el “privilegio de tener que cargar una dosis extra de tribulaciones cotidianas, provocadas por un grupo de personas que pertenecen al propio género humano”.
Según Cipolla, este “grupo es mucho más poderoso que la mafia, o que el complejo industrial-militar…”. Se trata de un grupo no organizado, que no tiene un jefe, ni un estatuto, pero que consigue, no obstante, actuar en perfecta sintonía, como si estuviese guiado por una mano invisible, de tal modo que las actividades de cada uno de sus miembros contribuyen poderosamente a reforzar y ampliar la eficacia de la actividad de todos los demás miembros”.
Este poderoso grupo humano lo constituyen los estúpidos, a los que el célebre economista italiano los somete a estudio en un breve y lúcido ensayo que ha sido nuevamente publicado en español, y que lleva el sugestivo título de Las leyes fundamentales de la estupidez humana (editorial Planeta, 2013).
Cipolla advierte que su estudio no es producto del cinismo, ni del derrotismo social, sino “el resultado de un esfuerzo constructivo por investigar, conocer y, por lo tanto, posiblemente neutralizar una de las más poderosas y obscuras fuerzas que impiden el crecimiento del bienestar y felicidad humana”.
He aquí un par de esas “leyes fundamentales”. La primera es que siempre “cada uno de nosotros subestima el número de individuos estúpidos que circulan por el mundo”. Otra ley: “La probabilidad de que una persona determinada sea estúpida es independiente de cualquier otra característica de la misma persona”.
Pero la ley de oro de la estupidez humana, según el autor, es la que advierte que una persona estúpida “es una persona que causa un daño a otra persona o grupo de personas sin obtener, al mismo tiempo, un provecho para sí, o incluso obteniendo un perjuicio”.
El autor explica su desacuerdo con los esfuerzos de algunas disciplinas por probar que los seres humanos son iguales. Cipolla está convencido de que no es así, que hay quienes nacen estúpidos y quienes no.
El escritor fue en vida uno de los más penetrantes historiadores de la economía. Su Historia económica de la Europa preindustrial es un clásico en su género. El ensayo que hoy comentamos, y cuya lectura recomendamos, está lleno de agudas observaciones muy oportunas en los tiempos actuales.