Los jóvenes lectores

Por Clara Medina
23 de Julio de 2017

Ecuador es un país con bajos índices de lectura. Por ese motivo, es grato enterarse de iniciativas que parecerían contradecir esa realidad y que devuelven el optimismo. Iniciativas en las que el libro, la lectura y la literatura son protagonistas. La Unidad Educativa Particular Abdón Calderón, de Quevedo, organiza desde hace 15 años el Encuentro de Jóvenes Lectores, que reúne a estudiantes de los colegios de la ciudad. El de este año convocó a estudiantes de 17 establecimientos educativos. De cada plantel asistió una delegación. Y cada delegación eligió un representante para que participara en el conversatorio que fue el centro de la actividad. Los demás jóvenes estuvieron como público, escuchando y, al final, haciendo preguntas.

El conversatorio, que contó con 18 participantes, y en el que estuve como moderadora, giró sobre tres ejes: cómo se iniciaron en la lectura y quién los motivó; las obras que más les han gustado y el porqué de la importancia de la lectura. De los 18 participantes, 14 eran mujeres, lo cual confirma que hay más lectoras que lectores. En la creación de su hábito lector influyeron, según manifestaron –en este orden–, los tíos, los abuelos, los padres y los profesores.

Estos jóvenes, que leen en soportes digitales y en papel, prefieren las novelas. Y entre estas, las sagas: Los juegos del hambre, Harry Potter, Crónicas de Narnia, El corredor del laberinto. O libros de autores como Stieg Larsson, Isabel Allende, Laura Gallegos y Blue Jeans. Constan también escritores como Gabriel García Márquez, Mario Vargas Llosa, entre otros. De la literatura ecuatoriana han leído, en especial, obras de María Fernanda Heredia, Edna Iturralde y Margarita Barriga.

Por lo que escuché, concluyo que los chicos en la infancia se acercan a la literatura de autores ecuatorianos y cuando llegan a la adolescencia se distancian. Hay una especie de ruptura. Aunque han leído a escritores de la década del 30, de la época del realismo social –sospecho que como parte del pénsum–, eligen, por su cuenta, leer las sagas de autores extranjeros superventas. “No hay una literatura ecuatoriana juvenil que compita con las sagas”, me decía, luego del diálogo, uno de los asistentes. ¿Qué hacer, entonces, para que los niños que han leído o leen a autores ecuatorianos de literatura infantil se conviertan en su juventud y adultez también en lectores de literatura ecuatoriana contemporánea?

A este tema me refería, hace poco, en Facebook, y Andrea Espinoza, joven periodista ecuatoriana que cursa un doctorado en Londres, opinaba que se hace necesario contarles a los jóvenes que desde hace tiempo los autores nacionales también exploran territorios fuera de las fronteras y que una forma de transmitir ese mensaje es, por ejemplo, refrescar la lista de lecturas obligatorias de autores nacionales en los colegios.

Insisto en el tema de la difusión. En la necesidad de hacer circular los libros ecuatorianos y reseñarlos en diversas plataformas. Hay una literatura ecuatoriana contemporánea potente que se publica, pero que, tal vez, no se está leyendo. (O)

claramedina5@gmail.com
@claramedinar

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