Narrativa joven
La soledad y el miedo son temáticas muy presentes en los cuentos de Jorge Vargas Chavarría, escritor que reúne diez historias de su autoría en el libro Las cosas que no decimos, editado por la Casa de la Cultura Ecuatoriana, Quito, en su colección Luz Lateral. En esta misma colección han publicado sus obras otros narradores del Guayas: Andrés Emilio León, Eduardo Varas y Luis Alberto Bravo. Ahora lo hace Vargas, el más joven de los autores citados.
Nacido en 1992, y hoy con 26 años de edad, Vargas no es un recién llegado a la literatura. En 2009, con 17 años, publicó su primer libro, La espada de Sorton, y mantiene un blog dedicado a la narrativa breve. Cuentos publicados en ese espacio integran su libro Aquí empieza lo extraño, de 2016. También sus narraciones han sido incluidas en antologías o han circulado en periódicos y revistas literarias de Ecuador y otros países.
Las cosas que no decimos, de reciente aparición, confirma a Vargas en su vocación de narrador. En el oficio de la escritura. La obra contiene 10 cuentos –unos largos, otros cortos–, en los que se narran historias que rozan lo fantástico con una naturalidad que a veces descoloca. Tienen no solo un final inesperado, sino una trama en la que el lector no va confiado, pues siempre un elemento quiebra las certezas. Aunque la soledad y el miedo son los ejes, están el desamor, la incertidumbre, la crueldad y el horror de lo cotidiano. Ese horror que está de cuerpo entero y que a veces no vemos o preferimos no nombrar. Quizá de allí el título del libro: Las cosas que no decimos.
Preferimos no decir, por ejemplo, que dentro de las familias puede también haber crueldad y violencia. Siempre hemos preferido pensar que una madre es amorosa y compasiva sobre todas las cosas. En el cuento Las reglas de la casa nos encontramos con el reverso de esa moneda. En otro cuento que está presente la violencia intrafamiliar es en Samanta. El cuento Marionetas podría remitir a esas leyendas de mujeres hermosas y a la vez temibles que pueblan nuestro folclore, pero Vargas lo desarrolla de una manera en que el suspenso ronda. Toys muestra a una guayaquileña en Tokio, donde realiza un masterado a la par que intenta insertarse en una sociedad que le es ajena y en la que siente la soledad y el vacío de los afectos, que logra compensar con un cíborg. En Rabia está la violencia de cada día que se vive en nuestras ciudades, que arrincona al ser humano, que lo amuralla, y a la que, paradójicamente, en el cuento de Vargas se enfrenta con más violencia.
En Las cosas que no decimos, cuya contraportada contiene comentarios de Mónica Ojeda y Nicolás Esparza, hay una diversidad de historias. Son diez cuentos que, al leerlos, propician diversas emociones, pero, sobre todo, agrado. Agrado al constatar que existe una narrativa joven que busca abrirse camino. Que buscar ser leída. (O)
claramedina5@gmail.com / @claramedinar