Vásconez en Punto de Lectura
En el 2001, La sombra del apostador, de Javier Vásconez, fue finalista del Premio Rómulo Gallegos que se falla en Venezuela en homenaje al autor de Doña Bárbara, junto con nombres como Enrique Vila-Matas, Jorge Volpi, Alfredo Bryce Echenique, Santiago Gamboa y otros autores iberoamericanos.
Esta obra, considerada una de las grandes novelas del escritor ecuatoriano, llega ahora a su sexta edición. Y esta vez en la colección Punto de Lectura, de Alfaguara Ecuador.
Esta historia de Vásconez, escritor nacido en 1946, se desarrolla en ese escenario no nombrado pero reconocible en el cual el narrador instala sus novelas: Quito, espacio que se vuelve relevante, porque como se afirma en la obra, “una ciudad es la memoria del lugar donde uno habita o un álbum abierto donde se conservan los recuerdos de una felicidad pasada y mentirosa”. El escritor, por su parte, en alguna entrevista confesó: “Las ciudades son mi paisaje preferido. Cada ciudad posee un carácter determinado, un estilo, una forma de hacernos sentir las cosas”.
La novela Vásconez, que tiene como hilo conductor la preparación de un crimen en el mundo de la hípica, es una indagación sobre el poder, los recuerdos, la memoria, con unos personajes que se niegan a encasillarse en esa fácil clasificación que a veces realiza la sociedad: buenos o malos. Son seres con matices, con historias personales que quizá expliquen aunque no justifiquen, un modo de ser, de actuar, de estar sobre este mundo. ¿Qué hay en el interior de un asesino? ¿Qué motivaciones cruzan por su mente? ¿Qué mueve a un ser humano a contratar a alguien para que ejecute un crimen? ¿Puede una persona desde su poder encubrir vacíos existenciales? Son interrogantes que surgen de esta lectura.
Este libro es una reflexión y a la vez un deleite, por su prosa y porque también, a medida que lo leemos, nos encontramos con personajes o espacios que son propios de la narrativa del autor quiteño. Y con preocupaciones que de algún modo habitan en su literatura. Están, por ejemplo, los temores infantiles, que luego desarrolla en La piel del miedo, novela en la que muestra cómo al crecer somos despojados de aquella etapa idílica que creemos es la niñez y que casi siempre intuimos como una época feliz; y está el espacio de Jardín Capelo, que da nombre a otra de sus novelas.
En La sombra del apostador existe, además, un personaje que se llama como el escritor, J. Vásconez. Es una especie de álter ego. Cada novela de Vásconez propicia que el lector se vaya adentrando en el universo narrativo del autor y tienda puentes con sus otros libros. Todo un desafío.