Viena y la modernidad
Si hay un lugar y un tiempo donde puede decirse que nació la modernidad es la Viena de fines del siglo XIX. Al concluir el siglo XIX, esta ciudad, con sus cafés, su Ringstrassen, sus parques y avenidas constituían el más atractivo y promisorio escenario donde intelectuales, artistas y pensadores lograron girar las páginas del arte, la música, la arquitectura y, en general, el pensamiento.
Gente como Gustav Klimt en la pintura, Arnold Shoenberg en la música, Arthur Schnitzler en el teatro, y Otto Wagner en la arquitectura, así como Segismundo Freud en la psicología, fueron algunos de los actores que llenaron ese escenario de la Viena del fin de siglo. Una Viena que veía como su imperio se iba desvaneciendo, sus glorias se esfumaban, y el aire de grandeur que le era tan suyo comenzaba a agonizar lentamente. La revolución industrial, el advenimiento del capitalismo, la consolidación de la burguesía y los primeros destellos de una sociedad de masas, todo ello comenzaría a romper las tradiciones de una sociedad que se había mantenido relativamente cohesionada y estable desde el Congreso de Viena en 1815.
En su fascinante libro, La Viena de fin de siglo. Política y cultura (traducido por la editorial Siglo XXI, Buenos Aires), Carl E. Schorske analiza el fenómeno de ese estallido cultural que habría de ocurrir en Viena, durante esos años, y sus interacciones con los eventos políticos que venían forjándose lentamente. En este ir y venir entre los destellos intelectuales, y las grietas sociales que amenazaban al “mundo de ayer” vienés, radica el aporte más interesante de esta obra.
El autor logra convencer al lector de que fue la desesperación que embargaba a la burguesía e intelectualidad ante el inminente colapso del imperio Habsburgo –un imperio que duró más allá de lo que sus reales fortalezas se lo permitían– lo que, en definitiva, produjo tantas revoluciones e innovadores en el pensamiento y la cultura.
Si bien esta sensación de crisis que implicó las rupturas del pasado estuvo presente en otras partes, en Viena tuvo un especial y particular desarrollo que permite una mejor comprensión del fenómeno de la modernidad. Baste mencionar las improntas que han dejado la Viena de esa época en el arte, la psicología y el urbanismo contemporáneos.
En muchos aspectos, la lectura de este libro se parece mucho a un filme. El autor logra transportarnos casi visualmente por las calles, salones y librerías de esta gran ciudad, y por los tumultuosos años con los que su gente despidió no solo el siglo XIX sino que despertó de un largo sueño.
El libro puede ser pedido a la casa editorial. (O)