Espacios públicos: ¿Qué falta?
“A sus tantas esculturas históricas, Guayaquil pudiera sumar la exhibición de obras de arte contemporáneo itinerantes, conceptuales y de exteriores”.
El proyecto artístico y cultural Guayarte, impulsado por el M.I. Municipio de Guayaquil, inició su primera fase en Guayaquil en julio con la ejecución de murales en sectores populares. En agosto se presentó el proyecto para la segunda fase que consistirá en la adecuación de las dos plazas conectadas por el puente zigzag entre la Kennedy y la av. Carlos Julio Arosemena para entretenimiento, gastronomía y el desarrollo de las artes. En noviembre el concejal Josué Sánchez inauguró el primer Festival Internacional de Arte Urbano Guayarte con la gestión de la Dirección de Acción Social y Educación.
Los 25 participantes del festival fueron colectivos e individuos seleccionados por medio de un concurso para embellecer la calle entre el aeropuerto y el terminal terrestre que desemboca en la av. Benjamín Rosales. Los murales no son de la mejor calidad estética, técnica y creativa, sin embargo, quienes lideran el proyecto fueron claros en que las obras no serán permanentes, lo que da lugar a mejoramiento.
Las obras crean una contaminación visual que ataca a quien transita por esta vía rápida, sin permitirle apreciar los trabajos. De lo contrario, si se hubiese destinado el espacio a la reproducción de obras abstractas, como por ejemplo la de grandes artistas guayaquileños como Araceli Gilbert o Luis Molinari, se hubiese obtenido un ambiente artístico armónico y homogéneo.
Artistas nacionales e internacionales fueron invitados al festival a crear murales en el centro de la ciudad, entre ellos Frank Salvador, de México; Apitatán, de Quito; y Mantra, de Francia. El mural de Apitatán, ubicado en pleno distrito bancario (Víctor Manuel Rendón y Panamá) es una fuerte crítica al círculo vicioso de corrupción que enfrenta nuestra sociedad; penosamente en el mural faltó el texto, una de las virtudes de este artista que crea juegos de palabras. La belleza es igual de elemental que la responsabilidad social a la que son sujetos los artistas al serles otorgado un espacio público de contemplación. “El mural es durísimo, habla del monstruo del capitalismo”, expresó un transeúnte. Un mural que genera diálogo es valioso para el arte contemporáneo.
Hace un par de décadas el Banco Central financió la creación de un mural del artista Manuel Rendón Seminario para la fachada del edificio de su sede en Guayaquil, asimismo el Municipio comisionó murales a distintos artistas para los pilares de algunos pasos a desnivel de la ciudad. Con el tiempo la ciudad tomó medidas para su regeneración urbana, en su camino regulando la libre expresión artística. El que el M.I. Municipio de Guayaquil ahora acepte este medio como una expresión válida, con la condición de ser el encargado de mantener el orden, prepara el terreno para celebrar el bicentenario de Independencia de la urbe con un boom artístico urbano.
Como referente internacional de excelencia en la inclusión de arte urbano en espacios públicos está la ciudad de Nueva York. Especialmente el High Line, un parque con una extensión de 23 cuadras construido sobre las antiguas rieles elevadas de un tren. A sus tantas esculturas históricas, Guayaquil pudiera sumar la exhibición de obras de arte contemporáneo itinerantes, conceptuales y de exteriores, que atraen al público de manera periódica, tal como lo hace el High Line. Así como se han dedicado fondos públicos para monumentos de la ciudad (monumento a la Hospitalidad guayaquileña), cuya opinión por parte de artistas y gestores es variable, se necesita la creación de un comité verdaderamente especializado para gestionar la comisión de obras de arte contemporáneo para espacios públicos con las características antes mencionadas; esto sería de inmenso beneficio para artistas locales e internacionales. (O)