Una ilustre conocida: La queremos de vuelta
“Itzel nos enseña que el consumo del teatro no debe residir en un solo lugar, con un solo formato... Nos enseña también, como público, a querer y demandar buen teatro”.
Itzel Cuevas no es una actriz de “perfiles” o de enmarques que limitan su trabajo actoral. Ella actúa, ella hace teatro, ella enseña… nos enseña qué es el teatro. No espera que haya un “papel que se ajuste” a ella, sino que ella se ajusta a las verdades de la vida de los personajes que encarna.
Queridos lectores, esta actriz es una ilustre que pasó desapercibida por muchas de nosotras y por mucho tiempo, tal vez como algunos otros grandes del teatro local de hoy. Es así que La ilustre desconocida brota como consecuencia y reflejo de lo que acontecía y acontece con el teatro guayaquileño.
Una vez más el Estudio Paulsen, ubicado en las primeras escalinatas de Las Peñas, nos sirve como refugio para escapar de una realidad, para entrar a otra. Fue ahí donde se presentó la obra. Y, me llamó algo la atención que siendo días de estreno la sala no estaba copada como se esperaba. Este escenario conjugó con la propuesta que la obra presentaba, ese, el del desconocimiento de una ilustre. Contemos con la definición de ilustre, que es alguien quien es muy conocido y distinguido por sobresalir en lo que hace y por hacerlo bien. Lo interesante es la contradicción que hay entre las palabras ilustre y desconocida. Alguien que por definición debería ser conocido, pero no lo es.
La historia narra la prepotencia de un rey insatisfecho con las lisonjas y regalos que recibía constantemente, por esa posición heredada, la de rey. La misma que no contiene ningún mérito. Se llega ahí y fin, para hacer el único trabajo de toda su vida, el de renegar y mandar, no sin la ambición de tener y abarcarlo todo, por supuesto, para después desconocerlo o irreconocerlo. Habrá otro personaje dentro de la obra que también estará en la búsqueda de algo, que no sabe si existe y que, sin embargo, tenía la convicción. Pero su necedad dejó que se esfumara lo que estaba ante sus ojos, lo que él verdaderamente quería. Un tercer personaje con el poder de enfrentar el dolor y tomar decisiones, encuentra algo, marcando así el desenlace de la obra.
Cuevas sobrepasa toda forma y contenidos, los que usualmente hemos visto. Esta no es una propuesta supraintelectual o emocional, ni destinada a las élites, porque no entra en esos formatos. Es un trabajo exploratorio que conecta con el espectador.
Dentro de la obra, la ilustre brinca de personaje en personaje y en cada salto va dejándonos un poco aquello de lo que se quiere liberar: el irreconocimiento que a través del tiempo hemos tenido con los actores y actrices, y el teatro. Porque si alguna vez el teatro nos cerró las puertas a los espectadores con su ininteligibilidad, difícil acceso o por su precario nivel artístico, hubo quienes, como Itzel Cuevas, que siempre estuvieron al frente, rompiendo ortodoxias, trabajando duro, diciendo sí a las propuestas escénicas… para traernos teatro, ubicándola ahora en ese lugar donde ella se encuentra.
Itzel nos enseña que el consumo del teatro no debe residir en un solo lugar, con un solo formato, ni con grupos específicos de actores o con lo que solamente nos divierte y es fácilmente digerible. Nos enseña también, como público, a querer y demandar buen teatro, y también buenos actores, y que el consumo de este arte no se quede en lo superficial de una capa de maquillaje, el cuerpo escultural o en lo espantosamente denso de los contenidos. Que como espectadores queramos y reconozcamos al teatrero, que desde épocas inmemoriales hace de la humanidad algo más humano.
Esperamos tenerla de vuelta a La ilustre desconocida que está ya en nuestras mentes.
@_Mercucio_