La mujer, la actriz: ‘Mi tía Toty’
“La historia que se nos cuenta está llena de recuerdos y de nostalgia, sí, pero también es muy entretenida y está muy bien contada”.
Quizás las nuevas generaciones no sepan quién es Toty Rodríguez, pero el documental Mi tía Toty es un buen acercamiento para conocer más de la vida de esta actriz ecuatoriana que cautivaba a los franceses en la década del 60. El documental de León Felipe Troya sigue durante hora y media a su tía Toty por su vida cotidiana en Quito y por París, adonde viajan para recordar un pasado que ya no volverá, pero que está lleno de recuerdos y sueños de lo que fue y lo que se quedó sin ser.
Durante el documental nos metemos en la intimidad de Toty y entramos a su hogar y su vida actual. Una vida tan compleja como cualquier trama de una buena película. Toty se nos presenta como una mujer independiente, sin marido por convicción, que dice disfrutar de su soledad y el tiempo para sí misma, pero por otro, la vemos completamente enamorada recordando viejos tiempos con el que ella califica de haber sido el amor de su vida, Pedro Saad. Vemos a una mujer trabajadora que sigue haciendo teatro y disfrutando del arte, pero que también tiene que vender lo que sea –incluso algunas de sus pertenencias– para poder sobrellevar el día a día.
Mi tía Toty es un ejercicio que nos permite ver más allá del glamur del que alguna vez estuvo rodeada nuestra protagonista.
Como buena actriz, Toty está consciente de las cámaras que la están siguiendo, y aunque se muestra sincera y frontal (como siempre lo ha sido) es difícil no dejar de notar cierta pose en algún momento. Es por eso que son muy apreciados los momentos de vulnerabilidad que el director incluye en este documental, los cuales se dan sin que la protagonista esté al frente de las cámaras, sino a través de llamadas telefónicas entre ellos. En estos diálogos podemos encontrar a la Toty más real de todas.
El viaje a París es un retorno al pasado, lleno de nostalgia, glamur y éxitos. Una etapa crucial en la vida de Toty, que ella misma recuerda como la mejor de su vida. Durante siete años estuvo en la capital francesa y en este viaje recorre los lugares que solía visitar, se reencuentra con viejos amigos y por un momento revive lo que fueron esos tiempos. Pero el tiempo pasa y no vuelve, como de manera significativa lo refleja una escena de Toty caminando por el otoño parisino, mientras ella también está en el otoño de su vida. Es una escena que sin diálogo alguno, logra ser muy conmovedora.
Pero este documental está lejos de ser un drama o una tragedia. Es imposible que así lo sea con una protagonista como la que tenemos. La historia que se nos cuenta está llena de recuerdos y de nostalgia, sí, pero también es muy entretenida y está muy bien contada. Quizás la etapa de Toty Rodríguez en París haya quedado atrás, quizás ya no esté rodeada de glamur, pero por suerte todavía podemos ver a esta mujer en acción, actualmente en el teatro con la obra El hijo de la novia.
Bien por el cine ecuatoriano, por el documental ecuatoriano que nos da un aliento de viento fresco con esta producción. (O)