El arte es su gran pasión
Historia de vida de Miguel Palacios Frugone, polifacético guayaquileño que genera diversas expresiones.
Es un siquiatra apasionado por las artes. Artista plástico y escritor de creación literaria, ciencia, filosofía y memorias. Amante de los deportes. Tan hincha de Barcelona que fue presidente del club más popular del Ecuador. Hombre público. Preside importantes instituciones porteñas. Recordado por su polémica con Rafael Correa, cuando este era presidente. Ama sus raíces y familia. Sobre todo a su padre, el recordado periodista deportivo Manuel Chicken Palacios. Dueño de una gran energía creativa, aunque confiesa que duerme tan solo cuatro horas.
Conversamos un día antes de que arribara a sus setenta años.
Su estudio está decorado por cuadros y esculturas de su autoría. Miguel Palacios Frugone es un siquiatra apasionado por las artes.
Le comento que este reportaje surgió a pretexto de la exposición Las Cuatro Herencias, realizada en el Museo Luis A. Noboa Naranjo, que fue un homenaje artístico a su padre, Manuel Palacios Offner, más conocido en nuestro periodismo deportivo como Chicken Palacios; él, emocionado, confiesa: “Mi papá nunca fue mi papá, siempre fue mi mejor amigo. A través de la vida fue mi papá, mi mejor amigo y terminó siendo mi hijo porque cuando ya se hizo viejito dependía de mí. Él amaba la vida”.
Es cuando me entero de que su padre, a más de ser uno de los periodistas deportivos más populares del país, fue publicista, tenía una compañía de análisis e inversiones financieras, entre otras actividades que realizaba al mismo tiempo, un don que él ha heredado. Evoca con alegría que Chicken llevaba a sus hijos al box, baloncesto, béisbol, fútbol y que le encantaban los circos de pueblo. Era un hombre que tenía un culto por su familia y sus amigos. Además bailaba tango, tocaba acordeón, ukelele, piano y también pintaba.
“Era un hombre que amaba la vida y a sus hijos nos enseñaba a amarla. A disfrutarla como la disfrutaba él, pero cada uno de sus cuatro hijos la disfrutó diferente a lo que él hacía. El que lo hizo igual a él fui yo. Mi hermano es un hombre serio, tranquilo, pausado. Y mis hermanas también. Acelerado, intenso, lleno de pasión, deportista, futbolista, boxeador, karateca, judoca, motocrosista, soy yo. Esa pasión la heredé de mi papá”.
Cuando su padre murió, con la más grande de sus tristezas le escribió Tu partida me partió, que entre otros versos expresa: “Fuiste el clavo del que colgaba mis angustias/ El árbol altivo en el cual me refugié/ Una roca indestructible cuya existencia fue cuidarme/ A veces un río torrentoso que me protegía/ Otras un arroyo de agua mansa que me tranquilizaba con bondad./ Por ti soy como soy”.
Todas las artes, su arte
Un secuestro lo confirmó como artista. Como su abuelo tenía dinero, siendo un niño de diez años lo secuestraron. Pero él huyó y le pidieron que dibujara a su captor, y así lo atraparon. “A partir de entonces, no he parado, siempre he estado dibujando, pintando y tengo facilidades para escribir”, manifiesta.
Miguel Palacios es como esos árboles que en ciertos meses dan frutos. En estos días su pasión es la escritura de un libro de ensayos filosóficos.
En relación con la más reciente exposición, Las cuatro herencias, en la que participaron cuatro generaciones de su familia: “Yo soy feliz por mí, pero más por mi padre, Manuel Chicken Palacios Offner, quien tuvo un hijo que salió parecido a él: Miguel Palacios Frugone, quien tuvo una hija igualita a él, María Paola Palacios Pólit, y tengo yo dos nietos: Alejandro Insúa Palacios y Ana Beatriz Márquez de la Plata Palacios que salieron igualitas; en otras palabras, mi papá fue el árbol que sembró con su semilla en cuatro generaciones diferentes el amor al arte, a la música, a la pintura y por todo lo que es arte en el gran sentido de la palabra”.
Se confiesa millonario, pero no en dólares. Declara como su mayor patrimonio el amor por sus hijas.
A mi pregunta de por qué su arte, rodeado por sus cuadros, asegura: “Pinto porque tengo la necesidad de pintar, pinto para mí. A mí mis cuadros me parecen más importantes que los frescos de la Capilla Sixtina, pero para mí. Leonardo da Vinci tiene la Gioconda, pero la que yo pinté es más importante para mí. Porque uno ama lo que crea mediante las líneas, las formas, los colores o el lenguaje. Uno, en el arte, reacciona o no reacciona ante el arte. En el caso mío, a mí no me gusta mucho el paisaje, a mí más me gusta la pintura protesta. La pintura que denuncia”.
Entre sus planes está retornar a la vida pública. “Antes me despertaba a ver qué juicio me tocaba enfrentar –manifiesta–.
Hasta el último segundo de su vida, el gran arte será la pasión de Miguel Palacios Frugone.