El caos lleno de color
El pintor quiteño Jaime Zapata, quien reside en Francia, expone en la Alianza Francesa. Su temática se inspira en el “caos invisible”.
Jaime Zapata está de vuelta en Quito. Tal como lo hace regularmente. Es quiteño, de esos “chullas” que no se cansan de pasear por el Centro Histórico. Y no dejan de maravillarse de las iglesias, de ese barroco añejo, de las calles angostas, las casas de paredes anchas y ventanas pequeñas. De esa ciudad que sabe a historia, a paz, pero, al mismo tiempo, a grito y rebeldía.
Admite que los quiteños son barrocosos, confusos y con una sensibilidad innata que termina convirtiéndolos en enamorados del arte. Hay mucho talento en esta ciudad, dice. Un ejemplo se muestra cada fin de semana en el parque El Ejido, donde se exponen trabajos de todas las técnicas y de todos los colores.
Contador de historias
Zapata es un intimista consolidado, clásico. Se pone frente a sus modelos y allí va dibujando línea por línea hasta captar esas imágenes que él mira con su alma. Su talento transforma en obras todo tipo de momentos. Con su pincel es magistral contando historias; esos instantes que trascienden las líneas de un rostro y de una figura para mostrar detalles sorprendentes, de fondo que únicamente pueden ser vistos con los ojos de la interpretación personal.
A Jaime Zapata le emociona lo que hacen sus colegas porque ve reflejado en ellos lo duro, pero, al mismo tiempo, apasionante que es dedicarse a tiempo completo a este precioso campo. Y que es cuando un artista trabaja en una obra piensa más en que su sentimiento se vea plasmado en ese cuadro, dejando a un lado si ese trabajo tendrá valor económico. A Zapata no le disgusta que sus obras sean buscadas por coleccionistas y que paguen bien, pero ese no es el objetivo central.
Se ha adaptado a Francia. “Me va bien”, confiesa, “porque tengo una vida bastante modesta, sin ninguna pretensión. Mi vida es estar cerca de mi hijo, Mael Francisco, de 13 años, y, al mismo tiempo, a gozar de un país que ofrece la posibilidad de estudiar, de visitar museos y de deleitarse... Pero siempre vengo a Quito; yo prefiero a mi ciudad, que es así caótica, pero llena de vida, llena de sorpresas”.
Exposición capitalina
Y entre esas sorpresas, en Quito se está presentando la muestra El caos invisible. Su sede es la Alianza Francesa (Quito), uno de los sitios preferidos por Zapata porque es una sala institucional, a donde la gente puede entrar sin problema. La encanta que le visite la gente de la calle, ahora denominada de a pie, ya que es más simpático que mostrar una obra casi obligatoriamente dirigida hacia el comercio. Y explica que “ahora hay actividades importantes como las ferias; hay ferias internacionales destinadas a presentar al mundo, a través de las galerías, a artistas que ellos promocionan y que se hacen famosos sin ser importantes; son importantes para esas galerías que consiguen coleccionistas, pero todo es una especie de gran armazón trabajado con un objetivo comercial”.
Esta muestra tiene al intimismo como parte central de su exhibición. Ese intimismo en el que ha sobresalido como uno de sus mejores cultores. Y, claro, uno de sus sueños es crear un museo o buscar la manera que se lo haga para allí dar rienda suelta al intimismo ecuatoriano.
Reconoce que el Ecuador no tiene muchos pintores dedicados a esta temática. Hay ciertos pintores que sí lo hacen, pero lo tienen en un rinconcito. Y son esas obras que casi nunca se muestran, aunque son los cuadros que realmente aman como artistas porque son rincones para cada uno, para los hijos, para la familia, para la casa...
Y no se muestra abiertamente el intimismo, explica, porque hay una serie de reglas que respetar. “Y uno debe tener cuidado con lo que se muestra porque puede ser utilizado de una forma diferente a la que tenía como objetivo o puede ser vista de otra manera por problemas morales, éticos o religiosos y hay que tener cuidado con eso. Pero Zapata se muestra tranquilo, ya que son otros sus sobresaltos. “Siempre tengo sobresaltos. Y depende de qué tipo de sobresaltos; por ejemplo, cuando son económicos: uno tiene que correr a todos los lados para poder rellenar el mes, aunque aquí, en la exposición, se ve como que todo está tranquilo, pero no. Y por eso, la muestra se llama El caos invisible. porque nada es tan fácil; los artistas sufren mucho .
¿El título de la muestra tiene relación con su estado anímico?, preguntamos y precisa: “No a mi estado anímico, al estado de todos los que vivimos un caos con eso de lidiar con los hijos, los dueños de casa, lo político...”.
Pero su caos interno no le impide tener las cosas claras. Por ello, su hoja de vida es sencilla: “No he ganado ningún premio, a parte del entregado por el Banco Central que fue un tercer premio en uno de sus concursos que fue en el año 1978; tuve una mención en el salón de pintura francesa, donde solo estuve invitado y no pude participar porque tenía que pagar y no tenía dinero. Mi obra gustó mucho y me dieron un premio. Esas son las cosas que tengo en mi vida como menciones de honor”.
Las 67 obras que están expuestas en la Alianza Francesa hasta el 29 de junio no es todo lo que Zapata podría presentar. “Tengo la mala costumbre de mostrar toda la obra que poseo. Esto es la mitad de lo que hay. Y si no presento todo es como cuando regalo un libro, pero digo antes de entregarle, te saco unas 20 páginas, el libro está incompleto. La manera de presentar mi trabajo es buscando que tenga un sentido, que se pueda leer de manera secuencial. Cada cuadro tiene su momento, una historia, un por qué. A veces en el sentido temático, estético, hay obras que pueden chocar con otras. En este sentido tratamos en esta exposición de que se permita leer cada obra porque cada una tiene su propio valor, pero, al mismo tiempo, debemos cuidar que las unas no estén compitiendo con las otras o molestando a las demás”.