No a la indiferencia
“Lo contrario del amor no es odio, es la indiferencia (...). Lo contrario de la fe no es herejía, es la indiferencia. Y lo contrario de la vida no es la muerte, sino la indiferencia entre la vida y la muerte”. Elie Wiesel
Entre 1928 y 2016 existía una fundación para “combatir la indiferencia, la intolerancia y la injusticia” en todo el mundo. Fue obra de Elie Wiesel y su esposa Marion como un aporte para la humanidad.
Elie Wiesel fue un escritor, maestro y activista ganador del Premio Nobel de la Paz en 1986. Era un rumano-estadounidense sobreviviente de los campos de concentración de Auschwitz y Buchenwald, cuya muerte a los 87 años fue anunciada el 2 de julio de 2016. Su imagen sigue siendo un símbolo de la resistencia de un hombre al holocausto nazi.
“Cuandoquiera y dondequiera que los seres humanos padecen sufrimiento, tome partido. La neutralidad ayuda al opresor, nunca a la víctima. El silencio alienta al torturador, nunca al torturado”, dijo en 1986 al recibir el premio Nobel.
Después de la Segunda Guerra Mundial pasó a estudiar periodismo en la Universidad Sorbona de Francia de 1948 a 1951. Su amigo y colega Francois Mauriac, ganador del Premio Nobel de Literatura en 1952, lo animó a escribir sus experiencias en los campos de concentración nazi. Así nació la obra Noche (1958), que lo hizo famoso.
La apatía de no sentir
La biografía titulada Contando la historia. Un tributo a Elie Wiesel, editada por Harry James Cargas, habla del significado de la palabra indiferencia. Significa un estado de ánimo en que no se siente inclinación ni repugnancia a un objeto, negocio o acto moral.
Para Wiesel, en el siglo pasado tuvimos dos guerras mundiales, bombas atómicas en Hiroshima y Nagasaki, decenas de guerras civiles y golpes de Estado, asesinatos como Gandhi, los Kennedy, Martin Luther King, etc. El siglo XX, para él, era solo una advertencia de lo que se venía, ya que el siglo XXI es una época más atemorizante porque muchos países y sus líderes tienen poderío nuclear.
Podríamos pensar que la razón de la violencia tiene muchas raíces. Dos razones importantes son la envidia y el odio, según Wiesel.
Sin embargo, los sentimientos negativos de unos pocos solo pueden destruir cuando los demás muestran apatía hacia aquello que ocurre. Así, la indiferencia se vuelve algo normal en nuestro mundo diario. Y quizás ni siquiera nos demos cuenta.
Actualmente, hay varias estaciones de televisión y radio que nos convocan a los hechos en vivo. Eso muestra un gran cambio en los tiempos de la comunicación, ya que hace un siglo las imágenes de una guerra llegaban a los hogares cuando la batalla ya había terminado. Ahora, la gente muere y las fotos de sus cuerpos vienen en las noticias de la noche.
El escritor Wiesel narraba otros ejemplos actuales de indiferencia: hoy los hermanos se convierten en extraños, decía, ¿cómo se espera que un extraño se convierta en un hermano? Los vecinos se cierran las puertas unos a otros, se ven entre sí como una amenaza, una fuente de sospecha. Eso es un fenómeno histórico. La indiferencia es igual a la maldad. La indiferencia ante el hambre, ante los dictadores. Lo opuesto a la cultura no es la ignorancia, es la indiferencia. Lo opuesto a la moralidad no es la inmoralidad, sino la indiferencia, decía en sus discursos.
Debemos involucrarnos
Elie Wiesel escribió: “A veces debemos interferir. Cuando las vidas humanas y la dignidad humana están en peligro, las fronteras nacionales e internacionales y las sensibilidades se vuelven irrelevantes. Cuando los hombres o las mujeres son perseguidos por su raza, su religión o sus opiniones políticas, ese lugar debe –en ese momento– convertirse en el centro del universo”.
En su libro Conversaciones con Elie Wiesel y Richard D. Heffner, para él la sociedad es imperfecta. Pero debemos tratar de hacerla lo más decente posible. Debemos involucrarnos en los problemas que puede tener una sociedad o sufriremos las consecuencias de nuestra propia indiferencia.
En lo personal, para Wiesel, una guía estaría en creer en las cosas pequeñas de la vida. Porque la vida no está hecha de años, sino de momentos que tocan y cambian a las personas. Son instantes de grandeza, oscuridad, tristeza, dolor, comienzos y finales, que hacen que descubramos el verdadero sentido del amor a las personas.
Con ello podríamos concluir que lo totalmente opuesto a la indiferencia es el amor al prójimo y a nosotros mismos. Y eso debe motivarnos a actuar.