Poeta del diseño y la creatividad
“Solo los imbéciles creen que los artistas deben ser medio locos”, dice Philippe Starck, famoso diseñador francés que visitó Ecuador.
Con diez mil diseños a cuestas, algunos de los cuales son verdaderos íconos contemporáneos, el francés Philippe Starck, de 66 años, siente que con cada proyecto, ladrillo sobre ladrillo, ha construido un extraordinario edificio de creatividad, donde lo más importante, al final, es su fascinación por la evolución del ser humano.
Desde yates o un portahelicópteros hasta un exprimidor de jugos poco funcional o la famosa silla Louis Ghost, pasando por una lámpara en forma de rifle kalashnikov y la bicicleta patineta Pibal, la galaxia que ha levantado Starck es inmensa y polifacética. En ella confluyen lo industrial y arquitectónico, de manera que, cual polvo cósmico, las partículas de creación han ido posándose por todo el planeta.
Aunque su nombre sea sinónimo de exclusividad y vanguardismo, no se ve a sí mismo como una marca ni tampoco quiere serlo. Es un hombre más bien sencillo, nada arrogante, que se confiesa un poco femenino y, que de vez en cuando, lanza una broma como para borrar la fama que lo acompaña.
Starck y su socio, el inglés John Hitchcox, estuvieron en Quito hace algunos días para presentar dos proyectos arquitectónicos de la línea YOO inspired by Starck, junto con el peruano Bernardo Fort-Brescia, de la conocida empresa Arquitectónica, que serán construidos por Uribe & Schwarzkoff en Quito y en Cumbayá.
“Mi inspiración viene principalmente de mi gusto desmedido por ‘nosotros’, por la poesía extraordinaria de la aventura de la humanidad: Una bacteria que nace después de muchísimos años y que luego se convierte en un pez, en una rana... en un ser humano. Lo repito siempre porque es mi eje principal, me interesa muchísimo nuestra evolución, a gran escala, y también la de cada minuto porque cada instante seguimos evolucionando”, reflexiona.
Reconoce que tiene un don para la creatividad, una facilidad para producir ideas, pero confiesa que esa ha sido su única herramienta para no volverse loco o completamente autista. Relata que siendo niño veía que su padre podía fabricar aviones que volaban –era un famoso ingeniero aeronáutico– y que eso fue una parte importante de su herencia. “Luego, por razones que ignoro, no me siento cómodo dentro de la sociedad y entonces he tenido que reinventarme, fabricarme, minuto a minuto, para sobrevivir”, añade al sentenciar, “le aseguro que después de las entrevistas de hoy, con gran alegría, ya no hablaré con nadie más”.
Posiblemente el secreto de su éxito está en su espíritu libre y en su desinterés por lo material, al punto que dice que ninguno de los objetos que ha creado le producen admiración. Un desinterés que se da porque ve a los objetos como un simple vehículo de lo que quiere expresar, su mayor reflexión radica en la visión, la ética y el concepto de cada proyecto. “Casi todo me aburre, lo único que me interesa es si puedo brindarle algo a la gente”, asevera, y al ver mi cara de desconcierto, me comienza a explicar: “Me pueden decir ‘haga una moto’, pero si veo que no va a aportar nada, no la hago; pero si puedo cambiar la sexualidad de ese vehículo y diseñar una moto menos machista, entonces me embarco en el proyecto”. Ejemplos como este tienen muchísimos, como los lentes que se fabrican con la técnica que bautizó con el nombre de microbio-mecánica, una articulación minúscula parecida al mecanismo de un brazo humano.
Este genio de la creación dice que tiene un inconsciente desarrollado de una manera anormal y que casi todo lo que diseña ya lo tenía almacenado en su cerebro, desde que era un niño. “Los que no me conocen no me creen, pero, por ejemplo, la silla Louis Ghost (inspirada en el barroco de Luis XVI y cuya transparencia está dada por ser fabricada en policarbonato), la diseñé en cuatro minutos, porque todo estaba listo en mi cabeza, durante años, yo sé las razones exactas, y luego me demoré cinco años en perfeccionarla”, relata.
Y aunque tenga las ideas y los diseños almacenados en su cabeza, no se toma la creación a la ligera. Afirma que es necesaria la disciplina: “Solo los imbéciles creen que los artistas deben ser medio locos, tomar alcohol, drogarse o vivir en el desorden”. Su orden y armonía están dados por un ser vital para este artista, su esposa Jasmine. Desde que son pareja, ya van a ser diez años, ella lo acompaña siempre, cuida los detalles de su imagen, le organiza su agenda y, a veces, hasta pronuncia en alta voz la palabra que Philippe no encuentra en su memoria cuando está hablando. Ambos tienen un tatuaje en el brazo derecho, una serie de puntos alineados de manera vertical, que simbolizan los años que han estado juntos; una pequeña línea horizontal irrumpe la línea, y es el nacimiento de su hija.
La paradoja de este diseñador es que así como no cree en la materia, tampoco cree ya en los lugares. Por eso más que de belleza habla de armonía y de estar rodeado de las personas amadas, de saber quién es uno y qué quiere de la vida para decidir entonces dónde y cómo vivir. Su hogar en donde pueda ver agua, cerca de la naturaleza, alejado del ruido de los carros, donde no haya cosas ni muy lujosas ni ofensivas, y donde exista gente buena e inteligente. Por eso también aclara que no va a decorar los espacios que se van a construir en Ecuador, “ya que el concepto es haber creado tres departamentos tipo, cada uno con sus propias características y hasta ahí. Por respeto a los ecuatorianos, porque creo comprender que existen, yo no les voy a hacer vivir en una caricatura de lo que yo creo que es su país ni en una parodia de Disneylandia”, puntualiza.
Graduado de la escuela de diseño parisiense Camondo, Starck saltó a la fama en los años ochenta, precisamente cuando fue escogido por el entonces mandatario francés, François Mitterrand, para decorar la residencia presidencial del Palacio del Elíseo. Restaurantes, hoteles y cafés se han añadido a la larga lista donde el creador ha dejado su huella. Solo con la compañía que maneja la marca YOO se cuentan más de 60 proyectos alrededor del mundo, una fábrica de vender sueños para hoteles y residencias, donde se crean “aldeas verticales”.
En su reflexión sobre la vida y la evolución, asegura que uno debe encontrar la manera de hacerse merecedor a la existencia. Esa manera, para Starck, es haber entregado su vida a la creatividad. (I)