Antonio de Padua: Patrono de los enamorados
Aún existe la creencia de que san Antonio de Padua es el patrono de solteronas y solitarios.
Beatriz me contó que quería hacer una novena a san Antonio para que su marido volviera. Fue cuando yo, ateo confeso, sentí curiosidad y decidí acompañarla a la iglesia de San Francisco donde todos los martes, a las 08:00, se celebra una misa en honor al santo de los corazones solitarios.
En esa iglesia, san Antonio está casi a la entrada, en la nave derecha. Hombres y mujeres se arrodillan ante el santo y le rezan con concentrada devoción. Tanto así que a un costado, un letrero previene a los visitantes: “Atención: Esté pendiente de sus bolsillos y carteras, mientras usted ora, una mujer mete mano a su cartera y otras dos sirven de campaneras”.
A pocos minutos de que comience la misa, suenan una tras otra, las últimas campanadas. El templo está casi lleno.
Sus biógrafos cuentan que nació en Lisboa, Portugal, en 1195 bajo los nombres de Fernando de Bulloes y Taviera de Azevedo. De joven ingresa al monasterio de su ciudad y después se traslada a Coimbra para profundizar sus estudios. Cuando recibe el hábito franciscano, Antonio será su nuevo nombre. Fallece el 13 de junio de 1231 en Padua donde se erige un templo en su honor y luego será conocido como san Antonio de Padua.
Cuadros e imágenes muestran a un joven en hábito franciscano, junto a ramos de lirios blancos que simbolizan su pureza y siempre con la santa Biblia que estudiaba y predicaba con afán. También se lo muestra con el Niño Jesús en los brazos para graficar su familiaridad con Jesucristo. Otros artistas lo pintan con una corte de ángeles o rodeado de pobres a quienes el franciscano obsequia pan.
La creencia popular le atribuye que ayuda a las mujeres a encontrar un buen novio para contraer matrimonio, aunque aquello está explícito en el Responsorio ni en los Gozos del santo, pero se cree que le da esa atribución porque sí fue considerado “refugio universal para todo tipo de conflictos”, por eso sus fieles lo consideran el abogado de las causas perdidas.
Existen numerosas versos y cantos populares en honor al santo casamentero: “San Antonio bendito, ramo de flores, a las descoloridas, dales colores”, así rezan las que desean belleza para que se enamoren de ellas. Otras más exigentes claman: “San Antonio bendito, dame un marido, que no fume, ni beba vino”. Las impacientes protestan: “¡Oh! glorioso san Antonio, santo de mujeres, no te estés haciendo el distraído y consígueme marido”. Aunque algunas féminas no comulgan con estas tradicionales creencias: “Eso era antes, cuando la mujer solo quería ser esposa y madre”, opinó una anónima.
Pero he leído que el asunto no es así en El Rincón de las Solteronas, un salón anexo al restaurante-galería-museo San Miguelito que funciona hace unos diez años en Morelia, ciudad mexicana, donde hay unas 400 imágenes de san Antonio de Padua y todas están patas arriba. El sitio es visitado por mexicanas y extranjeras esperanzadas en conseguir marido vía San Antonio. Para lograrlo depositan 13 monedas a una de las figuras puestas “de cabeza”, dan 13 vueltas a una fuente del Rincón, encienden una vela al santo y le rezan simpáticas oraciones: “¡Oh!, glorioso san Antonio, santo de mujeres, consígueme un marido aunque te tardes un rato. Mira que si no lo haces conmigo eres ingrato, te ha de pesar pues de cabeza te has de quedar”.
De cabeza
Como en la plaza Rocafuerte solo hay un quiosco y abre casi al mediodía, con Beatriz caminamos hasta la Catedral donde atienden desde las 06:00 hasta las 20:00 y ofrecen imágenes, estampas, rosarios, folletines con oraciones y novenas, velas y hasta palo santo. A las devotas de san Antonio no les gusta dar testimonios, peor revelar sus nombres y ser fotografiadas. Pero las vendedoras de objetos religiosos son más comunicativas, sobre todo si le compras un folletín y una imagen de san Antonio como hizo mi desesperada amiga. Del santo hay imágenes plásticas y de yeso en varios tamaños y precios que van desde $ 3 hasta $ 22, en algunas el Niño Jesús puede ser retirado de los brazos del santo. Hay también folletines de la novena, cuestan $ 1 y estampas con una oración a san Antonio a $ 0,50.
Rosario Barrera ha pasado casi toda su vida al pie de la Catedral. Hace 40 años, su madre vendía imágenes religiosas y ella desde niña la ayudaba. “San Antonio sirve cuando, por ejemplo, quieres conseguir un novio. O para conseguir trabajo. Para cuando se va el esposo. Se va la enamorada. Se va la mujer”, le explica a mi amiga mientras le muestra un san Antonio. Cree que más mujeres que hombres son devotas del santo. Relata que cuando las mujeres están desesperadas porque el santo no les hace el milagro “lo ponen de cabeza o le quitan el niño y le advierten: San Antonio bendito te quito a tu hijo, si me haces el milagro te lo devuelvo”. Rosario asegura que algunas de sus clientas han regresado y le han confirmado que el santo les resolvió el problema.
A pocos metros, la vendedora Aurora Enríquez vive rodeada de objetos religiosos, ella le dice a Beatriz: “Yo oigo decir que san Antonio es muy milagroso, si usted le cumple, si no lo hace, le quita”. Es que los fieles le prometen al santo misas, lirios blancos, novenas. “Las personas desesperadas lo buscan –dice con un santo de yeso-. Al hombre también le gusta san Antonio porque sus esposas se van y quieren que vuelvan”. Comenta que desde cuando las mujeres emigraron a España, Italia y otros países, los hombres también empezaron a ser devotos de san Antonio.
Después de ese martes, en su casa, Beatriz levantó un pequeño altar en honor a san Antonio pero de cabeza, aunque adornado con flores, iluminado con velas y comenzó su novena al son de la oración: “Permite san Antonio que caiga rendido a mis pies, que no se halle tranquilo, ni en cama pueda dormir, ni en mesa pueda comer, ni pueda sentarse tranquilo en ninguna parte hasta que no esté junto a mí”.
Cuando Beatriz termine su novena, les contaré si san Antonio le hizo el milagro de amor. O si ella sigue desolada cantando: “Tengo a san Antonio/puesto de cabeza/si no me da marido, nadie lo endereza”. (I)