La escuela más verde
Una institución en Indonesia está reinventando los modelos educativos para crear ciudadanos globales con una profunda conciencia ambiental. Una profesora californiana, que está de paso por Playas (provincia del Guayas), comenta su experiencia como colaboradora de la Green School.
Existe una escuela en la isla de Bali que enseña a sus 300 alumnos (provenientes de 55 países) a cultivar arroz orgánico, criar animales de corral, calcular el impacto de la huella de carbono en la naturaleza, resolver conflictos interpersonales, elaborar muebles con bambú, sembrar árboles, instalar paneles de energía solar y hasta a luchar en el lodo.
Esas actividades complementan a las clásicas asignaturas de Matemáticas, Gramática, Ciencias Naturales, Geografía y demás.
Es la Green School (Escuela Verde), fundada en septiembre del 2008 por los norteamericanos John y Cynthia Hardy con el propósito de generar un ambiente educativo rodeado de naturaleza para inspirar a los alumnos a ser creativos, innovadores y líderes “verdes”, buscando convertirlos en pensadores críticos que defiendan la sostenibilidad del mundo.
“Enseñamos a los niños que el mundo no es indestructible... que la vida proviene de la tierra”, indicaba John en una conferencia TED dictada en el 2010, en la cual decía que sus profesores provienen de varios países del mundo.
Ellos la conocieron
La profesora californiana Gretel Huglin, quien se encuentra de paso por Playas (Guayas), la define como una institución que “educa a los alumnos de una manera radical para que sean ciudadanos globales, que incorpora tecnología pero también una profunda conciencia ambiental. Busca educar a los hombres y mujeres que van a heredar el mundo”.
Ella laboró durante dos meses en esa institución, al inicio del año sabático que desde agosto anterior le brindó su escuela en California, la Crane Country Day School, para conocer modelos de enseñanza en el mundo.
Su esposo (Tripp Ridge) y sus hijos (Cullen y Boo) la están acompañando en un recorrido pedagógico que empezaron en la Green School de Bali, para luego pasar de uno a dos meses en Sri Lanka, India, Vietnam, Laos, Cambodia y Tailandia.
De todo ese recorrido, Gretel quedó fascinada particularmente de la Green School, que el año anterior ganó el premio como la escuela más verde otorgado por el Consejo de Edificios Verdes de EE.UU. “Me enamoré de ella. Es totalmente sostenible, construida en bambú, sus aulas no tienen muros, producen su propia comida, tienen energía solar, siembran arroz orgánico y crían animales”, manteniendo un estilo de vida muy local, como en la práctica de la lucha en el lodo de los campos de arroz (parte de la tradición balinesa, que los alumnos realizan como una clase de educación física), pero con una visión global evidenciada, por ejemplo, en sus laptops, celulares y sus debates ecologistas sobre el momento que vive el planeta. “Son ciudadanos globales”.
Según Gretel, maestra de arte, es momento de que las instituciones educativas analicen profundamente la manera en que enseñan a sus estudiantes. “La educación actual es muy segmentada, dividida. Se enseña Geografía, luego Matemáticas, después Química, todo de manera teórica, sin ninguna conexión entre esos conocimientos. Y todo esto lo realizan encerrados en ‘cajas’ (las aulas)”.
La Green School, en cambio, trabaja al aire libre e integra todos los conocimientos: enseñan a cultivar arroz (agricultura y botánica), analizan el impacto de los cultivos orgánicos (ecología), aprenden vocabulario relacionado con esa actividad (lenguaje), debaten sobre los inicios de la agricultura en las civilizaciones (historia), analizan los beneficios de los alimentos (nutrición y biología) y hasta preparan platos utilizando el arroz cosechado (gastronomía).
“Una sola idea puede expandirse para muchas clases distintas”, indica Gretel, quien planea replicar tales experiencias cuando regrese a Santa Bárbara, en tres semanas.
Pero ahora se encuentra en Playas descansando con su familia, viendo los amaneceres y atardeceres desde una pequeña casa frente al océano, rodeados del bosque seco de la costa, disfrutando del ambiente natural que iniciativas como la Green School quiere proteger. “Nos encanta el Ecuador”, dice Gretel, “ha sido la mejor manera de concluir este año de viajes y experiencias”.