Más manos para árboles
En Guatemala, la gente que vive de los bosques tiene la tarea de protegerlos de su máximo depredador: el mismo hombre.
En lo profundo de la selva, donde los doseles de los árboles convierten la luz solar en una celosía de tonos verdes que se traslapan, donde los jaguares se deslizan y los gritos guturales de los monos aulladores resuenan sobre el canto de las aves, se ubica un aserradero que corta gigantescos troncos de caoba. Aunque la escena pudiera parecer ominosa, el aserradero es parte de una estrategia de conservación para preservar el bosque tropical.
La supervivencia del bosque, en realidad la resistencia de los bosques en todos los trópicos, ya sea en Brasil, la Cuenca del Congo o Indonesia, ofrece beneficios mucho más allá de las fronteras nacionales. Al absorber bióxido de carbono y atrapar carbono, los bosques desempeñan un papel vital en la reducción de las emisiones de gases de invernadero.
Sobre ello, hay poco desacuerdo. Sin embargo, ha sido mucho más difícil alcanzar un consenso en torno a cómo esquivar las amenazas que le circundan. Los ganaderos, los agricultores, los taladores ilegales y los narcotraficantes causan estragos en las tierras boscosas, virtualmente inmunes a los esfuerzos gubernamentales para protegerlas.
El experimento aquí en la Reserva de la Biosfera Maya, en la región norteña de Petén en Guatemala, sugiere una solución: la forma más efectiva de proteger a los bosques tropicales es darle el control de los mismos a las comunidades que ya viven ahí.
Quienes pueden asegurarse el sustento gracias al bosque, a menudo cosechando valiosos árboles de madera dura, tienen un incentivo para protegerlo, y eso puede crear una línea de defensa mucho más fuerte que la que pueden ofrecer los gobiernos. “Nadie va a cuidar la casa de alguien más, el jardín de alguien más”, dijo Marcedonio Cortave, quien dirige una alianza de las comunidades que trabajan en la reserva. “Pero ellos cuidarán y defenderán su propia forma de ganarse la vida”.
Modelo mundial
Las comunidades y dos compañías locales administran casi una cuarta parte del territorio en la reserva de 2,1 millones de hectáreas aquí, en 11 áreas de concesión gubernamental que permiten la silvicultura estrictamente monitoreada. A unos 15 años desde el establecimiento de las concesiones, la tasa de deforestación en las áreas gestionadas es cercana a cero, según un estudio realizado en marzo por la Alianza de los Bosques Tropicales.
“Si las concesiones no existieran, la zona sería un gran pastizal para ganado”, dijo Wilson Martínez, el administrador forestal de Yaloch, un área concesionada cercana a la frontera con Belice.
Mapa en mano, caminó por una extensión de la selva que había sido cosechada el año pasado. Cada árbol había sido marcado para determinar cuáles cortar y cuáles dejar como árboles semilla. Todo lo que revelaba la tala era el tocón de un solo árbol de caoba, un modesto claro plantado con vástagos de caoba, y senderos difuminados. Se dejará que el sitio se regenere naturalmente.
Junto con evitar la deforestación, las comunidades también han tenido éxito en proteger a las especies de árboles más amenazadas en la selva, como la caoba de hoja grande y el cedro español, según un estudio dado a conocer en noviembre. “Estas prácticas representan lo más avanzado en conservación”, dijo Bryan Finegan, ecologista forestal en Catie, un instituto de investigación internacional en Costa Rica, que llevó a cabo el estudio. “Es un modelo para el mundo”.
Pese a las dudas largo tiempo albergadas de que las comunidades fueran capaces de sostener sus bosques, los grupos conservacionistas internacionales han suscrito la estrategia. “Los guardabosques y los tecnócratas dicen que ellos no pueden gestionar sus bosques”, dijo David Kaimowitz, director de Recursos Naturales en la Fundación Ford. “Pero en todas partes donde se les ha dado la oportunidad de hacerlo, eso no ha sido verdad”.
Eso es evidente en Uaxactún. Muchas de sus 180 familias se asentaron aquí hace más de un siglo para explotar la goma natural, o chicle, de los árboles indígenas. Entre las casas de madera y los techos de paja de la pulcra aldea, se pueden ver indicios de la nueva prosperidad. Hay motocicletas reclinadas contra muchas puertas frontales, usadas por los hombres que entran al bosque a recolectar xate, una hoja de palma exportada a Estados Unidos para arreglos florales.
Unir fuerzas
Las ventas de la madera del área de concesión forestal de la comunidad se destinaron a la construcción de la escuela, y hay dinero para becar a los estudiantes que quieren estudiar en el extranjero. “Ellos te apoyan, así que tú regresas y ayudas a tu comunidad”, dijo Carolina Alvarado, quien estudió Tecnología Ambiental en un colegio comunitario en Wisconsin y ahora ayuda a operar el proyecto del xate.
Desde lo alto de la torre cercana a Uaxactún, donde vigías están atentos a los incendios forestales durante la temporada seca, la conservación parece asegurada. El bosque tropical de tierras bajas se extiende en el horizonte sobre el territorio que alguna vez fue el corazón del imperio maya.
Sin embargo, a nivel de tierra, la batalla es constante, y no toda la reserva ha soportado la agresión. Afirmar el control gubernamental significa desafiar a muchos intereses poderosos opuestos a la conservación, dijo Eliseo Gálvez, el subsecretario ejecutivo del Consejo Nacional de Áreas Protegidas del gobierno. “Ahora es incluso más complejo debido a la influencia de actores ilegales” que están usando el parque para trasladar a migrantes y drogas hacia el norte, añadió.
Durante años, diferentes partes del gobierno, como los jueces y la policía forestal, no han logrado coordinarse, dijo, aunque eso ha empezado a cambiar en respuesta a una campaña anticorrupción nacional.
Un 30 por ciento de todos los bosques tropicales en el mundo son propiedad o administrados por grupos indígenas o comunitarios, dijo Andy White, el director de la Iniciativa de Derechos y Recursos, que cabildea a favor de que ese número crezca. “Los gobiernos y las organizaciones ambientales aún tienen la errónea idea de que la manera de conservar los bosques es crear un parque y desplazar a todos”, dijo White. (I)