Marcelo Marchán: Sonrisa amarilla
El periodista guayaquileño, fallecido el 29 de octubre anterior a los 64 años, es recordado por su buen amigo Xavier Paulson, con quien compartía su pasión por el Barcelona S.C.
Existe una suite en el estadio Monumental de Barcelona que luce especialmente remodelada. Está recién pintada, tiene muebles nuevos, las superficies se exhiben con pulcritud, los cuadros parecen recién instalados… todo esto preparado para una ocasión particular: celebrar allí el 14º campeonato del equipo más popular del país.
Es la suite del fallecido periodista Marcelo Marchán. “Es una lástima que, de darse, Marcelo no podrá ver ese campeonato”, comenta con nostalgia su buen amigo Xavier Paulson Matheus, exdirectivo del equipo amarillo, mientras fuma un cigarrillo en el estudio de su casa, en la ciudadela Urdesa, donde compartió entretenidos diálogos y debates con el fallecido comunicador, conocido por muchos como Tomás del Pelo.
“Marcelo era, sobre todo, un gran conversador, alegre, motivador, ocurrido, soñador, medio revolucionario, porque siempre defendía a la gente pobre, a aquellos sin esperanza”, indica.
La última ocasión en que Paulson dialogó con Marchán fue la noche del viernes 26 de octubre, tres días antes de su deceso inesperado a causa de un paro respiratorio. “Nos reunimos para hablar de su gran sueño: el museo de Barcelona. Se lo había propuesto y lo dejó enrumbado. Esa obra seguro estará lista en dos o tres meses, porque la actual directiva del equipo y el alcalde apoyan el proyecto”, indica Paulson, quien por coincidencia fue el último presidente que se coronó campeón con Barcelona, en 1997, teniendo como director técnico a Rubén Darío Insúa.
Nos reunimos para hablar de su gran sueño: el museo de Barcelona. Se lo había propuesto y lo dejó enrumbado. Esa obra seguro estará lista en dos o tres meses”, Xavier Paulson, expresidente del Barcelona S.C., en los años 1997 y 1998.
“Con Marcelo celebramos inmensamente ese campeonato. El país entero estaba feliz”. Xavier Paulson extraña a su buen amigo. Extraña, sobre todo, esas conversaciones interminables que solían tener desde que se conocieron en 1977, cuando Marchán colaboró con la directiva del equipo para manejar la campaña Millón de Amigos, que buscaba fidelizar a los socios canarios.
Desde entonces, esa fue la gran misión de Marcelo Marchán con Barcelona: generar campañas que provoquen la suma de socios para el equipo ídolo. Su mayor logro en ese aspecto fue crear la Casa Amarilla, propuesta que entre 1997 y 1998 elevó la cifra de 150 miembros a 30.000, cuenta Paulson, quien fue presidente del equipo en ambos años.
“Marcelo siempre fue una persona aglutinadora, que sumaba, siempre positivo, y también muy exigente y crítico con su trabajo”, recuerda el expresidente canario, quien a menudo era consultado por el periodista sobre el texto que publicaría en su columna ‘Llorar al revés’, con Tomás del Pelo.
“Comenzaba a escribirlo en la noche del miércoles, madrugaba el jueves para terminarlo y solía mostrárselo a sus amigos cercanos. En ocasiones me decía: ‘¿qué te parece?, no me convence del todo. ¿Es gracioso?’. Yo le decía que estaba muy bien, solo que de tanto leerlo y revisarlo posiblemente él ya lo veía menos genial. ‘¿Cuántas veces te vas a reir del mismo chiste?’, le preguntaba”.
El proceso creativo para Tomás del Pelo podía dispararse en cualquier momento. Por ello, Marcelo solía cargar un cuaderno espiral en el cual anotaba las ideas que se le ocurrían en el transcurso del día.
“Podíamos estar hablando de cualquier cosa, y de pronto él decía: ‘Esperen un momento. Se me ocurrió algo para la columna’”. Y allí sacaba su cuaderno para trabajar durante unos pocos minutos. “En cada día, a cada hora, siempre había ideas nuevas con Marcelo. Era una máquina de crear”.
También era una máquina para reir, ¡reir a carcajadas!, para bromear, para tomárselo todo con humor, como si nada más importara, como si la vida fuera un gran pretexto para ser felices, para soñar. Entre sus últimos anhelos estaba ver en este año a Barcelona como campeón del fútbol nacional.
“Estaba esperanzado. Por eso arregló su suite en el estadio”. Esa es la suite que habría escuchado su risa con el campeonato o su llanto con la derrota. O al revés. Porque Marcelo Marchán siempre tenía esa capacidad de sorprender.