Abierto y campante: Villa de sabores
“El lugar no ostenta una impresionante decoración, sin embargo, la sensación de estar como en casa es la que prima aquí. Silvio se acerca a las mesas, pregunta a sus clientes lo que desean almorzar o cenar”.
Había publicado por error que este restaurante había cerrado, pero fue una equivocación mía por la que ofrecí disculpas. La Villa Ristorante goza de buena vida y mantiene una fiel y próspera clientela. El sitio es bastante pequeño, el dueño, Silvio Bugnano, oriundo de Torino (Italia), hombre bonachón, muy extrovertido, no busca grandilocuencia ni le interesa.
El lugar no ostenta una impresionante decoración, sin embargo, la sensación de estar como en casa es la que prima aquí. Silvio se acerca a las mesas, pregunta a sus clientes lo que desean almorzar o cenar, se permite sugerir tal o cual plato, luego se retira a la cocina para preparar él mismo con un solo ayudante los diversos platos solicitados.
No se recalienta nada, se prepara cada pedido al momento, razón por la que deben ustedes llegar sin apuro. Según el tipo de pasta solicitada, el tiempo promedio para tener los espaguetis, fettuccine en su punto en agua hirviendo son diez minutos, luego viene la elaboración de la salsa que suele, según el caso, durar algo más, trátese de una carbonara, la amatriciana o la arrabiatta que yo escogí. Mucha gente llega a los restaurantes queriendo que le traigan el pedido en pocos minutos y eso se puede solamente lograr cuando se cocina para muchísima gente y se tienen casi todos los ingredientes ya listos.
Creo que La Villa logró hacerse un puesto en el mercado local gracias a sus precios que son más que moderados. Pedimos unas brushetas como tentempiés, pan tostado crujiente con un relleno de queso mozarela, tomate albahaca, cosa sencilla, ñoquis en salsa de cuatro quesos, unos pennes alla arrabiatta. Se propone el vino de la casa, un Malbec honesto sin mayor pretensión, pero de precio muy razonable. Mi planilla fue de $ 30 para dos personas con el 14% de IVA incluido. El postre puede ser un tiramisú o unos higos con queso fresco.
Llevé de mi bodega un Solaia del 2001 que resultó ser una maravilla (mezcla de Cabernet Sauvignon y Sangiovese). En Ecuador se necesita un especial cuidado y una guarda a 12 constantes grados para poder salvar vinos añejos, es la única forma, pero cuando un vino llega a los veinte años, sea un Barolo, un Bordeaux francés hasta un ícono chileno o argentino adquiere sabores de otro mundo.
Recordé que Silvio me había propuesto, hace de eso muchos años, un pato en salsa de oporto que todavía emociona mi memoria. Harold, quien atiende, tiene una excelente formación y se muestra muy atento. El restaurante tiene una pequeña zona privada de estacionamiento, nunca en su historia hasta la fecha ha tenido problemas de seguridad.
Deseo ser muy claro. Según su presupuesto, su posibilidad económica, están los restaurantes caros y los muy caros, pero es necesario que existan locales más asequibles, modestos aunque carismáticos, pueden ofrecer precios alcanzables, pero no podrán ustedes pretender encontrar allí prosciutto de Parma, mortadela de Bologna. Sin embargo, Silvio tiene un queso parmesano importado. Si buscan lomo importado, su factura se disparará, pero insisto en que Ecuador ya ofrece, por ejemplo, en Ecuagourmet (Las Terrazas), unos bifes y lomos tiernos de gran sabor. (O)
La Villa Ristorante se ubica en Circunvalación Sur 607 y Las Monjas (frente a la Clínica Pediátrica).