Calidad y tradición
“El cierre de restaurantes con buena atención, excelente comida y larga trayectoria no es algo de ahora”.
Un amigo me comentaba sorprendido y sin poder entender, ¿cómo era posible que el restaurante Guijo de Ávila haya cerrado definitivamente? Es que fue el primer lugar que sirvió comida española en el sector de La Puntilla, era un ícono en el centro comercial Bocca, donde había atendido por más de 17 años y su cocina fue premiada algunas veces por elaborar la mejor tortilla de papa de la ciudad.
A mediados del año pasado cerró también el restaurante 1822, que estaba ubicado en las calles Clemente Ballén y Escobedo, en pleno centro de la ciudad. Atendió por más de 40 años, tenía un buen servicio, un salón acogedor y muy elegante. Su menú ofrecía carnes, mariscos, pescados, langosta, todo de primera. Recuerdo que preparaban un excelente mousse de langostinos. Pero nada de esto fue suficiente.
El cierre de restaurantes con buena atención, excelente comida y larga trayectoria no es algo de ahora. En Urdesa, hace algunos años se encontraba, Tsuji, que fue el primer restaurante japonés de la ciudad, ahí aprendimos a comer sashimi, rollos de sushi y teppanyaqui. Con el tiempo la afluencia de clientes bajó debido a la fuerte competencia y luego de atender por 20 años también cerró.
En la ciudad quedan cuatro establecimientos con más de tres décadas de servicio, todos de cocina de otros países. Sin grandes cambios, pero manteniendo una altísima calidad en sus platos y un contacto muy cercano con sus clientes han logrado no solo la lealtad de los paladares frecuentes, sino también traer nuevas generaciones a sus mesas.
El más antiguo está en Los Ceibos (calle cuarta y av. Principal), especializado en comida china, el Joun Yep de María de Shu atiende desde hace más de 45 años y no ha necesitado cambiar. Visitarlo es como ir en el túnel del tiempo, todo está igual, hasta el pollo con nueces y los langostinos en salsa de ostiones tienen el mismo mágico sabor de sus primeros años.
La más alta cocina de mariscos de la ciudad se sirve desde hace 43 años en El Caracol Azul (av. 9 de Octubre y calle Los Ríos). El salón se mantiene con la misma sobria y elegante decoración de siempre, en donde sus clientes, la mayoría extranjeros, siguen recibiendo el cálido trato de su propietaria, Muriel Ann Beaven.
El italiano Mauro Ballestra empezó en Urdesa con La Carbonara, que ahora se llama Benvenuti da Mauro. Luego de todos estos años ha cambiado de ubicación (ahora está en av. Las Monjas y calle Primera), también ha agregado nuevos elementos a la decoración del lugar, pero el filetto al pepe con risotto o el ravioli (hecho en casa) con salsa pomodoro y ricotta siguen siendo tan buenos como el primer día.
La comida española no la trajo a la ciudad Carlos Lamas, pero desde fines de los años 80, primero con la Tasca Vasca y hoy con la Tasca de Carlos (calle Córdova y av. 9 de Octubre y centro comercial La Torre, La Puntilla) es el mejor lugar para un tapeo. La textura del pulpo a la gallega, el balance perfecto entre ajo y el punto de cocción del camarón al ajillo no admiten discusión.
Cuántos años más permanecerán abiertos estos restaurantes, no lo sé. Lo cierto es que por ahora ya son tres generaciones las que han vivido la pasión, dedicación y calidad de las propuestas gastronómicas de sus propietarios. (O)
savrozonn@gmail.com
* Savro Zonn inicia en esta edición una nueva etapa en la crítica gastronómica de La Revista.