Delicias japonesas: Vía a la costa
“No había vuelto a Davao Sushi Fusión desde 2014, nada ha cambiado: mismo ambiente minimalista de superficie reducida, una vitrina muy iluminada...”.
Recuerdo aquella época en que abrió sus puertas el primer restaurante japonés en Guayaquil. El Tsuji fue durante unos cuantos años el único restaurante de su género, luego sin que supiera explicar el fenómeno, se multiplicaron los locales, empezó una agresiva competencia. Los paladares ecuatorianos muy acostumbrados a los cebiches y carpachos adoptaron con entusiasmo los bocados crudos marinados con especias.
No había vuelto a Davao Sushi Fusión desde 2014, nada ha cambiado: mismo ambiente minimalista de superficie reducida, una vitrina muy iluminada detrás de la cual oficia el mismo chef ejecutivo, Andy Yusal, filipino de trayectoria internacional, extremadamente ágil y rápido para elaborar los más diversos bocados. A la vista de los huéspedes se hallan los distintos ingredientes: tofu, atún blanco y rojo, macarela, kani kama (imitación de la carne de cangrejo obtenida a partir de pescado blanco).
Éramos cuatro personas, pedimos 30 bocados de sushi variado, 18 de sashimi. Personalmente prefiero el sashimi porque se siente con mayor intensidad el sabor del pescado, del marisco, del crustáceo. En el caso del nigirisushi recibimos un corte de sashimi amasado sobre una porción de arroz. De gran apetito, mis acompañantes se sirvieron generosamente sin sentir molestia alguna, pues la gran ventaja del sushi es que se digiere con facilidad. En Davao los bocados son algo grandes lo que quizás podría incomodar a quienes prefieren un sushi de tamaño reducido, pero estarán encantadas las personas de buen apetito. La carta es inmensa, se demorarán seguramente en decidirse por tal o cual especialidad. Prueben la cerveza japonesa Sapporo con su suave toque de amargor, su espuma blanca poco persistente, su intenso retrogusto.
Nos atendió el mismo salonero al que conocí desde los inicios: Alfredo Cedeño, profesional, conoce y puede describir cada bocado lo que facilita eventualmente la elección de cada cliente. El dueño, Adrián Flores, no solamente es un buen administrador, trabaja con un personal reducido a lo necesario, maneja bien sus relaciones humanas, siempre presente queda pendiente de cada mesa, sabe que los gastos del local ubicado en el kilómetros 13,5 de la vía a la costa tienen que ser cubiertos por las ganancias, sabe también que el éxito depende de la frescura de los ingredientes, así como de la pericia del chef.
La presentación del sushi y del sashimi, como lo podrán observar a través del Facebook, es sobria, pero armoniza bien colores y sabores con su eventual cobertura de salsa. El acebichado es uno de los preferidos por los clientes, el sushi crocante me sorprendió por incluir una lámina finísima de arroz crujiente y transparente. Andy sabe jugar con las texturas. Tendré que volver para probar unas de las cinco sopas propuestas en el menú, sobre todo la wakame con aquella alga marina vegetal de sabor intenso. Ustedes pueden abrir con un carpaccio de atún blanco y rojo, camarón, kani kama, pulpo, tamago y salmón (lo recomiendo). Puede ser también el teriyaki de pollo, filete de cerdo, lomo y langostino.
En la mesa encontrarán la salsa de soya, la de anguila, según su preferencia. El postre también es para grandes apetitos, pues el helado frito de buen tamaño abriga en su envoltura caliente un helado de vainilla o de chocolate.
En Davao las cosas tiene el sabor de lo que son, creo que todos buscamos esta armonía. Una salsa debe realzar, pero jamás ocultar los básicos ingredientes. Luego es agradable de repente salir de la bulliciosa ciudad, vale la pena el corto viaje. (O)