El café: Bebida que prolonga la vida

Por Epicuro
29 de Enero de 2017

“Los datos en el Journal of Caffeine Research fueron concluyentes: a medida que aumenta el consumo de café, se reduce el riesgo de muerte”.

A lo largo de mi vida varios médicos me pusieron a la defensiva frente al café, capaz, según ellos, de causarme severos problemas cardiacos. Cuando investigué el asunto encontré datos optimistas. El gato más famoso en el libro de Guinness se llamaba Crème Puff, logró vivir 38 años (el promedio son 15), la dueña le daba café cada mañana. Insistiendo en el tema, los médicos consideran que el café prolonga la vida. Durante doce años, investigadores del Instituto Nacional del Cáncer en Estados Unidos analizaron a medio millón de personas para determinar cuál podía ser la relación del consumo de café con la mortalidad. Los datos publicados en el Journal of Caffeine Research fueron concluyentes: a medida que aumenta el consumo de café, se reduce el riesgo de muerte.

Hice la pregunta a Google. La respuesta fue la siguiente: “El café es una de las bebidas más saludables, no solo contiene cafeína, sino cientos de sustancias importantes para la salud”. Necesitaba datos más contundentes, pues si Honorato de Balzac era adicto al café, el filósofo Voltaire lo era mucho más, tomaba una tacita 50 a 72 veces por día, lo cual es más de todo el que tomamos nosotros en varias semanas o meses; también frecuentaba los cafés de París, murió a los 84 años (un récord en el siglo XVIII). Dijo: “Claro que el café es un veneno muy lento, hace cuarenta años que lo bebo y aún no me he muerto”. Marcel Proust, mientras escribía En busca del tiempo perdido, solo se alimentaba con croissants y café con leche. Goethe, el autor de Fausto, gustaba tanto de esta bebida que se puso a investigar los efectos de la cafeína. Murió a los 83 años.

Kierkegaard escribía por las noches porque le gustaba el silencio, necesitaba café para mantenerse despierto, lo tomaba con mucha azúcar en una de las 50 tazas que poseía, todas eran distintas, su secretaria tenía que elegir la que emplearía cada día, luego tenía que explicar las razones por las que se había quedado con esa taza y no con cualquier otra. Si Voltaire fue un asiduo cliente del Café Procope, que todavía existe en la capital francesa, también llegaba allí Fontenelle, otro aficionado al café (murió a los 100 años), luego Diderot, Benjamin Franklin (murió a los 84), Marat, Danton, entre tantos. Si ustedes visitan París, no dejen de tomar un café expreso en tan legendario lugar.

Jean Paul Sartre desayunaba en el Café de Flore en compañía de Simone de Beauvoir. Ludwig van Beethoven tenía la manía de contar los granos que debían molerse: 60 por taza vienesa. Juan Sebastián Bach dedicó una de sus cantatas (la número 211) al café.

Sin embargo, nos advierten que la cafeína es una sustancia psicoactiva, su consumo en altas dosis puede ocasionar alucinaciones y hasta la muerte, varios estudios revelaron que aproximadamente cien tazas de café serían una dosis fatal. Yo bebo cuatro tazas de expreso cada día. No me agrada el café pasado sino el expreso. De día tomo Bondolfi en cápsulas porque me permite variar la fuerza de la bebida italiana: intenso en el desayuno con croissants o briollos, light en el almuerzo, de noche descafeinado. Paso el día escribiendo, el café me mantiene atento y alerta. Me encanta también helado con leche más un toque de coñac y algo de vainilla. (O)

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