Los mágicos waffles belgas: Con toque holandés
“Waffles de Bélgica no es un restaurante, no se va allí para almorzar o cenar. Es un quiosco para los que gustan de un rico pecado llamado gula”.
Es probable que mucha gente no sepa que por fin llegaron a Plaza Lagos los deliciosos waffles, también llamados gofres, gauffres en francés. Me atrevo a decir que los amantes de lo dulce enloquecerán con aquella especialidad a la vez delicada y supersencilla. En Francia, Bélgica, se los encuentra en cada ciudad.
Los waffles aparecen promocionados en el siglo XIV por Jean de La Bruyère: “Los gofres son manjares muy apreciados, consisten en una masa líquida formada con agua, harina, sal, algo de leche, la vierten en un recipiente de hierro hueco que tiene dos bisagras, después de frotarlo con aceite de nueces, lo ponen al fuego para cocerlos. Se los sirve como abrebocas”.
Sabemos que el rey Francisco I de Francia era muy adicto, tenía para hacerlos un molde personal de plata. La receta desde entonces ha cambiado un poco, puede incluir huevos y mantequilla. Pero aquí en la isla que se halla frente al restaurante El Corte, pasando el puentecito, se hallan Waffles de Bélgica con la receta clásica tradicional.
Los que venden en los supermercados, por no tener la calidad requerida, no tienen nada que ver. Imaginen una masa crocante por fuera, suave por dentro con un helado de chocolate, vainilla o avellana, un chorrito de crema chantilly y todo por $ 2,50 o $ 4,50 si escogen el waffle de lujo con frutas, helado, crema chantilly, jarabe de chocolate. Los waffles belgas son un manjar muy fácil de hacer y muy rápido, pero como dicen en Europa son los placercitos de la vida (les petits plaisirs de la vie). Para llevar a casa están los miniwaffles rellenos con caramelo, los llamas stroops. Se los calienta un poco, se los saborea con un chocolate caliente.
En este puesto atiende Cynthia Franco con gran amabilidad, sencillez que revela una personalidad bondadosa. Junto a Waffles de Bélgica se encuentra un puesto de crêpes (Ville Crêpes) atendido por Elizabeth, también extrovertida con don de gentes. Insisto en la importancia que tiene en los restaurantes o lugares de comida la gentileza de quienes nos reciben. No pude identificar el buen café de aroma diferente que me sirvieron. Es posible que sea importado desde Holanda o procesado en el continente europeo.
Bélgica y Francia ofrecen muchos puestos de crêpes, dulces o de sal, siendo estas últimas acompañadas con salchichas frescas. De igual modo están las papas fritas y en el invierno las castañas calientes.
Otra vez tengo que poner énfasis en los problemas de importación que obligan a usar productos locales que no siempre alcanzan el sabor original. Hay una gran diferencia entre el jarabe de Aunt Gemima y los almíbares nacionales. Lo mismo sucede curiosamente con el almíbar de chocolate, pues Ecuador tiene el mejor cacao del mundo como materia prima. En cambio, ya notamos un progreso halagador en la elaboración de los fideos y pastas, los quesos nacionales a veces espectaculares y variados.
Waffles de Bélgica no es un restaurante, no se va allí para almorzar o cenar. Es un quiosco para los que gustan de un rico pecado llamado gula, algo de picar al paso con una tacita de café. El dueño, Marcel Manders, es un ciudadano holandés radicado en el puerto desde hace seis años. Se enamoró, decidió quedarse. Tiene otro local en Cuenca y me dice que por el clima frío, la gente busca mucho estos manjares calientitos. Cuando viajo por aquellas serranías siempre voy en busca de las habas con sal. (O)